La amistad de Chillida y Oteiza revive

Agencias
-

Una muestra en Valencia recoge 120 piezas de un fecundo período creativo de los escultores

El comisario de la exposición defiende el equilibrio que se ha logrado entre las aportaciones de los dos artistas. - Foto: Rober Solsona

Los años 50 y 60 fueron muy fecundos para los escultores vascos Jorge Oteiza y Eduardo Chillida tanto en la amistad como en su obra. Y fruto del trabajo de aquellos años hoy se puede ver en la Fundación Bancaja de Valencia una exposición única en la que se reúne por primera vez de forma conjunta piezas de ambos correspondientes a un período de «amistad muy íntima». Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. Diálogo en los años 50 y 60 es una muestra «curativa», que «concilia el legado» de dos figuras clave en la escultura europea del siglo XX y que nace casi dos décadas después del fallecimiento de ambos.

La selección, que brinda un «diálogo sin precedentes» entre ambos artistas, fue presentada ayer por el comisario de la exposición, Javier González de Durana, y el presidente de la Fundación Bancaja, Rafael Alcón.

El período escogido para este montaje abarca una década «muy relevante en la trayectoria de ambos donde su relación fue de reconocimiento mutuo y reciprocidad», según explicó Alcón. En este sentido, González agregó que los dos artistas vivieron un momento marcado por «una complicidad en el arte, pero también en lo personal».

«Esta exposición no va de los años de distanciamiento entre ellos, va de los años de amistad», remarcó el comisario de la muestra, quien añadió que «ellos han podido estar distanciados, pero las obras de arte no se pelean».

El recorrido expositivo ofrece una conversación entre sus pensamientos estéticos y sus realizaciones escultóricas, revelando en pie de igualdad las metáforas paradigmáticas de Oteiza y las metonimias sintagmáticas de Chillida.

La muestra cuenta con cerca de 120 obras, entre papel y escultura, de las cuales en torno a 50 corresponden a Eduardo Chillida y unas 60 a Jorge Oteiza. Esta diferencia numérica que rompe con el precepto impuesto por el propio comisario de «absoluta igualdad» entre los artistas, se compensa con la magnitud y el tamaño de cada obra. «Están equilibrados, no en lo numérico, pero sí en la presencia», apostilló González.