«He de confesar que uso la Wikipedia para consultar dudas»

M.Rodríguez
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Teófanes Egido López recogerá hoy el Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades, en su edición correspondiente a 2020.

Teófanes Egido - Foto: Jonathan Tajes

E l historiador salmantino, pero vallisoletano de adopción, Teófanes Egido López recogerá el 21 de abril el Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades, en su edición correspondiente a 2020. El excronista de Valladolid ha sido reconocido «por su permanente y brillante dedicación a la docencia e investigación histórica, que ha proporcionado a la historiografía del siglo XVIII hispano unas vanguardistas líneas de investigación con una especial incidencia en la historia de las mentalidades».

¿Qué significa para alguien con su trayectoria un premio como este?

Es un motivo agradecimiento a quienes me lo han otorgado. Es un premio que quiere reconocer más que a la persona, aunque sea un tópico, lo que significa la historia. Lo agradezco, pero no sin reconocer que hay muchos como yo, que han hecho tanto por la historia de Castilla y León o de donde sea. Pero no voy a andar con esa humildad de que son mucho mejores que yo, que estoy convencido de ello, pero no lo digo.

Esa humildad ha hecho que haya dedicado su vida al estudio y la docencia, que es una etapa que aparcó hace años. ¿Hecha de menos el contacto con los alumnos y enseñar todo ese conocimiento que acumula?

El contacto directo de las clases, de estar con los alumnos, como se estaba antes, sí, pero no como se está ahora, que compadezco a los profesores. El contacto directo ayuda frente al desánimo de esta situación actual. Pero sigo enseñando, ahora de otra manera. Me jubilé, en buena parte, para meterme en el Archivo de Simancas, pero la verdad es que no he tenido tiempo por las muchas peticiones que me han llegado. 

Esta vocación por la investigación en un país donde no se apoya lo suficiente, ¿cómo se mantiene?

He tenido la suerte de estar en la Universidad, y allí se fomentaba y ayudaba. En mi etapa universitaria se enseñaba e investigaba. Aquí está muy facilitada la investigación en la Historia Moderna (desde los Reyes Católicos hasta la Guerra de Independencia) porque tenemos un archivo riquísimo, por el que han pasado los mejores historiadores.

¿Está suficientemente valorado todo ese legado que se custodia aquí o hacen falta más figuras como la suya que lo pongan en valor?

Creo que sí. Se valora y se cuida desde que lo conozco, incluso ha sido mimado por sus directores. 

¿Es necesario estudiar la historia para no volver a repetirla?

Efectivamente. La historia ayuda a conocer, a mirar, a comprender, a explicar los motivos de todo acontecido, pero a remediar males futuros no ayuda. Lo estamos viendo en esta época que para nosotros es histórica. Es algo tan inesperado, tan excepcional, que no podíamos ni mucho menos que prever que iba a suceder. Y los historiadores no ayudan a evitar estos males, pero sí a conocer que en otros tiempos, que creíamos muy superados, hubo situaciones muy parecidas, pero eran otras circunstancias y  otros los remedios.

¿No ayuda quizás porque exista un déficit de formación cultural en la población?

Sí. No se le da importancia que merece. Hoy en día vamos a unos tecnicismos imprescindibles, a investigación de otro tipo, pero no se valora tanto lo humano, las Humanidades propiamente dichas, que son imprescindibles.

 

¿Y falta razonamiento y reflexión en la metodología de enseñanza?

Creo que acontece eso también. En determinadas circunstancias, o casi siempre, no es imprescindible saber qué ocurrió, pero si saber cómo se reaccionó para comprenderlo. A veces no hay que andar como un reformista de todo, como si no hiciesen caso, porque sería inútil.

¿Siente que el valor del estudio, de razonar o buscar respuestas se condensa cada vez en menos lugares y se aleja de la sociedad?

Más que alejarse es que no se siente obligada a ser sensible a esto. Lo vemos en la historia, incluso en su valoración política y social va decayendo. No se valora el pasado, que es humano, cómo se vivía y cómo se afrontaban las cosas para aprender. 

Las redes son ahora el altavoz mediático, como los púlpitos de las iglesias hace siglos. Aprovechando este premio, ¿qué mensaje lanzará a la sociedad castellano y leonesa?

Te voy a confesar que no sé dar mensajes (se ríe). El historiador no es un mensajero, ni un moralista.

Pero también es sacerdote.

Como sacerdote es distinto. Eso es la vida de todos los días. Una cosa es el historiar y otra cosa es el vivir. Y el compromiso personal de fraile y de cura es confortante porque es donde se ve que se puede ayudar, que te ayudan mucho, incluso a veces te ayudan más a ti que lo que tú puedas ayudar. Me gusta decir misa para aquellos que la necesitan, que la oyen y que la quieren, y también confesar. Esto es casi lo principal en la iglesia de San Benito, tan enorme y donde acuden tantas personas. Mi vida es la Historia, pero sin desvincularla de estas otras actitudes más humanas.

¿Cómo ha conseguido conjugar estas dos facetas? ¿Se complementan?

No se contradicen. La investigación sí ha chocado. Por ejemplo, si se venían interpretando determinados acontecimientos a determinados personajes de una manera y con la investigación te das cuenta de que no es así, salen ganando. Pero no hay contradicción, al contrario, la vida religiosa ayuda. Y si te encuentras con que Lutero no es cómo se decía, gracias a que se acercan a él y que Santa Teresa no se puede explicar sin tener en cuenta que era descendiente de judíos, algo que no se admitía hasta que un investigador de Valladolid, Narciso Alonso Cortés, descubrió lo que yo después pude publicar, que es todo el proceso de hidalguía. Además, estando en una comunidad como la mía, que valora mucho todo esto, no he encontrado dificultades sino que todo lo contrario.

 

Está en una comunidad en el centro de Valladolid, una ciudad de la que fue cronista durante 17 años. ¿Qué implicó ese reto?

Más que un reto fue un regalo que me hicieron cuando me jubilé de la Universidad. Sí que agradecí que el Ayuntamiento de entonces me lo ofreciera. Éramos amigos, el alcalde y los portavoces; no es mérito. Hacía mucho tiempo que no había cronista y me lo propusieron o más bien me lo impusieron, una imposición encantadora. Y realmente me gustaron los encargos, las investigaciones,… Yo soy de Salamanca, pero casi criado en Valladolid, en Medina del Campo.

 

¿Qué es lo que más le sorprendió de lo que descubrió en esa etapa?

Descubrí que el pasado de la ciudad estaba más investigado de lo que en principio creía. Ha tenido historiadores muy buenos. Javier Burrieza está estudiando y dando a conocer algunos de estos historiadores que no suenan, como Martí Monsó, no puedo nombrarlos a todos. Los centenarios, como se celebran tanto, era uno de los quehaceres que me encargaban como cronista.

¿La historia más reciente, la del siglo XX, se ha maltratado?

La historia del siglo XX ha sido ajetreada, pero sí que enseña circunstancias parecidas a las de ahora. Y en Valladolid se ha cuidado. En esto ha ayudado el Ayuntamiento, que la da a conocer con el programa de ediciones muy fecundo. Esto favorece el conocimiento.

También ha colaborado, en un segundo plano como impone su discreción, con escritores como Jiménez Lozano y Delibes. ¿Cómo se fraguaron estas colaboraciones?

Tuve la suerte de ser amigo de Pepe (Jiménez Lozano), un gran escritor, y también de Miguel Delibes. Con Pepe tenía muchas charletas. Cuando escribió El Mudejarillo me lo hizo leer tres o cuatro veces antes de publicarlo. Y yo encantado porque creo que es de lo mejorcito que se ha escrito sobre San Juan de la Cruz, un paisano casi suyo. Y de Delibes también fui muy amigo y profesor de sus hijos, y los quiero mucho. Germán al ver que iba a trata una cosa del siglo XVI, como eran los autos de fe, me dijo que le podía ayudar. Y así entramos en contacto y tuvimos muchas conversaciones, pero El Hereje es de Miguel Delibes. Yo le decía cosas puntuales sobre fechas, pero para que se vea que yo no influía, puso lo contrario a lo que le decía. Y así salió: muy bien.

 

Aunque ahora la fuente de consulta más habitual para documentarse es Wikipedia no los eruditos. ¿Cómo se desenvuelve en ese mundo virtual y de lo inmediato?

Yo, actualmente, he de confesar, y lo agradezco, que acudo a la Wikipedia en muchos momentos. Si estoy leyendo cosas del siglo XVI, me sale algo de Fray Luis de León y quiero recordar en qué año nació pues acudo a ella. Puede equivocarse, pero por lo menos te orientas. Estoy agradecido a estas posibilidades de información, que me sorprenden por inmensas. A veces buscas un libro, por ejemplo, sobre Santa Teresa en el siglo XVI y vas a Biblioteca de Castilla, a la parte digitalizada, y allí está. Aunque hay que andar con cuidado para algunas cosas, pero como medio de información y ayuda estoy encantado.

Esos medios y esta pandemia han contribuido a una sociedad más individualizada. ¿Le preocupa este individualismo? ¿Cómo valora el comportamiento social?

Lo que dice del individualismo, de la persona, del yo es algo evidente. El hecho de que no pueda verte la cara, los labios, ver sonreír y que no pueda tocar o acariciar. Ver la expresión es lo que más me gusta cuando hablo con las personas. Se está acentuando muchísimo el individualismo, el miedo al otro, incluso. Pero hay tanto efectos en esta situación totalmente inesperada. Históricamente ya inexplicable, pero ahí está. Y hay tantas incertidumbres, reacciones y consecuencias.

 

Y en su faceta como sacerdote, ¿nota que acude más gente a las iglesias en busca de consuelo?

Sí, para católicos y para todos los que son respetuosos es un consuelo, pero no se pudo dar en los tiempos más duros de la pandemia, cuando no pudimos ayudar hasta que se abrió un poco. Y en lo de ir a la Iglesia se ha notado, cuando se ha hecho lo posible, hacer accesible ese deseo, pero hay muchas cosas que están vedadas por exigencias de Sanidad. En cuanto se pudo comenzamos a confesar en las capillas, con las distancias, pero los confesionarios clásicos, no se puede. Ha habido tiempos en que las iglesias han tenido que estar herméticamente cerradas, después abiertas un poquito, y se ha notado. Ahora mismo sí que vienen más gente, pero lo que noto es que no vienen muchas personas mayores. Yo como soy viejo, y digo viejo porque me encanta esta palabra castellana, entiendo que hacen bien no viniendo hasta que no esté todo bien. Pero, sobre todo, echo de menos a los niños.

Habla de los viejos, ¿en esta pandemia ha habido un cambio social en el trato hacía ellos? ¿Se les ha sacrificado?

Creo que no se nos ha sacrificado ni se nos quiere olvidar, pero es que las circunstancias son como son. Yo creo que a los mayores se nos mira siempre con cariño, sabedores, como somos, de que han sido las víctimas principales, y me da la sensación, incluso, de que se puede haber acrecentado ese cariño hacia los viejos por estas soledades.

¿Ha estado trabajando en algún nuevo proyecto durante este tiempo de encierro?

No en obras, sí en colaboraciones y demás. Bueno, ha salido una obra sobre Lutero porque tenía los materiales, y alguna cosa de Santa Teresa. Esto ha favorecido la investigación de los materiales a los que se puede acceder desde casa. Y también que se multipliquen las reuniones virtuales, donde sí que se ve la diferencia con lo presencial, y no es la mismo.