Los maceros del Ayuntamiento

Jesús Anta
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Los actos municipales más solemnes cuentan con la presencia de esta figura desde hace décadas

Dos maceros acompañan al alcalde de Valladolid, Óscar Puente. - Foto: Jonathan Tajes

Todos los actos más ceremoniosos que celebra el Ayuntamiento de Valladolid van acompañados de maceros. Por ejemplo, cuando se organizó la visita de los reyes a la ciudad en julio de 1858, el Ayuntamiento dispuso que la comitiva municipal que recibiera a Sus Majestades y Altezas Reales,  fuera precedida de los maceros. 

Los maceros municipales se han convertido en una representación de la dignidad de la ciudad, no exclusivamente de  la del alcalde. Por eso el Ayuntamiento de Valladolid, con ocasión de los fastos para celebrar el bicentenario del fallecimiento de Calderón de la Barca en mayo de 1881, envió a Madrid una comisión municipal acompañada de maceros.

Los maceros también han ejercido las funciones de porteros de la Casa Consistorial, y de porteros de sala para atender a los requerimientos de la Alcaldía cuando este recibía las visitas en los días de audiencia.

Los maceros están cuando se constituye el Ayuntamiento después de cada elección, cuando la corporación realiza visitas institucionales, como la que cada 23 de abril gira a la casa de Cervantes, cuando se vela algún ilustre fallecido: como ocurrió con Delibes o Rosa Chacel, cuando se recibe a personajes relevantes, en las procesiones y actos religiosos (por ejemplo en la celebración de la Patrona de Valladolid), o en las proclamaciones de reina y damas de las ferias cuando aquella actividad se hacía en los años 70.

Sabemos que en 1881 había en el Ayuntamiento cuatro porteros maceros, cuyo uniforme era de paño azul oscuro, y consistía en una levita hasta las rodillas con las vueltas de las mangas y bivos (sic) de paño fino morado y una línea de botones dorados; chaleco cerrado con una línea de botones también dorados y cuello muy bajo; pantalón con bivo del mismo paño dorado en el costado forrado con lino crudo blanco fino; y gorra del mismo paño con visera y el escudo de la ciudad bordado.

La vestimenta actual sustituye a otra que llevaban en 1946 y que se hallaba en mal estado. No solo estaba deslucida, sino que su hechura debía rayar en el ridículo, y al decir de los propios concejales, en nada favorecía el decoro de la institución municipal. Consistía en una vestimenta anacrónica compuesta de levita de media gala, calzón corto ceñido y como remate un cuello de pajarita y lazo. Pero lo más simpático es que ese atuendo tan estrafalario se complementaba con una gorra de terciopelo con pluma. Es decir, un atavío medieval para rematar una levita y una pajarita del siglo XX.

Para solucionar aquel desaguisado, se encargaron unas dalmáticas moradas con el escudo de Valladolid en pecho, espalda y mangas a las religiosas Adoratrices, y los jubones y calzones de terciopelo negro que van debajo de la dalmática, a una prestigiosa sastrería. Además se compraron nuevas gorras, medias y zapatos. En definitiva, el ropaje actual está compuesto de dalmática, traje de media corta, pantalón bombacho, escudo de la ciudad y, por supuesto, la maza. La dalmática es una túnica abierta por los lados, de manga corta y ancha.

Además de los ayuntamientos, también las universidades y las diputaciones que lo quisieron, pudieron disponer de sus propios portadores de mazas, con funciones similares.

Pesadas mazas

La figura de los maceros es una reminiscencia medieval, y los ayuntamientos solo podían disponer de ellos si el rey lo permitía. Los maceros eran personajes que representaban el poder y la autoridad real. Hay grabados  de Alfonso X el Sabio en los que se dibuja a los maceros que acompañaban al rey en sus audiencias. Eran un cuerpo de élite, diríamos ahora, exclusivo  para proteger a los monarcas y su séquito. Por ejemplo,  el 21 de mayo de 1559 entró en la plaza de Valladolid donde se iba a celebrar el Auto de Fe un cortejo de nobles y obispos precedido por dos maceros con mazas de oro. Se desconoce cuándo se creó en Valladolid el “cuerpo” de maceros, pero sí sabemos que en 1589 el municipio encargó dos mazas de plata y dieciséis años más tarde otras dos. La maza, auténtica arma en origen, se ha transformado en el caso de Valladolid en un bello objeto decorativo realizado en plata que mide 0,76 metros y  pesa nada menos que siete kilos.