El botellón se dispersa por los nuevos barrios del sur

M.B
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El fenómeno juvenil continúa latente en la capital en parques y zonas de difícil acceso. La llegada del buen tiempo enciende de nuevo las alarmas de las administraciones

Jóvenes en un parque de la zona sur, donde se celebraba el botellón durante el que se cometió la presunta agresión. - Foto: Jonathan Tajes

El botellón no es un fenómeno nuevo. Lleva años centrando parte de las preocupaciones del Ayuntamientos y de los cuerpos de seguridad, principalmente de la Policía Municipal, en Valladolid. Y la llegada del buen tiempo, con los 20-25 grados que se esperan este fin de semana, vuelve a encender las alarmas ante la posible concentración masiva de jóvenes, con el consecuente consumo de alcohol, en las zonas por excelencia para ello, que desde la Policía apuntan a parques «donde menos llaman la atención o tenga una accesibilidad complicada para nosotros».

La dispersión es la principal característica de los botellódromos en la ciudad, entendiendo como tales los lugares donde se citan los jóvenes para reunirse en grupos y consumir, principalmente, bebidas alcohólicas. El Peral y Santa Ana, en la zona Sur; la Rosaleda y Las Moreras, en el centro; el parque Ribera de Castilla, en Rondilla; Ribera de Curtidores, cerca del antiguo Cuadro; el parque de Los Almendros y el Mirador del IES Julián Marías, en Parquesol; La Paz y San Isidro, en Delicias; la zona de las Universidades, Fuente El Sol... el punto de mira se disemina por los barrios de la capital; aunque en las últimas fechas se ha centrado en la zona sur, y en las urbanizaciones de El Peral y Santa Ana.

En ella se produjo a mediados de febrero una presunta agresión sexual a una menor durante un botellón, que acabó con tres jóvenes de la misma edad, 16 años, ingresados en Zambrana investigados por el hecho. Y allí, en dos puntos identificados, es donde se concentran viernes y sábados tarde-noche muchos jóvenes no solo de esa parte de la ciudad, sino de otros puntos que se desplazan hasta allí. El espacio verde entre la calle Alcaparra y las obras de varias constructoras es uno de los elegidos para la concentración de jóvenes. La otra es la parte rehabilitada que hay entre la urbanización de Santa Ana y el río Pisuerga, con vegetación en la zona más cercana al afluente; y con algunas casas abandonadas que son usadas por la dificultad de acceder a ellas.

Curiosamente, la pandemia de la covid no ha traído como consecuencia un repunte del fenómeno del botellón. O así se entiende desde las administraciones. De hecho, en lo que va de año, la Policía informa de tres intervenciones llamativas en cuestión de botellones, y ninguna de las tres se ha situado en esas principales zonas de reunión.

A saber. Las tres han sido por fiestas privadas o en terrazas de bares. Una en el barrio de Parquesol, en un local -una antigua tienda- en el que se celebraba una fiesta ilegal con 18 jóvenes, todos entre 18 y 26 años. Otra en la zona de la plaza de Universidad, en la calle Librería, con 26 actas por no hacer uso de la mascarilla obligatoria. Y la tercera en una nave de la calle Cobalto, con 13 personas denunciadas por desobediencia, además de un acta por tenencia de sustancias estupefacientes. «No hay más intervenciones de botellones en la ciudad ni el año pasado ni lo que va de éste», señalan desde el cuerpo de seguridad, que matizan que desde agosto hasta diciembre sí se dieron varios episodios de botellón en parques, como los de El Peral y Parquesol. Aunque sí ha habido más actuaciones puntuales, como en un local de la calle Barbecho (barrio de Huerta del Rey), con once actas por no llevar mascarilla, otras tantas por incumplimiento del toque de queda, nueve por desobediencia y otra más al propietario del local por tenerlo abierto. Todas ellas siguen el mismo patrón: locales o bajos comerciales en desuso.

De esos famosos botellones nada o poco. Aunque en la ciudad aún se recuerda el de mediados de noviembre en el parque de Los Almendros, en Parquesol, por su repercusión en redes sociales. «No son números. Son padres, madres, hermanos, hijas», señaló en su momento el vicepresidente de la Junta Francisco Igea, que añadió: «Todo puede empezar aquí en ese botellón». Las imágenes eran claras, un buen número de jóvenes, muchos sin mascarilla y sin guardar distancia de seguridad, reunidos en una de las zonas más habituales de la ciudad.

Y no solo se recuerdan de ese estilo, sino que vecinos de diferentes barrios ponen el acento en la concentración continua de jóvenes con alcohol en sus parques o en naves abandonadas, como en el Paseo Cid, en el Pinar de Antequera, en la carretera Rueda... «Es probable que llamen más la atención por el momento en el que vivimos, pero realmente no es un comportamiento que haya subido», se matiza desde la Policía Municipal, que asegura que por el momento no se ha producido ese repunte pese a la incidencia de la covid y de la imposibilidad de acudir a bares nocturnos por el toque de queda; ya que, incluso, apuntan que el fenómeno de los botellones se ha dado en mucha menor medida que en los años anteriores.

 A pesar de ello, desde el levantamiento del toque de queda del año pasado, han sido denunciados más de dos centenares de jóvenes por botellones (15 en junio en Las Moreras, 36 en la noche de San Juan, en zonas como el camino del Cabildo y Las Cumbres; 4 en la plaza Santa Brígida y otros 13 en el parque de Las Norias en julio;11 en agosto en Fuente El Sol; seis en la calle del Doctor Villacián en septiembre; casi 60 en noviembre, entre ellos 10 en el Pinar de Antequera, otros 7 en el Paseo Cid y seis más cerca del río Pisuerga; ocho en febrero en una nave en la carretera de Rueda, entre otros) e incluso la residencia universitaria mixta San Felipe Neri llegó a expulsar a 14 jóvenes de su centro por la celebración de un botellón de una de las habitaciones en noviembre. Hasta el punto de que el Ayuntamiento decidió vallar el parque de Las Moreras para evitar la posibilidad de que se celebren botellones con motivo de las ‘No fiestas’ del pasado septiembre. El botellón lleva años siendo un ‘fenómeno social’.