Una bodega con más de cuatro siglos

M.B
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Julio Martínez nos abre las puertas de la Bodega Los Tarantos, donde la parrilla y el horno de leña son muy protagonistas

Julio Martínez, en la Bodega Los Tarantos. - Foto: Jonathan Tajes

«A mi abuelo Cándido, que con tanta ilusión trabajó en esta bodega haciendo vino». Julio Martínez escribe estas palabras desde la Bodega Los Tarantos, uno de esos restaurantes donde el horno de leña y la parrilla no están reñidos con buen producto de la zona... y de temporada. 

Julio, y su mujer, Jéssica Alderete, se pusieron al frente de este negocio hace ya 16 años. Decidieron mantener el nombre, aunque el propio Julio reconoce que al principio no le convencía. El nombre ya llevaba un par de décadas dando que hablar en la zona de bodegas de Boecillo, donde hoy en día la restauración sigue muy viva... a pesar de las dificultades.

La suya, Los Tarantos, cuenta con más de cuatro siglos, con casi 500 años de historia. Se habilitó como restaurante hace más de cincuenta. Anteriormente fue la bodega donde elaboraban vino sus ancestros. «Todavía conservamos las antiguas lagaretas por donde tiraban la uva, la impresionante viga de olmo de una pieza donde prensaban la uva y la pila de piedra, la cual recogía el mosto», se recoge, añadiendo Julio que está excavada de forma natural en la ladera de la montaña: «Una vez que entras, estás ya debajo de la tierra. La visita es comer dentro del propio restaurante». También se conservan la bomba para trasegar el vino, los serones de los burros, los antiguos arcos o el pozo, entre otros enseres.

«Había trabajado en otros restaurantes y creí que era el momento de probar suerte», empieza a explicar Julio sobre cómo se puso al frente de un restaurante que pertenece a la familia aunque llevaba unos años arrendado. Él había pasado por La Fragua o Panero, en la capital; por el Montico e incluso el Yugo de Castilla: «Conocía el oficio y la cocina».

Mantuvieron el nombre pero buscaron actualizar el local y el producto, ampliando también el espacio, abriendo más bodega y adquiriendo un horno más grande. «Sobre todo nuestra cocina se centra en la parrilla y en el horno de leña. Trabajamos, como no puede ser de otra manera, con el lechazo porque es típico de la zona, asado, en forma de pinchos o en chuletillas», explica sobre qué tipo de gastronomía se puede encontrar en esta Bodega, aunque también cuentan con productos como la patata rellena de rabo de toro estofado o el pulpo a la brasa; y muchos de temporada y de la zona, como los puerros con vinagreta, las alcachofas a la plancha y foie o los espárragos de Tudela. El rey, el lechazo, solo tiene dos claves: la calidad del producto y el horno de leña de encina.

Normalmente mantienen la carta (salvo los productos de temporada) bastante homogénea todo el año, ya que gran parte de su clientela es de fuera, muchos de ellos de visita en el Parque Tecnológico de Boecillo: «Ahora se nota la ausencia de muchas allí». 

Los Tarantos ha vuelto esta semana a su horario de invierno, cerrando el lunes entero y las tardes de los martes, miércoles y domingos. No tiene menú del día y funciona con esa carta donde también se asoman los pescados (bacalao o de temporada) y algunos platos de la huerta.

El hecho de ser una bodega también permite una amplitud y un aforo, en condiciones normales, de 150 comensales (ahora reducido por la covid). Cuenta con una terraza para otros 80 y un comedor exterior acristalado para otras 150, que es donde mejor están funcionando.

«A mis padres y familia, que nunca dejaron de animarme en este sueño. Sin ellos hubiera sido imposible. A Jéssica y otros tantos amigos, que han podido hacer de este sitio algo tan especial como un hogar. Y cómo no, a mi maravilloso equipo, el cual hace que cada día merezca la pena», escribe de nuevo Julio en la web de esta bodega, con más de cuatro siglos de historia y que sigue escribiendo la suya, ahora la del restaurante.