Cumplir la Ley o alimentar el ganado

Ical
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El cierre de la frontera impide a los habitantes de Rihonor de Castilla (Zamora) y Rio de Onor (Portugal) hacer su trabajo cotidiano a ambos lados de la Raya

Luis Rodríguez, ganadero de Rihonor de Castilla (Zamora). - Foto: Ical

La lucha para controlar la propagación del coronavirus ha modificado radicalmente la vida de todo el mundo y pone a prueba la capacidad de adaptación de muchos países acostumbrados a un concepto de libertad muy concreto e indiscutible. No obstante, una cosa es tener la responsabilidad y la paciencia de no salir de casa y otra muy diferente, tener que hacer filigranas e, incluso, vulnerar la Ley para poder desarrollar el trabajo cotidiano.

El cierre de las fronteras decretado tanto por el Gobierno de España como por el de Portugal para intensificar la lucha contra la propagación del coronavirus ha trastocado la vida de los habitantes de Rihonor de Castilla (Zamora) y de Rio de Onor (Portugal), dos localidades que son diferentes y unitarias sobre el mapa y sobre las zarandajas administrativas pero que, en realidad y de toda la vida, forman un único pueblo.

Al menos, así es el sentir y el vivir de una docena de personas de la parte española y unas 40 de la portuguesa, como ejemplo paradigmático de que las fronteras pueden unir.

Luis Rodríguez tiene 65 años. Fue funcionario del Cuerpo Nacional de Policía. Se casó en 1981 con una chica de Rio de Onor y hace dos décadas que regresó a Rihonor de Castilla para continuar un trabajo de ganadero que ya había realizado desde pequeño, siguiendo la tradición de sus padres y sus suegros.

Desde el pasado día 16 de marzo, se ve obligado a incumplir la restricción de desplazamientos de un lado a otro de la frontera para evitar que se muera su pequeño rebaño de ovejas. “Yo vivo en la parte española. Tengo catorce ovejas en una nave en la parte portuguesa y, si no me dejan pasar y no puedo ir a darles de comer, se me mueren. Así de simple”, explica.

Las ovejas, que están protegidas por un perro, están en una nave en Rio de Onor, a un kilómetro de la casa de Luis. El problema adicional es que tiene almacenado el forraje a dos kilómetros de allí, lo que le supone, además de vulnerar la restricción, caminar un total de tres kilómetros para trasportar las pacas con una carretilla. “Es un esfuerzo grande y esto es un caos total”, valora. “Voy a guardar las ovejas y estoy cometiendo una ilegalidad. Pero es que tengo los animales ahí y yo vivo en otro sitio, aunque sea muy cerca y resulta que la frontera está en medio”, lamenta.

Por añadidura, el pequeño ganadero también es agricultor de supervivencia y cultiva fincas de reducidas dimensiones ubicadas en el lado luso, tanto suyas como de su esposa, lo que genera una dificultad más. “Nuestros vecinos también tienen tierras en los dos lados de la frontera y les pasa lo mismo. Nos han puesto una barrera ahí y no podemos hacer nada. Llega la época de preparar el terreno y de sembrar y no nos dejan.- ¿Qué hacemos?”, pregunta. “

Luis cultiva remolacha, maíz y calabaza para sus animales, así como patatas, cebollas y alubias para consumo propio. “Los vecinos hacemos pequeña agricultura de subsistencia. No son explotaciones para enriquecernos en esos terrenos pendientes y pequeños. Tienes cuatro fincas muy pequeñas, quieres cuidarlas y no te dejan. Apaga y vámonos”, insiste.

El cierre del camino vecinal que comunica Rihonor de Castilla con Santa Cruz de Abranes ha terminado de complicar la situación. “Nos han doblado al cerrar ese camino. Otro chico que es de la parte portuguesa tiene una casa en España guarda el tractor y material aquí y tampoco puede venir. No sabemos qué hacer”, señala.

En este contexto, el alcalde de Pedralba de la Pradería, municipio al que pertenece Rihonor de Castilla, reconoce que la solución es “difícil” en medio de la declaración del Estado de Alarma y la ristra de restricciones generalizadas. “Se ha hablado con la Subdelegación del Gobierno y se está buscando la posibilidad de hacer algo para paliar el problema. Al final, esto es una frontera entre dos países, aunque no lo parezca, estamos en Estado de Alarma y hay que cumplir la norma”, señala Francisco Guerra.

“Se estaban utilizando sin deber hacerlo un par de caminos. Le ofrecimos al ganadero que, si era necesario, podíamos llevarle algo con medios del Ayuntamiento. Seguimos intentando encontrar una solución”, recalca.

En cualquier caso, de lado a lado de la carretera se ha colocado una barrera de hormigón de más de un metro de altura y una señal de prohibido circular que marca la vida durante estas semanas en ambas localidades. “Nadie nos preguntó si podríamos seguir trabajando ni se ha preocupado por nada. Pusieron el mojón de hormigón y así nos quedamos y, en el camino a Santa Cruz de Abranes, unas vallas y obstáculos”, describe.

“Aquí nunca ha existido una frontera, en realidad. Toda la vida hemos trabajado sin problema ninguno de un lado a otro. Llegó a haber 22 casas de vecinos de Portugal que guardaban sus animales en España y todavía hay alguna. Españoles en Portugal, hay cuatro”, anota.

Lo cierto es que el río que a nombre a la ‘freguesia’ portuguesa -fusionada en 2013 con la de Aveleda-, dependiente del ‘concelho’ de Bragança no separa dos pueblos en la práctica porque los habitantes de ambas zonas no tienen la menor conciencia de que al cruzar ese puente pasen de una localidad a otra.

Es más, muchos ni siquiera consideran que hay una hora de diferencia entre ambas orillas y la prueba definitiva de unión está en el bar de Rio de Onor, dos grandes banderas de Portugal y de España lucen con orgullo, una junto a otra, incluso cuando se enfrentan en un Mudial las selecciones futbolísticas de los dos países. “Somos todos familia. El que no está casado en un lado, lo está en otro. El último matrimonio entre los dos pueblos fue el mío, precisamente”, relata Luis Rodríguez.

Sin contagios

Oliver Sánchez, nació hace 43 años en Zamora, aunque vive en Rihonor. Su mujer, de 3 años, es de Chile y tiene una niña de cinco años y un niño de ocho. Posee 36 colmenas y una veintena de núcleos, aunque prevé llegar en un par de años a las 200. Vende una miel de calidad, de brezo, cantueso, castaño, encina, jara, tojo y roble.

También tiene cuatro gallinas y dos patos “para el gasto de casa” y un invernadero con el semillero para el huerto en el que cultiva acelga, lechuga, tomate pimiento, melón sandía, calabacín, alcachofa, orégano y fresas, en este caso, si dificultades de tránsito, ya que está junto a su vivienda. “Es trabajoso pero no cansa porque lo haces de buena gana. El campo es muy agradecido, si le dedicas un poco de amor. Te vas a casa con una sonrisa”, asegura.

Oliver recalca que, por el momento, “no hay casos de coronavirus” en ambos pueblos. “Ojalá que no llegue aquí porque la gente es muy mayor y población de riesgo”, desea. “Yo lo tengo todo en España pero el abastecimiento lo hacemos en Bragança, desde la comida hasta las herramientas y el pienso para los animales”, detalla.

Ambas localidades están a unos 115 kilómetros al noroeste de la capital zamorana, más o menos, a una hora y 40 minutos por San Martín del Pedroso y Portugal, ya que el trayecto por la N-631 hasta Puebla de Sanabria y, desde allí, por la ZA-921, carretera en un estado más que dudoso, encima supone unos quince kilómetros más, aunque un tiempo similar. “Bragança nos queda a 22 kilómetros, un poco más lejos que Puebla de Sanabria pero es que la carretera está mejor. La de aquí está completamente abandonada. Es tercermundista. No creo que tengan carreteras así en Tanzania”, critica.