«Es una experiencia única y nunca he tenido problemas»

M.Rodríguez
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Francisca Romero relata su experiencia de 22 años acogiendo estudiantes extranjeros en su casa

«Es una experiencia única y nunca he tenido problemas» - Foto: Jonathan Tajes

Francisca Romero lleva 22 años acogiendo estudiantes extranjeros en su casa. Esta vallisoletana de 82 años, madre de cinco hijos, confiesa que se decidió a abrir las puertas de su hogar para cubrir el vacío que iban dejando sus vástagos al independizarse. «Nos quedamos solos mi marido y yo. Se notaba muchísimo la soledad de la casa grande y vacía», detalla.

Esta veterana anfitriona explica que conoció el programa de alojamiento para estudiantes de español de la Universidad de Valladolid a través de unos conocidos. Se puso en contacto con la institución, que inmediatamente validó su oferta porque Francisca habla dos idiomas (inglés y francés), su casa es grande y tiene buena ubicación. Y ella solo puso la condición de que prefería estudiantes masculinos. «El primer chico que llegó era japonés de 20 años. No hablaba casi español ni inglés, pero le acogimos como un hijo», reconoce. De hecho, todavía recuerda con emoción cómo le enseñaban los aspectos cotidianos de la vida de una familia y también la vida social, «con aperitivo incluido». A los pocos meses la UVa le ofreció acoger otros dos estudiantes americanos y no dudó en instalarlos en las otras dos habitaciones que tenía libres. «La experiencia es única: tener la alegría de sentarnos todos a la mesa y que nos contaran lo que habían aprendido ese día nos daba la vida al matrimonio», resalta. 

Y esto se convirtió desde entonces en la rutina habitual durante más de dos décadas. Algo que solo ha cortado la covid-19. «He perdido la cuenta de cuántos estudiantes han pasado por casa, pero son cientos porque vienen de tres en tres, algunos para un trimestre, otros para un semestre o para el curso completo», explica. Y su intención es volver a recibir más en septiembre si la situación sanitaria lo permite porque reconoce que echa mucho de menos tener chicos en casa. «Muchos de los que han estado me escriben para preguntarme cómo estoy y también me dicen que les gustaría volver a visitarme», comenta emocionada. Y conserva con mucho cariño las tarjetas que le suelen escribir cuando dejan la casa como recuerdo de su estancia. «Me escriben cosas muy bonitas y me agradecen lo felices que han estado en mi casa». Así que no es de extrañar que con esta experiencia también se una de las mejores embajadoras del programa de alojamientos de la UVa. «He animado a varias amigas a que se sumen porque es una experiencia muy grata y nunca he tenido ningún problema. Al principio algunas amigas se extrañaban de que hiciera esto, pero las que se animaron también están encantadas», apunta.