El legado de Pedro y Paula en Herrera

M.B
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Roberto y Asun Muñoz, y Paula Gil y Jesús Calvo nos abren las puertas del Mesón Casa Pedro en Herrera de Duero, un clásico del lechazo asado en horno de leña

Jesús Calvo, a punto de preparar un lechazo. - Foto: Jonathan Tajes

Es muy complicado encontrar a un vallisoletano o vallisoletana que no haya estado en el Mesón Casa Pedro en alguna ocasión. Aunque quizá le haya. Parece más complicado aún encontrar a alguien que no sepa dónde está. Para todos ellos, hablar del Mesón Casa Pedro es hacerlo de uno de los templos del lechazo en Valladolid, donde los sabores tradicionales mandan por encima de todo y donde la cercanía en el trato es una de sus señas de identidad. 

Situado en Herrera de Duero, a unos 15 minutos de la capital, abrió sus puertas el 30 de marzo de 1988. Así que hace un mes cumplió 33 años y, como buen adulto, en perfecto estado de salud. Mantiene la misma idea con la que comenzó de la mano de Pedro y Paula (Pedro Muñoz y Paula Sanz) y de sus hijos, Roberto y Asun. Hoy con estos dos últimos, más Paula Gil y Jesús Calvo, al frente. «Mis padres tenían una carnicería en el pueblo, carnicería Pauli, y pensaron en vender esa carne en un restaurante... así surgió el Mesón», recuerda Roberto. El nombre es obvio: si la carnicería llevaba el de la matriarca, el establecimiento hostelero, el del patriarca.

Así que a finales de los 80 abrió sus puertas como un restaurante para unos 60 comensales más una barra: «Ya con horno de leña y ofertando el lechazo». Fue creciendo poco a poco, año a año, «según veía mi padre que se iba llenando, lo iba ampliando», hasta llegar al local que hoy se encuentra en la carretera El Puente, 4, con una capacidad, sin las restricciones por la pandemia, para 550 comensales, con varios comedores interiores, exteriores, sala de fiestas...

A pesar de ese crecimiento, la esencia sigue siendo la misma. «Nuestra gastronomía se caracteriza por el lechazo asado y por las carnes a la brasa, el chuletón, las chuletillas... y, por supuesto, por el cuchareo, como el cocido de los jueves», añade Roberto Muñoz, que no deja atrás un buen «rape empiñonado o pescado de mercado». Es decir cocina tradicional y con el mercado siempre por bandera. Con seis personas entre fogones y otras seis atendiendo en un día normal, uno de sus secretos es, precisamente, el personal: «La primera clave es el producto, luego el trato y la cercanía con la gente. Nuestros trabajadores son de muchos años y conocen el oficio». 

La carta es de sobra conocida por una clientela «que repite». Es siempre la misma, con la inclusión de platos de temporada, como el espárrago de Tudela en esta época. «Nos gusta que la gente sepa a lo que viene aquí. Que no tenga que preguntar lo que hay en la carta, sino que ya sepa lo que quiere».

Esa clientela se ha ido ampliando. Y no solo es de Valladolid. De hecho, una de sus principales fuentes es el turismo: «Estamos marcados en los viajes». Casi siempre por ese lechazo del que asegura que no hay secretos: «Siempre lo dice mi cuñado, Jesús. Lo importante es la materia prima, el horno de leña y el asador. Tratar con cariño el horno».

Con la pandemia reconoce que ha bajado el consumo del lechazo (podían asar unos 40 por semana), aunque el ingenio les ha hecho sacar al mercado el lechazo envasado al vacío, algo que ya tenían en mente, desde 35 euros: «En 24 o 48 horas llega a cualquier punto de España. Está preparado para que con un golpe de calor al horno de media hora esté listo para consumir». En Navidades fue un producto con una alta demanda.

Abierto de martes a domingos, aunque matizando que desde hace un año cada lunes miran el Bocyl para ver si pueden hacerlo con interior o solo exterior, o con restricciones de horas, son muy conocidas sus jornadas del lechazo asado al horno de leña de enero y febrero, que este año tuvieron que suspender. Y, por supuesto, es un local de referencia para bodas, comuniones o celebraciones, aunque este año, con la pandemia, el trasiego de reservas es continuo. «El día a día es lo que nos está permitiendo funcionar», aseguran.

Pedro y Paula hoy ya están jubilados. Pero su legado sigue en el mismo sitio. Ahora con Roberto, Asun, Paula y Jesús: «Esto es un equipo. Somos familia y equipo».