La justicia restaurativa llega a la prisión provincial

A. G. Mozo
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El programa trabaja durante meses con una docena de reos para que asuman la culpa y pidan perdón. La primera edición del taller logró juntar a un policía y al preso encarcelado por agredirle; y a dos familiares, tras un caso de lesiones

Módulos de comunicación del Centro Penitenciario de Valladolid. - Foto: Jose Carlos Castillo

«Cuando una persona cumple una condena está más pendiente de lo que pierde él, tanto a nivel personal como familiar, y no piensa tanto en cómo estará la persona a la que robó, a la que agredió, que tuvo que estar hospitalizada, que tiene unas secuelas...». Carlos Blanco, director de la prisión provincial, disecciona el pensamiento del común de los reclusos que tiene a su cargo en el Centro Penitenciario de Valladolid. «Al entrar en prisión, hay quien sí interioriza el daño causado y quien solo ve la privación de libertad, sin llegar a pensar en el resultado negativo de sus actos», profundiza en su radiografía.

Y es ahí donde nace un pionero taller de justicia restaurativa que se ha testado en ‘Villanubla’ entre los años 2019 y 2020, y que ahora se va a extender a otras 40 cárceles de todo el país. «En Instituciones Penitenciarias se veía una carencia en este ámbito y se sabía que en los juzgados se estaba trabajando con experiencias de mediación penal, poniendo juntos a la víctima y al victimario», según recuerda Blanco a este periódico. Y fue cuando se eligió la prisión vallisoletana como banco de pruebas.

«Empezamos en noviembre de 2019 con trece internos en tercer grado o a punto de serlo. Durante diez sesiones, participaron en la fase de responsabilización y, tras ello, se hizo una selección de siete, que pasaron a la fase de reparación, en la que se prepara el encuentro con las víctimas», detalla Blanco, quien explica que «el proceso se alargó mucho por la pandemia»: «Finalmente, nos plantamos en el verano de 2020 con cuatro internos listos para celebrar el encuentro con la víctima, pero, claro, faltaba la parte de la víctima, ver cuántas víctimas querían acceder a ello».

El contacto con las víctimas se lleva a cabo a través del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria, que «llama y explica el contenido del programa», pero finalmente solo dos personas aceptaron el encuentro. El director de la cárcel cree que «es normal, ya que la gente no está acostumbrada a estas cosas, pero seguramente dentro de unos años, cuando esto sea algo habitual, habrá personas a las que no les resulte tan extraño. Es un tema complicado porque no es fácil ponerles frente a frente».

Se celebra un único encuentro, con un equipo mediador y con el objetivo de que asuman la culpa y pidan perdón a la víctima. Los dos únicos casos que llegaron al último estadio de la primera edición del programa fueron uno de lesiones a un policía y otro en el ámbito de violencia doméstica. El agente agredido y el familiar (y víctima) del segundo recluso fueron los únicos que aceptaron la cita final.

«Cuanto más grave es el daño, más difícil es que la víctima quiera el encuentro, porque las personas muchas veces quieren olvidar ese capítulo de su vida, pero también las hay que lo necesitan para cerrar ese capítulo traumático con el perdón», argumenta el director del centro penitenciario vallisoletano, quien destaca que «el encuentro con la víctima es el punto y final, pero lo más importante es el trabajo que se hace durante los meses previos, para que el condenado refuerce su capacidad de empatía».

El taller se desarrolla en el CIS (Centro de Inserción Social) y los equipos trabajan «la asunción de la culpa y la empatía por el daño que se ha causado». Los reclusos que son seleccionados cumplen penas por los delitos contra las personas, en lo que entra desde un delito de lesiones, un robo con violencia y hasta un homicidio. Se excluye a presos con delitos de violencia de género y agresión sexual, «que son perfiles para los que hay otro tipo de programas de intervención».

«El objetivo es que también piensen en su víctima, que también están cumpliendo otra condena, por las secuelas», explica Blanco, quien detalla que «eso hay que trabajarlo» a lo largo de varios  meses y que, «por eso no todos superan la fase responsabilización, debido a que se detecta en esas diez sesiones que no están preparados y que piensan, incluso, que las víctimas de toda su situación son ellos».

La segunda edición se está ya preparando con el buen sabor de boca que dejó la primera, en la que  «todos los internos participantes dieron una valoración muy positiva por lo que les había aportado la posibilidad de ponerse en el lugar de la víctima y asumir el daño que habían hecho». Blanco recuerda que son «valoraciones anóminas» y de «personas en el tramo final de su condena, con lo que no tenían necesidad de mentir». Además, los participantes en este programa «no obtienen ningún beneficio, porque no varía nada en su regimen de vida en prisión».