El heredero se lleva el mayor castigo

Agencias
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Griñán, que sustituyó a Chaves al frente del PSOE andaluz y de la Junta, es el exdirigente más damnificado de la sentencia de los ERE

El heredero se lleva el mayor castigo - Foto: María José López

La primera sentencia del caso de los ERE, comunicada ayer sin filtraciones previas, dejó con mala cara, que no pudieron disimular, a los 19 ex altos cargos de la Junta de Andalucía condenados a un total de 68 años de cárcel y 253 de inhabilitación. Esperaban penas duras, pero quizás no tanto. El presidente regional entre los años 2009 y 2013, José Antonio Griñán, fue de los que llegó con peor semblante, que recuperó en parte durante la espera gracias a los abrazos y las muestras de afectos de subordinados y compañeros. Sin embargo, cuando conoció que la Audiencia de Sevilla le condenaba a seis años de prisión y 15 de inhabilitación, no pudo ocultar su malestar y se fue del edificio con peor cara con la que llegó. Y es que esta trama que ahora le puede llevar a la cárcel, también quebró parte de la buena relación con su predecesor, Manuel Chaves, y le costó el cargo, según él abandonado «por motivos personales», aunque siempre bajo la sombra del caso.

Griñán, que tras declarar ante el Tribunal Supremo como imputado, dijo a los periodistas que no creía que «hubiera un gran plan, pero sí un gran fraude», es el principal político damnificado en un caso que juzgaba a una década de Gobierno andaluz, en el que antes de suplir a Chaves, él ostentó la cartera de Economía y Hacienda. Es precisamente el cargo de consejero el que ha inflado la condena, ya que desde este Departamento se realizaban los Presupuestos donde estaba la partida malversada.

Madrileño de nacimiento y profesor del Derecho del Trabajo por estudios, su primer cargo fue el de viceconsejero de Trabajo del Gobierno autonómico en 1982, aunque su carrera política se consolidó con la llegada de Chaves a la Presidencia de la Junta en 1990, cuando le nombró consejero de Salud y, sobre todo, a partir de 1994 cuando regresó a la política regional, después de haber sido ministro de Sanidad  y de Trabajo, como consejero de Economía.

Accedió al cargo de presidente de la Comunidad en abril de 2009, después de la dimisión, precisamente, de Chaves. Un año después de que le pasara el testigo en la Junta, Griñán relevó también a su antecesor como secretario general de los socialistas andaluces, cargo que ocupó desde febrero de 2012 hasta julio de 2014. Esa sustitución en el partido fue clave para el distanciamiento entre los dos dirigentes que, hasta entonces, compartían muchos momentos al margen de la política. No era extraño, por ejemplo, verles juntos en algún cine de Sevilla disfrutando de una buena película, una pasión compartida por ambos. 

Sin embargo, una vez nombrado presidente regional, Griñán quiso acabar con la bicefalia en la secretaría general del PSOE andaluz, lo que obligó a convocar un congreso extraordinario que, en marzo de 2010, puso fin a 16 años de liderazgo de Chaves.

La vieja guardia del PSOE andaluz quedó relegada y se abrió una nueva etapa en la que Griñán manejó los tiempos políticos imprimiendo su sello personal, lo que desconcertó en no pocas ocasiones a sus propios compañeros. Alejado hasta entonces de la vida orgánica de partido, depositó su confianza en un equipo joven que, transcurrido el tiempo, tuvo como cabezas más visibles a Mario Jiménez y Susana Díaz.

En 2012, fue protagonista de la primera derrota en las urnas de su partido en la Comunidad. Nunca en democracia otra formación les había superado en unas elecciones. Sin embargo, el PP se proclamó triunfador sin mayoría absoluta, lo que permitió a los socialistas seguir gobernando gracias a un pacto con IU. 

Apenas un año después, y con la sombra de los ERE planeando sobre su cabeza, abandonó ambos cargos -en el Gobierno autonómico y en la formación de la rosa- dejando como sucesora a Díaz.