La sexta ola acumula el 41% de los contagios de la pandemia

A. G. Mozo
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Valladolid aglutina en el último mes y medio 48.510 de los 118.851 positivos registrados en estos casi dos años de coronavirus. Las infecciones triplican las de la tercera ola, pero se ha producido la mitad de hospitalizaciones y fallecimientos

Campaña de test de antígenos para diagnóstico de la Covid-19. - Foto: Ical

Valladolid ha dejado atrás ya el pico de la sexta ola del coronavirus y entra en una incipiente fase de repliegue con la que se pone fin a una vertiginosa escalada que ha aglutinado en solo mes y medio el 41% de los contagios acumulados en esta provincia a lo largo de toda la pandemia: cerca de 50.000 de los casi 120.000 que se han registrado durante estos dos años de lucha contra el SARS-CoV-2. 

La tercera ola dejó poco más de 15.000 casos y la quinta, otros 14.000 pese a que la vacunación ya protegía a la mitad de la población vallisoletana. Cifras que parecían gruesas, pero nada comparable a lo ocurrido en esta sexta ola, cuya desescalada podría prolongarse hasta Semana Santa si se repite el patrón que dibujó la anterior ola, la del pasado verano, que empleó en el descenso el doble del tiempo que en la subida.

Las infecciones  de esta última fase empezaron a incrementarse levemente en octubre y noviembre, pero la gran eclosión de la llamada ola Ómicron se produjo a lo largo del pasado mes de diciembre, con un aumento exponencial de las cifras y llegando a números nunca vistos durante las cinco olas previas del coronavirus. Así, si en la semana del 6 de diciembre se sumaban 2.258 casos en la provincia, en la del 13 prácticamente se duplicaron para alcanzar los 4.331, pasando luego a los 8.518 positivos anotados en la semana del 20 y a los más de 12.000 registrados en las dos siguientes, la última y la primera del año; las dos peores.

El día con más casos notificados (en esta ola y en toda la pandemia) fue el 31 de diciembre, cuando la Junta comunicó 2.830 en Valladolid; en solo 24 horas. Eran más que en todo noviembre (sumaron 2.114), nueve veces más que los del mes de octubre (322), casi tantos como los que hubo entre mayo y junio juntos (1.413 y 1.503), y más que en todo diciembre de 2020 (2.119). Nada que ver con los más de 27.000 con que terminó diciembre de 2021 y que, pese al descenso que ya está apreciándose, llevará a enero de 2022 a ser el peor mes de toda la pandemia.

EL PICO DE LA SEXTA OLA

Así, en esta primera mitad de enero, la pandemia anota aún una media de unos 1.600 contagios diarios en la provincia, a pesar del inicio de esa desescalada vallisoletana (a la que le seguirá en breve la del conjunto de Castilla y León, y de España). El ritmo actual supone cuatro veces más de lo que había en enero de 2021, el mes por excelencia de la tercera ola y que hasta ahora había sido la etapa más contagiosa de la era covid. Precisamente, en el 25 de enero de 2021 estaba apuntado el peor dato de incidencia, en esos 1.534 contagios por 100.000 que se pulverizaron esta pasada semana, el 11 de enero de 2022, cuando la IA 14 días alcanzó los 4.636 positivos por 100.000 habitantes; el pico de la sexta ola.

Las vacunas han logrado mitigar en gran parte los efectos de esta explosión de infecciones que ha dejado esta última fase pandémica, de manera que, pese a haberse acumulado más del triple de casos que en la tercera ola, ni muertes ni hospitalizaciones han llegado a las cifras que hubo hace un año, una situación en la que los expertos coinciden en señalar como clave el papel de la vacunación.

La fase Ómicron se ha cobrado por el momento 104 vidas (desde el 1 de diciembre hasta la fecha), lo que se traduce en una letalidad del 0,20% sobre ese total de más de 48.000 positivos acumulados en el último mes y medio en Valladolid. En la tercera ola, en seis semanas también, murieron 252 infectados; el 1,6 por ciento de los 15.212 casos contabilizados. Menos de la mitad de decesos con más del triple de contagios.

La sexta ola también deja unas cifras de hospitalizaciones mejores a las de la tercera, a expensas de ver hasta donde crecen los ingresos en las próximas semanas, cuando se espera el pico. Por ahora, van 682 nuevos hospitalizados en planta y 51 en UCI; 733 en total, que suponen el 1,5% de los casos del último mes y medio. Prácticamente son la mitad que los 1.380 positivos que fueron ingresando a lo largo de las primeras seis semanas de la tercera ola (73 en UCI), cuando acabó en una cama de hospital el 9% de los infectados.

La última radiografía de los tres hospitales vallisoletanos desvela una ocupación del 14% en planta y del 30% en UCI, unas áreas que se han visto obligadas a extenderse nuevamente más allá del espacio de UVI convencional y volviendo a ocupar parte de las REA de Clínico y Río Hortega para apoyar ante el incremento de pacientes covid que necesitan cuidados intensivos.

La presión sobre las UCI se ha sextuplicado durante los últimos dos meses, pasando de los (solo) cuatro covid críticos ingresados que llegó a haber varios días de la primera quincena de noviembre a los 31 que había a finales de esta semana. En cualquier caso, nada que ver con los 107 que se llegaron a acumular en los últimos días de enero de 2021.

En el caso de las plantas, ahora hay el doble de pacientes que hace un mes, pero los 180 ingresados con que se llegaba al fin de semana aún están muy lejos de los 435 que hubo en la peor parte de la tercera ola, hace un año. Antes del inicio de la sexta fase, en el último tercio de octubre, se contabilizan solo ocho covid hospitalizados entre el Río Hortega, el Clínico y el Comarcal de Medina.

Eran los días en que empezaba a aparecer leves repuntes de los contagios, en que en algunos países europeos empezaban a hablar ya de una nueva ola... En el caso de Valladolid, solo parecían rebrotes estacionales provocados, primero, por un leve pico de casos tras el puente del Pilar y, después, por otro tras el de Todos los Santos. Pero la realidad es que era mucho más.

Noviembre fue dejando bastantes más casos que octubre, se fueron superando los nuevos umbrales que había en el 'semáforo covid' y el 7 de diciembre se llegaba a los 512 casos por 100.000 habitantes que situaba a la provincia en riesgo 'extremo'.

LA 'CURVA'

La cifra se duplicaría en solo diez días (el 17 hubo 1.061) y el 22 de diciembre, se superaba el pico máximo de incidencia (que se había registrado en la tercera ola con aquellos 1.534), al llegar hasta los 1.621 puntos. La 'curva' estaba desbocada y no parecía encontrar su techo, y el inicio de las navidades irrumpía con una explosión de contagios nunca vista en los casi dos años previos de pandemia. El 26 de diciembre la IA alcanzaba los 2.566 casos por 100.000 habitantes que en el arranque de 2022 era ya de 4.068 y sin visos de frenar.

El parón al brutal crecimiento de la 'curva' ha llegado esta misma semana, cuando al fin se alcanzó una fase de 'meseta' que se espera que sea imperceptible para iniciar ese descenso que el tiempo dirá si se prolonga durante diez o doce semanas, el doble de lo que estuvo aumentando la tasa de incidencia.

En la quinta ola, la más parecida en cuanto al nivel de protección de la población con las vacunas, hubo una escalada de 22 días, pasando de una IA14 días de 68 a fecha 29 de junio a los 818 del pico marcado el 21 de julio. A partir de ahí, hubo un descenso que al principio fue muy acentuado pero que necesitó 58 jornadas para devolver la cosa a las ratios de incidencia previos. Así, el 20 de septiembre se llegaba otra vez a los 67 puntos, que después fue bajando más y más, entrando en la zona de 'valle' en la que hubo varios días en que se estuvo ya en el nivel 0 de riesgo, es decir, por debajo de los 25 contagios por 100.000 habitantes.

El 6 de octubre se alcanzaron los 19 de incidencia, pero entonces llegarían esos dos rebrotes (del puente del Pilar y de Todos los Santos) y, casi sin avisar, la eclosión de una sexta ola que ahora entona la despedida con la incógnita de qué efectos va a tener en las próximas dos o tres semanas sobre los hospitales vallisoletanos, así como sobre la mortalidad . Y con la duda de si, tal como señalan ya algunos expertos, Semana Santa puede convertirse en el punto y final a la pandemia.