Recuperar el siglo de hierro

Luis Amo
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Francisco Roldán es el último restaurador del Val • Fue el arquitecto de la reforma de 1982 • Ahora considera que debe abrirse a la ciudad

Francisco Roldán, arquitecto de la reforma del Mercado del Val en 1982. - Foto: J.Tajes

La Torre Eiffel (París) o el Puente de San Luis I (Oporto) son modelos archiconocidos de la arquitectura de hierro de finales del siglo XIX. Y el vallisoletano Mercado del Val comparte características, época y reconocimiento. Un inmueble singular, que se salvó de la piqueta y de los tiempos, y que es un contenedor que siempre ha albergado un mercado de abastos. Ahora, con el traslado a las instalaciones provisionales de Poniente, empiezan los primeros trabajos in situ para dar forma al nuevo proyecto. Un cambio sustancial a los actuales hábitos de compra de frescos, pero también de infraestructura, porque se eliminarán los muros de ladrillo, se incluirá un supermercado en un sótano y se abrirán varios restaurantes en una nueva entreplanta. Así, la ciudad se enfrenta a una revolución conceptual y arquitectónica.


Para conversar del pasado, del actual y del futuro mercado, El Día de Valladolid se adentra en este monumento industrial con uno de los dos profesionales que rehabilitaron estas dependencias hace cuarenta años. Fue la última intervención. Francisco Roldán Morales es el arquitecto que, junto al fallecido Isaías Paredes, reformó en 1982 las instalaciones ya cerradas. Fue una intervención para afrontar las necesidades de un momento sobre criterios arquitectónicos, higiénicosanitarios y metodologías de venta. Esa restauración trató de que, como decían los industriales de entonces, «no lloviese más dentro que fuera». Y es que el Val «era un casos organizativo y un edificio casi destartalado».


Roldán Morales recuerda que aquel proyecto se diseñó con varias ideas: conseguir la máxima luminosidad en un inmueble oscuro, para lo que pusieron placas blancas en el interior de la cubierta para que reflejasen la luz; ordenar los pasillos con homogeneidad y armonía de puestos y pavimentación indicativa para marcar los caminos de acceso y de compra en los puestos; crear unos arcos en los pasillos para dar sensación de mayor profundidad y poder por ahí cruzar el cableado eléctrico; y hacer del exterior -paredes y cubiertas- unas depencencias más atractivas, un reclamo para los viandantes.


Aquel mercado de 1982 nació con 114 puestos y ahora cerraron con sólo 25 tenderos. Una decadencia que a 29 empresarios les ha llevado provisionalmente al Poniente durante los próximos dos años, plazo previsto de rehabilitación. Una reforma en la que, los nuevos arquitectos se toparán con un problema principal, como viene sucediendo cada vez que se arregla, como indica Roldán: con el cauce del Esgueva, que en este punto está estancado y será más lodazal que río. Pero los cambios también conllevarán el derrumbe de la tapia de ladrillo para hacer el cerramiento de cristal, «una medida que es positiva porque permitirá poner en valor a la estructura de hierro, aunque en su interior puede que no esté tan labrada como en el exterior. Hay que abrirlo a la ciudad», dijo.