Veinte años del puente que integró la zona sur de la ciudad

Óscar Fraile
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El Puente de la Hispanidad cumple este domingo dos décadas desde que se inaugurara con un acto multitudinario tras una inversión de 2.500 millones de pesetas. La novedosa estructura se concibió para que fuera un icono de modernidad

Veinte años del puente que integró la zona sur de la ciudad

El 12 de mayo de 1999 la zona sur de Valladolid era un hervidero por la inauguración del puente de la Hispanidad. Una novedosa estructura que se había empezado a construir a finales de 1997 y que estaba llamada a conectar los nuevos barrios del sur de Valladolid con el resto de la ciudad. En realidad, este puente formaba parte de un proyecto urbanístico más amplio que también incluía la  ronda interior sur. Fue el equipo de Gobierno de Tomás Rodríguez Bolaños el que encargó una obra que finalmente costeó la Consejería de Fomento de la Junta y que contaba con un presupuesto de 2.500 millones de pesetas (poco más de quince millones de euros).

La inauguración se celebró con limonada, un espectáculo de fuegos artificiales y con actuaciones musicales. Eso sí, dentro de la nutrido presencia de vecinos, también hubo espacio para las protestas, tal y como recuerda el por entonces alcalde de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva. «Cuando llegamos apareció una gran pancarta de Candidatura Independiente, con la foto de Pedro Arias, y prepararon una cacerolada importante», señala. El motivo de la protesta es que esta inauguración se hacía poco antes de las Elecciones Municipales, para las que faltaba solo un mes y que volvería a ganar De la Riva. El exalcalde recuerda que cuando Rodríguez Bolaños aprobó el proyecto, en 1991, también lo hizo poco antes de unas Elecciones Municipales. Por entonces el presidente de la Junta era Jesús Posada. «Yo le decía a Jesús que menuda mano me estaba echando al firmar el proyecto con Bolaños en plena campaña electoral», recuerda entre risas.

Los ingenieros encargados del proyecto fueron Juan José Arenas de Pablo, fallecido hace dos años, y Marcos Jesús Pantaleón, y la ejecución de la obra corrió a cargo de una Unión Temporal de Empresas (UTE) formada por Ferrovial y Zarzuela. El propio Arenas, en un documento que escribió poco después de finiquitar el proyecto, reconoció que le sorprendió las expectativas sociales que había generado este puente: «Nunca había asistido a un acto en el que a un puente se le diera tanta importancia, la ceremonia de inauguración desbordó lo que podíamos esperar». Y eso pese a que este ingeniero tenía una vasta experiencia en la construcción de puentes por toda España.

Los impulsores de esta obra estaban obsesionados con que se convirtiera en un icono de modernidad y vanguardia. Así lo recordaba el propio Arenas: «El interés urbanístico de la ronda y del puente fue claramente percibido desde el primer momento, cuando los responsables municipales nos hicieron el encargo en 1991, con el deseo de que encontráramos un diseño que, siendo del todo razonable en términos de funcionamiento estructural y coste final, aportara valores de enriquecimiento del paisaje urbano, máxime cuando esa nueva ronda venía a servir al tráfico de los nuevos barrios, cuidados y residenciales, que se estaban desarrollando al sur de la ciudad, en la margen izquierda del Pisuerga».

Finalmente los ingenieros optaron por una estructura atirantada y asimétrica. «La solución proyectada y construida fue un puente atirantado bastante singular, en el que destacan dos pórticos elevados de hormigón de aspecto triangular, que combinando un mástil comprimido y un tirante inclinado en tracción, al que llamamos vela, dan lugar a una cabeza de hormigón cuidadosamente diseñada, de la que nace el abanico de tirantes que sustentan el tablero», explica la empresa Arena & Asociados. El puente tiene una longitud de 156 metros y una altura, marcada por las dos velas, de 25 metros. Consta de cuatro carrilles, dos en cada sentido, además de las dos aceras y los carriles bici. El ancho es de 34 metros.

origen del nombre. El origen del nombre de este puente también tiene relación con el desarrollo urbanístico de la zona en esos momentos. La rotonda que hay junto al centro comercial Vallsur, en la avenida de Zamora, está adornada con la escultura Columna forma del sonido, obra de Lorenzo Frechilla. Pues bien, el pedestal de hormigón sobre el que descansa tiene la forma de la proa de un barco que mira hacia el océano Atlántico, destino de las aguas del Pisuerga e inicio del camino hacia el continente americano. Y de ahí el nombre de puente de la Hispanidad o de Hispanoamérica.

Otro de los puntos fuertes de este puente es su iluminación. «Al caer la noche y encenderse los focos, los pórticos de hormigón se hacen blancos, adquieren luz propia y las barandillas, que incluyen trazos de iluminación vertical hacia dentro y hacia fuera del puente, definen con guiños su perímetro», escribió Arenas poco después de la inauguración.

Más allá del aspecto estético, esta infraestructura era completamente necesaria para una ciudad que en esos momentos estaba en expansión. «El puente beneficiaba a toda la zona, especialmente a los que vivían al otro lado del río, a los que siempre intentamos integrar en la ciudad, porque ya hay más de cien mil habitantes que viven allí», recuerda De la Riva. Es más, reconoce que tenía «cierta obsesión» por hacer puentes y pasarelas «e integrar el río en la trama urbana para que dejara de ser una frontera y se convirtiera en un espacio para hacer deporte y con un buen nivel de protección medioambiental».

Este puente se convirtió en el noveno de la ciudad. Pocos días después se inauguró el de la Condesa Eylo y hubo que esperar hasta el año 2011 para estrenar el último: el de Santa Teresa, cuya puesta de largo tampoco estuvo exenta de polémica, toda vez que algunos vecinos consideraban que no era necesario y que el tráfico que lo iba a atravesar arruinaba el entorno natural del parque de la Ribera de Castilla.

Actualmente el Ayuntamiento está realizando los trámites para que los dos puentes más antiguos de Valladolid, el Mayor y el Colgante, sean declarados Bienes de Interés Cultural.

pasarelas. Aparte de estos once puentes, la ciudad también cuenta con dos pasarelas peatonales: la del Museo de la Ciencia y la Pedro Gómez Bosque, que une Arturo Eyries y La Rubia. Sin embargo, el Plan General de Ordenación Urbana que está a punto de aprobarse contempla la construcción de otras tres: una entre San Quirce y la calle Mariano García Abril, otra entre la calle Pedro Niño y las calles Calixto Valverde y Antonio Royo Villanova y una tercera en el entorno del Callejón de la Alcoholera.