La pandemia de los residuos plásticos

D.V.
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Las mascarillas son uno de los residuos más habituales de la lucha contra el coronavirus que, en ocasiones, acaba afectado a los ecosistemas

Residuos plásticos. - Foto: www.seaphotoart.com

Antes de la pandemia se había creado una amplia conciencia social a través de diversas iniciativas para poner coto a los artículos de usar y tirar. Las bolsas de plástico de la compra se retiraban y la adopción de una directiva comunitaria desterrará pronto algunos de los artículos de plástico de vida efímera como las pajitas, los cubiertos, los palitos de algodón…

Pero desde el año pasado, el uso de plásticos se ha vuelto a disparar de manera asombrosa con miles de millones de mascarillas y guantes,, desechos médicos y envases de comida para llevar.

Las mascarillas más comunes (quirúrgicas e higiénicas no reutilizables) tienen un fuerte impacto ambiental porque su vida útil es de solo cuatro u ocho horas. Si se prolonga más tiempo su utilización su eficacia ya no está garantizada.

Su aumento ha sido tal que los sistemas de reciclaje han colapsado en algunos países. Si no se toman medidas, más del 70% de este plástico terminará tirado en océanos y vertederos, y hasta un 12% será quemado causando contaminación y enfermedad en las zonas más vulnerables del planeta.

La contaminación plástica afecta de manera desproporcionada a personas, grupos y pueblos en situaciones vulnerables, pone en riesgo sus derechos básicos, salud y bienestar, y planteará obstáculos sustanciales para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, asegura un nuevo informe publicado este martes por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la ONG Azul.

La pandemia condujo a un repentino aumento de la demanda en España, y de todo el mundo, de equipos de protección individual (EPI), como mascarillas, guantes y botellas de desinfectante, generalizando su uso y con ello la aparición de un nuevo residuo plástico.

Según datos de la Fundación Ecomar, cada mes aparecen como residuo en las playas española alrededor de seis millones de mascarillas usadas y tiradas al suelo, lo que supone un peligroso repunte de la mala costumbre del usar y tirar.

Los ecologistas han alertado del «riesgo para la salud pública» que supone la «avalancha de residuos» generados, ya que cada mes se usan hasta 129.000 millones de mascarillas y 65.000 millones de guantes de un solo uso, algo perjudicial para la salud planetaria.

No solo mascarillas. Desde el inicio de la pandemia, según datos de distintos centros de distribución de bienes de consumo, ha habido un incremento muy notable en la venta de toallitas húmedas, un 49%, un dato preocupante, según Greenpeace y a la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEOPAS). El problema que venían sufriendo los operadores para la evacuación de las aguas residuales, y su posterior tratamiento, era ya importante, pues muchas de las incidencias de atascos y averías estaban provocadas por la acumulación de toallitas húmedas en las estaciones de elevación, sistemas de cribado, depuración, etc.

En Valladolid, Aquavall estima que el sobrecoste por la eliminación de toallitas alcanza entre el 10 y el 18% de su presupuesto, señalando que sólo la gestión y el transporte de estos sólidos cuestan 50.000 euros al año.

Y no solo eso, los microplásticos de estas toallitas causan graves daños a la fauna marina.

El aumento de la basura en tiempos de la covid-19 no se limita a los materiales de protección. El cierre de la hostelería y el corte de las cadenas de suministro han acumulado montañas de alimentos desperdiciados, cuya descomposición genera gases de efecto invernadero que agravan el cambio climático. También se ha disparado la venta online, lo que ha aumentado el consumo de envases desechables, y el miedo al contagio por objetos ha revitalizado los plásticos de un solo uso.

Cafeterías de todo el mundo tendían desde hace años a servir en recipientes reutilizables. Sin embargo, la pandemia ha frenado este hecho; tanto grandes cadenas como establecimientos locales han regresado a los vasos desechables, e incluso ciertas prohibiciones sobre otros plásticos y envases de un solo uso se han dejado en cuarentena.

Aunque se incrementen todos estos residuos plásticos, se espera que este aumento no se mantenga a medio y largo plazo. Tanto el avance científico en materia sanitaria, con el desarrollo de las vacunas para el virus, como la aprobación de normativa de protección ambiental, supondrá por un lado una disminución del volumen de residuos y por otro, una mejor gestión de los que se produzcan, generando una desescalada del uso de plásticos que mejoren la calidad ambiental del planeta.

Gestión de residuos. Para los domicilios en los que ninguna persona sea positiva o esté realizando una cuarentena, el reciclaje de residuos debe realizarse con normalidad como se venía haciendo hasta ahora. Además, las mascarillas y guantes deben depositarse en el cubo de fracción resto, en el caso de Valladolid capital, el cubo de inorgánicos.

Según se recoge en el Plan Integral de Residuos de Castilla y León, en Valladolid capital el sistema de recogida domiciliaria se realiza en dos fracciones: materia orgánica y envases/resto, aunque también existe la recogida selectiva de papel/cartón, vidrio y aceite vegetal. Por ello, cuando las instrucciones dictadas por el Ministerio de Sanidad hacen referencia a que los residuos de mascarillas y guantes deben tirarse en el contenedor de fracción resto, en Valladolid ese contenedor se corresponde con el de residuos inorgánicos.

Además, también conviene recordar la importancia de desechar mascarillas y guantes en papeleras y contenedores cuando se está en la calle. Los comportamientos incívicos contaminan el entorno urbano de la ciudad y pueden acarrear consecuencias económicas con multas que ascienden hasta los 1.500 euros.

Combatir la COVID 19 sin empeorar la salud del planeta

Entre los objetivos de la Estrategia Española de Economía Circular (EEEC) figura la reducción en un 30% el consumo nacional de materiales en relación con el PIB; reducir un 15% la generación de residuos y rebajar notablemente la generación de residuos de alimentos en toda la cadena alimentaria.

Mascarillas reutilizables. En muchos países, las autoridades reguladoras ya se han decantado por recomendar a los ciudadanos el uso de mascarillas reutilizables de tela, reservando las quirúrgicas y las de alta retención de partículas a quienes realmente dependen de estos recursos, los miembros del colectivo sanitario. Un estudio del University College London estimó que las mascarillas de tela lavadas a máquina y sin filtros desechables minimizan el impacto ambiental.

Más lavarse y menos guantes. Enfatizar en medidas de higiene como el lavado constante de manos, en lugar de optar por el uso de guantes desechables. Limitar el empleo de guantes solo para actividades indispensables, como las atenciones médicas o afines.

Envases individuales. Durante el confinamiento aumentó el empleo de otros productos fabricados con plástico, como los envases alimentarios y bolsas de plástico de los supermercados. Desde que comenzó el estado de alarma se ha detectado un cambio en los hábitos de uso de materiales plásticos: incremento de comida para llevar, embalaje protector para frenar contagios, entrega a domicilio, etc.

Evitar las toallitas. Las toallitas húmedas no son biodegradables, aunque se anuncien como tal. Están hechas de microplásticos y, algunas, con microfibras de celulosa. Contienen, por tanto, fibras sintéticas y sustancias que impregnan el tejido, como son conservantes, surfactantes e hidratantes, empleadas para inhibir la acción de las bacterias responsables de la descomposición de estos materiales. Las toallitas, y otros elementos plásticos, arrojados indebidamente a la red de saneamiento, además de producir atascos, se van desintegrando en microplásticos y terminan directamente en nuestros cauces, ríos y mares. Allí las fibras plásticas de estas toallitas pueden tardar más de 100 años en degradarse en fragmentos aún más pequeños.

Innovación en el reciclaje. Los EPI empleados en el sector sanitario en gran parte no son reciclables ni reutilizables, pero están surgiendo innovaciones sostenibles. En Estados Unidos, el fabricante de automóviles Ford está produciendo batas reutilizables a partir de materiales de los airbags que pueden lavarse hasta 50 veces. La Universidad de Nebraska está probando si la luz ultravioleta podría descontaminar y prolongar la vida de las mascarillas quirúrgicas y, por lo tanto, reducir los desechos.

Por su parte, un equipo de investigadores de la Universidad de Melbourne, en Australia, ha desarrollado un nuevo material reciclado para la construcción de carreteras en el que se han usado mascarillas faciales. El componente resultante cumple con todos los estándares de calidad y ha superado los controles necesarios para ser utilizado por la ingeniería civil.