Mucho más que una hamburguesería

M.B
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Mariano Verdugo lleva más de 40 años entre fogones, los últimos 23 en Burguer Los Robles, con uno de los menús del día más económicos de Valladolid

Mariano Verdugo, en Burguer Los Robles, con su cocido de los jueves. - Foto: Jonathan Tajes

Es jueves y es día de cocido en el Burguer Los Robles. Mariano, segoviano de Cuéllar, lo tiene todo preparado. Los garbanzos a remojo desde el día anterior; la carne, la olla... «Es para 22 raciones pero si hay que poner una segunda, se pone», señala desde la cocina mientras prepara un pedido. Dos horas a fuego lento, paciencia, buenos productos y la mano del cocinero –con cerca de 40 años de experiencia– dan como resultado una de las enseñas de este establecimiento ubicado en el barrio de Puente Jardín. 

Porque en el Burguer Los Robles no solo hay hamburguesas, que las hay y de éxito. Hay patatas, sandwiches, raciones, platos combinados, perritos... y una cocina cien por cien casera con un menú del día de los más económicos de la ciudad (10 euros, incluido el domingo).

Los Robles lleva 23 años abierto en la calle del mismo nombre de uno de los barrios más jóvenes de Valladolid, ubicado en la zona norte, cerca de La Victoria. 

Hasta allí se fueron Mariano Verdugo y su mujer, Fuencisla, hace casi un cuarto de siglo desde la Yeinss, en Las Delicias: «Queríamos abrir algo nuevo y encontramos este local. La verdad es que cuando nos vinimos solo estaban en pie este bloque y el de enfrente». 

Y hasta Puente Jardín llevaron parte del éxito de la Yeinss (donde estaba Mariano con su cuñado), con la plancha y las hamburguesas como principales referentes, y con un menú del día basado en comida casera, con la cuchara en invierno y las ensaladas y primeros más ligeros en verano: «Al principio nuestros clientes eran sobre todo albañiles de la zona y muchos antiguos de Las Delicias, que nos conocían y querían seguir con nosotros».

En la barra mandan Fuencisla y Ruth, pero de la puerta de la cocina para dentro es Mariano. Lleva casi cuatro décadas entre los fogones, desde sus comienzos en la fonda, el San Francisco de su Cuéllar natal. Allí comenzó como camarero para pasar a ayudante de cocina de Rufino Muñoz, «el que me enseñó todo de este oficio». Rufino se vino a Valladolid al Centro Segoviano y Mariano no lo dudó: «El primer año íbamos y veníamos todos los días desde Cuéllar». Era 1980 y ocho años después se embarcó en la Yeinss para abrir en 1998 su Burguer Los Robles, con estética americana e incluso un logo que recuerda a las hamburgueserías de allí: «El dibujo es original y hecho a mano por Daniel, hijo de Rufino. Y el nombre que acompaña, Stela, es por mi hija, Estela». 

Tras llegar a tener, incluso, Los Robles 2 en La Victoria, ahora centran sus esfuerzos en el local que les hizo atraer a la gente de su barrio y de otros de alrededor: «E incluso de Rioseco». 

Su éxito radica en las hamburguesas, con un pan del tipo mollete que llega desde sus inicios de las manos de Víctor, panadero en Boecillo; con una carne que proviene del mismo proveedor de toda la vida; y por la mano con la plancha de Mariano: «A mí me gusta jugosa, pero nos adaptamos a los clientes y a sus peticiones». De su carta, la hamburguesa que más se vende es la Stela, aunque hay variedad, y mucha.

Pero desde sus inicios apostaron por algo más, por ese menú del día que les ha ido consolidando... y desde hace unos años ya en el circuito de imprescindibles de los cocidos.

«Los jueves es el día del cocido, como el domingo, el de la paella. El resto ofertamos dos primeros, dos segundos, postre y bebida», señala Mariano de su menú, de lunes a domingo, al mediodía por esos 10 euros: «Ahora ya es tiempo de alubias, lentejas, potaje, garbanzos con gambas...». 

Con un comedor para unos 40 comensales y una terraza con siete mesas, Los Robles abre de nueve y media de la mañana a cierre de forma ininterrumpida, menos los lunes, el día de descanso. Además, mantiene su opción de recoger en el local.

Es jueves, día de cocido. La olla ya está lista, la carne, los fideos... «¿El truco? El producto por supuesto y la paciencia», sonríe Mariano mientras va rematándolo todo.

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