Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Alemania

07/10/2021

El país al que acudieron miles de paisanos nuestros para buscarse la vida en los años cincuenta y sesenta, cuando no siempre el trabajo que faltaba en los pueblos se encontraba en la capital. El país que perdió dos guerras, heredero del Imperio Austrohúngaro, eficaz aparato administrativo y cultisima corte. Destino soñado de los estudiantes de Erasmus, comandante económico y política de la Unión Europea. Alemania acaba de celebrar elecciones generales.
Y nos han dado una lección de nuevo. En anteriores procesos nos mostraron el camino del progreso mediante la concertación de fuerzas coaliciones que para nuestro «guerracivilismo» resultan ser utópicas. Ahora nos ofrecen lecciones tales como que puede ser canciller el ministro de economía del gobierno saliente, al frente del cual figuraba Merkel, perteneciente al partido contrario y perdedor. O el izquierdismo civilizado y no radical de los Verdes, decisivos en la formación de un gobierno en el que los liberales no le harían ascos a pactar con la izquierda. O el porcentaje de voto por correo, nada menos que el 40% del censo electoral.
Siguiendo la campaña alemana comprobamos cómo sus mensajes tienen un tono que por aquí sería reputado de blando. La misma tarde de las elecciones, al poco de cerrar las urnas, se celebró el «debate de los elefantes»: en un plató de televisión aparecen los candidatos y se expresan de modo que el que ha ganado relativiza, el que ha perdido, lo reconoce, y se mojan sobre qué opciones de pactos se abren.
Alemania ha vuelto a dar una lección: ahora que se va a recomponer el puzzle en que se ha convertido su panorama político, convendría que no le quitaramos ojo de encima los países como el nuestro donde el frentismo sigue confundiendo los fines y los medios.