De puente a puente

Jesús Anta
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La avenida de Salamanca va del Puente Mayor hasta algo más allá del de la Hispanidad

De puente a puente - Foto: Jonathan Tajes

La avenida de Salamanca va del Puente Mayor hasta algo más allá del de la Hispanidad. Data de la Edad Media el primero y del último año del siglo XX el otro. De piedra es el que se suele adjudicar sin demasiado acierto a los tiempos del conde Ansúrez, y atirantado el de la Hispanidad. Total, cerca de cinco kilómetros mide la que antes se conocía como carretera de Salamanca , lo que la convierte en la calle más larga de Valladolid, que termina allí donde comienza La Flecha.

Arranca la avenida en la plaza de San Bartolomé, en el barrio que durante años se conoció como «fuera el puente», luego barrio de La Victoria, y lugar muy concurrido desde siempre. La plaza ha sido ocupada sucesivamente por el hospital de San Bartolomé (de ahí su nombre) construido en el XVI; luego por la estación del Tren Económico a Rioseco (más conocido como tren burra por su lentitud), que estuvo en funcionamiento entre los años 1884 y 1969, y finalmente por un pequeño parque presidido por una vieja locomotora.

No hay más agradable inicio de un recorrido por la avenida que leer las palabras de Miguel de Cervantes refiriéndose a las riberas del Pisuerga. Palabras que están recogidas en La Galatea y esculpidas en una lápida adosada al pretil del Puente Mayor.

Seguramente por este puente paseara Cervantes, pues desde aquí se iba al Monasterio de Nuestra Señora de Prado, cuyo origen se remonta al siglo XV (hoy está ocupado por la Consejería de Cultura). El concejo siempre cuidó el camino que conducía al monasterio, pues pasaba junto al palacio veraniego de la Ribera, lugar frecuentado por los Austrias mientras la Corte estuvo en Valladolid.

La avenida, que se consolida sobre el antiguo camino de Prado, actúa de vial sobre el que se han ido construyendo a uno u otro lado los barrios de Huerta del Rey, Villa de Prado, Parquesol y Arturo Eyries, además de diversas instituciones, servicios y empresas. De entre ellas podemos destacar la Feria de Valladolid, la Escuela de Arquitectura, las Cortes de Castilla y León y el Museo de la Ciencia. Y el restaurante La Goya que, frente al monasterio y junto al Puente Colgante, abrió sus puertas en 1902.

En los primeros metros de la avenida está la fábrica de harinas La Perla, que estuvo moliendo cereal entre 1857 y 2006, luego reconvertida en hotel y no hace mucho cerrado. Frente a la fábrica, el edificio Duque de Lerma, una especie de rascacielos de ochenta y ocho metros que lo convierte en el edificio más alto de Valladolid, y que hunde sus pilares en el mismo cauce del Pisuerga: una de esas aberraciones urbanísticas de la década de 1970.

Inmediato al edificio hay una especie de cajón blanco de hormigón. Se trata de una captación de aguas del Pisuerga para abastecer la ciudad en caso de que la estación depuradora de las Eras dejara de funcionar. Esta construcción está asentada sobre la base del antiguo ingenio de Zubiaurre: una gran noria que en 1603 comenzó a abastecer de agua al palacio de la Ribera, y que dejó de funcionar en 1758.

La colonización de esta parte de la ciudad solo fue posible tras la construcción de varios puentes que vamos dejando a la izquierda del recorrido por la avenida, de entre los que sobresalen el del Cubo o Isabel la Católica y el del Poniente, que se abrieron al público en 1955 y 1957 respectivamente. Desde ese momento comenzó a cuajar la Huerta del Rey con un plan urbanístico que contemplaba la construcción de unas 8.000 viviendas que se fueron levantando en torno a la avenida de Salamanca.

Varias esculturas van jalonando la avenida: ‘El Monumento al IV Centenario de la ciudad de Valladolid’, de Ángel Mateos, frente a la Feria de Valladolid; ‘Metamorfosis’, de Cristóbal Gabarrón, junto a las Cortes; sendas estatuas de Pío del Río Hortega y Albert Einstein, de Luis Santiago, en el exterior del Museo de la Ciencia; y el ‘Monumento al IV Centenario de la presencia española en América’, de José Manuel Barrio, Ignacio Camarero y Alberto Sáinz, en la Glorieta del Descubrimiento, inmediata al barrio Arturo Eyries.