"Dedicaré la Espiga de Honor a las actrices españolas"

César Combarros (Ical)
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El actor vallisoletano Emilio Gutiérrez Caba recogerá la máxima distinción del certamen el 25 de octubre, en la Gala de Castilla y León

Emilio Gutiérrez Caba. - Foto: Ical

Fue uno de los rostros clave del Nuevo Cine Español tras protagonizar películas como 'La caza' (Carlos Saura) o 'Nueve cartas a Berta' a mediados de los sesenta, y con el nuevo siglo resurgió en la gran pantalla al conquistar su primer Goya con 'La comunidad', de Álex de la Iglesia. Emilio Gutiérrez Caba (Valladolid, 1942) recogerá el lunes 25 de octubre, en la Gala de Castilla y León en la Seminci, la Espiga de Honor por toda su trayectoria, un galardón que se suma a un brillantísimo palmarés donde ya figuran dos Goya, tres Medallas del Círculo de Escritores Cinematográficos, el Fotogramas de Plata a toda una vida en 2016, cuatro Premios de la Unión de Actores, el Premio de la Academia de la Televisión de España por su trabajo en la serie 'Gran Reserva', un Premio Sant Jordi a su trayectoria, un Premio Ondas, un Premio Max al mejor actor de reparto o la Biznaga de Plata en el Festival de Málaga.

¿Cómo recibió la noticia de que la Seminci, el festival de su tierra natal, le concederá este año la Espiga de Honor?

Me emociona mucho, es una distinción muy muy preciada dentro del cine español. Valladolid, junto con San Sebastián y Málaga, son los grandes festivales españoles. Me siento muy honrado y muy orgulloso de que me la vayan a dar y prácticamente al día siguiente se la entregarán a Mercedes Sampietro, que es una queridísima compañera mía de teatro y de cine. Es doble satisfacción compartir la Espiga el mismo año que ella. 

Nació en la calle Platerías por casualidad, en plena gira teatral de su madre. ¿Cómo es su relación con la ciudad?

Cuando era niño, cada vez que íbamos en un tren en dirección al norte de España, pasábamos por Valladolid, y mi madre siempre me decía: 'Como tú naciste aquí, va a salir la banda municipal a recibirte en el andén'. Durante toda mi infancia cuando el tren se acercaba a Valladolid yo me asomaba a la ventanilla para ver si estaba la banda municipal y me llevaba una gran decepción. Luego, a lo largo del tiempo, he llegado a sentirme muy orgulloso de haber nacido en Valladolid, que ha hecho méritos para considerarse una grandísima ciudad porque en este momento lo es.

¿Siempre se ha sentido querido en Valladolid?

Yo nunca he negado las causas de por qué nací en Valladolid y a los ocho días me sacaron de allí, pero siempre que uno vuelve allí recuerda esa tierra. Siempre me han tratado con muchísimo cariño: me dieron la medalla de la Diputación, me nombraron embajador del Teatro Calderón, y ese tipo de cosas a mí me llegan al alma y me causan una gran emoción.

¿Cuál es el recuerdo más especial que guarda de sus numerosas asistencias a la Seminci?

Quizá el de cuando fui jurado en 1994, el año que le dimos la Espiga de Oro a Kiarostami (por 'A través de los olivos') y premiamos también 'Vania en la calle 42' (de Louis Malle, que se alzó con el Premio Especial del Jurado en la 39 Semana). Ser jurado te hace situarte en un plano distinto y tratar con gente diferente. Aquella sensación de asistir a las proyecciones me hizo volver un poco a la infancia, con toda la magia y la ilusión de asistir al cine los sábados y domingos al programa doble en Madrid. Cuando fui jurado viví de una forma especial ese mundo del cine, de la oscuridad, el silencio y la complicidad con el resto de los espectadores. En el festival además tuve el placer de conocer a don Miguel Delibes, y siempre sigo las noticias de Seminci con un especial cariño por lo que significan para mí.

El próximo año se cumplen seis décadas desde su primera gira como actor teatral con Lilí Murati, cuando apenas tenía veinte años. ¿Siempre tuvo claro que lo suyo era la interpretación?

No, al principio no. En mi niñez asistía al mundo del teatro y del cine en la posguerra española, una posguerra dura, gris y fría, con todo lo que conllevaba porque además también había una guerra mundial. Aquello me dejó malamente marcado. Cuando fui adolescente mi padre me dijo: 'Si quieres seguir estudiando tienes que estudiar el bachillerato de ciencias, porque las letras no te van a dar de comer, o te pones a trabajar. Y decidí empezar a trabajar.

Tengo entendido que sus primeros pasos profesionales los dio en un laboratorio de cine.

Sí, estuve dos años trabajando en Madrid Film, unos laboratorios que había creado Enrique Blanco, un operador español de los años 20 que fue muy conocido en su momento. En nuestro piso de al lado vivía su familia, y mi padre habló con ellos y yo entré como aprendiz, cobrando unas 400 pesetas al mes. A los cuatro meses me ascendieron de categoría y pasé a cobrar 1.200 como ayudante de técnico de revelado en color. Allí revelé películas como '15 bajo la lona', de Agustín Navarro; las 'Sonatas' de Juan Antonio Bardem; 'María, matrícula de Bilbao', de Ladislao Vajda… 

¿Cuándo dio por cerrada esa etapa?

A finales de los 50, cuando mi hermana Julia, que había empezado en teatro unos años antes y que se había asentado muy bien, asumió la parte del gasto de mis estudios. En ese momento salí del laboratorio de cine y entré en el Instituto de San Isidro de Madrid, donde Antonio Ayora, había montado un aula de teatro. En ese momento vi otra perspectiva teatral diferente a la que yo conocía, y creo que ahí fue donde pegué el gran cambio. Antes de terminar el servicio militar ya había empezado a hacer teatro, 'Peter Pan' en Madrid y otras cosas. 

¿Quién le iba a decir a ese joven lo que le esperaba a la vuelta de la esquina…?

La vida es una pura sorpresa. A veces amplía tus expectativas y otras veces te las mengua. Pero si echo la vista atrás, uno no pensaba cuando empezó a dedicarse a esta profesión que podría llegar a un cierto nivel, incluso como para recibir la Espiga de Oro por su carrera. Yo creo que toda la gente de mi familia, que ya no está aquí, pero que estará, supongo, en alguna dimensión, debe sentirse muy contenta por un reconocimiento que, en el fondo, también es para ellos.

Hace 55 años se estrenó en España 'La caza', de Carlos Saura, y unos meses después 'Nueve cartas a Berta', de Martín Patino. ¿Aquellas dos películas cambiaron su vida?

Bueno, sí. Lo que pasa es que las expectativas que uno tuvo con dos películas de esa categoría no se vieron correspondidas con la realidad. En esa época estaba en auge el Nuevo Cine Español, con gente como Angelino Fons, Miguel Picazo, Manuel Summers, y una gran cantidad de directores y directoras como Josefina Molina, que también empezaba entonces. Uno creía que iba a dedicarse a esa rama del cine, rompedor, vanguardista, pero tiene que enfrentarse con la realidad, que es que ese cine tiene un recorrido y un camino, y luego hay otro cine, que es el que hacían Lazaga o Pedro Masó, donde yo también hice incursiones hasta que llegaron películas emblemáticas como 'La petición' de Pilar Miró (1976) o 'Viva la clase media', de José María González Sinde (1980), o 'La comunidad', de Álex de la Iglesia (2000). Ahora en Valladolid, a propuesta mía, se va a proyectar 'Vidas pequeñas', de Enrique Gabriel, que sorprendentemente pasó desapercibida porque tuvo una distribución pésima, con apenas tres o cuatro copias. Me parece una película coral preciosa y que vale la pena que la gente que no la ha visto pueda verla.

¿En el teatro cuál es el papel que más le ha marcado?

Hay varias funciones. Está 'Olvida los tambores' (1970), la primera obra que escribe Ana Diosdado, con la que tuvimos un notable éxito no solo aquí sino también en Argentina; luego es evidente que también está 'La mujer de negro', que ocupó varias temporadas en mi vida teatral; pero también está 'El sí de las niñas' (1996) de Moratín en versión de Miguel Narros, que me gustó mucho hacer; y una inolvidable versión de 'La verdad sospechosa' (1991), de Ruiz de Alarcón, dirigida por Pilar Miró, que durante un año fue el buque insignia de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y me permitió conocer a excelentes profesionales como Josep María Pou o Carlos Hipólito. Y de los últimos tiempos yo diría que 'Copenhague' es un texto maravilloso. Están eas obras y luego muchas más. La vida está hecha de pequeños trozos, no es un trozo solo (ríe).

En el cine mencionaba antes su papel en 'La comunidad', que le valió su primer Goya. 

Álex de la Iglesia vino a verme al teatro cuando yo estaba haciendo 'La mujer de negro' y me dio el guion de 'La comunidad'. Yo lo leí y pensé que ese personaje que me ofrecía tenía unas grandes posibilidades para poder hacerlo en un nivel estimable. Lo acepté, y es cierto que 'La comunidad' me llevó a otro nivel y me permitió redescubrir una serie de cosas. Al año siguiente me volvieron a dar otro Goya por 'El cielo abierto' y eso significó para mí un doble reconocimiento. Desde entonces he estado haciendo películas y programas de televisión de una manera más o menos continuada, lo cual es bastante difícil dado la discontinuidad laboral en este país.

Cine, teatro, televisión… está claro que es un actor todoterreno, ¿en alguno de esos campos se encuentra más cómodo que en el resto?

Nosotros, como decía Rex Harrison cuando estaba haciendo 'My fair lady', somos actores de teatro que hacemos cine. Sin despreciar que tanto en cine como en televisión hayan surgido grandísimas estrellas, o soy un actor de teatro que hace cine o televisión. Toda nuestra formación es siempre a través del teatro, donde la relación desde el escenario con el público, que empatiza o no con lo que le estás contando, te marca un baremo de aceptación o de cariño. 

¿Qué le llevó a presentar su candidatura como presidente de Aisge en 2018, dando el relevo a Pilar Bardem?

Por una serie de circunstancias, me ofreció la candidatura el vicepresidente, que en ese momento era Fernando Marín, el director general de la institución. Pilar ya estaba muy delicada de salud y había decidido no presentarse porque ya no podía, y se quedó como presidenta honorífica. También se presentó otra candidatura y salimos elegidos nosotros, afortunadamente con mucho respaldo. 

Con la pandemia de por medio, ¿está satisfecho con lo que ha podido llevar a cabo desde entonces?

Estoy bastante satisfecho de lo que ha hecho el equipo técnico. Esta sociedad de gestión es diferente, tiene una sensibilidad especial, y a causa de la pandemia, por desgracia, hemos tenido que atender a muchísima gente. Lo que hicimos fue reducir el fondo promocional, dejándolo en mínimos, de forma que todo el dinero que sobraba pasara al fondo social, para poder atender lo más importante, que es comer y vivir. En ese sentido toda la labor ha sido de la gente, de los técnicos de la sociedad, y yo desde el consejo de administración lo único que he hecho ha sido aprobar esas medidas.

Antes de recoger la Espiga, el próximo jueves 21 de octubre la Academia de Cine le entregará el Premio Pilar Bardem – Cine, Ayuda y Solidaridad. 

Es un premio para Aisge, que recogeré yo como presidente de una sociedad en la que quienes tienen el poder básico son la asamblea y el consejo de administración. Ese reconocimiento de la Academia de Cine, que yo agradezco muchísimo, es societario, es de la sociedad en sí, y lo dejaré en el despacho que ahora tengo asignado porque es un premio de la sociedad, aunque sea para mí como representante de ellos. 

¿Qué lugar ocupará en su extensísimo palmarés la Espiga de Honor?

Uno muy importante, por supuesto. Para mí está a la misma altura que puede estar un Goya o un Premio Ondas, la Espiga es un reconocimiento absoluto a una labor y tengo que considerarlo como tal.

¿A quién se lo piensa dedicar?

A las actrices españolas, a nuestras compañeras, que a veces lo pasan tan mal, que a veces sufren muchas injusticias y desequilibrio en los sueldos. Yo se lo voy a dedicar a ellas, a las mujeres, porque además las mujeres de mi familia han sido muy importantes para mí, y me han enseñado la importancia que tiene una mujer.