Un aterrizaje progresivo de hasta siete días

A. G. Mozo
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La vuelta al cole no solo afecta a los niños, con sus pequeños traumas por el fin de tres meses de vacaciones, también 'toca' a los padres, que vuelven a la rutina y deben guiar a sus hijos en este delicado proceso

Cómo tienen que afrontar los niños la vuelta al cole? ¿Y los padres? ¿Cómo se puede superar de golpe el adiós a 79 días de asueto y sosiego vacacional? ¿Todos los escolares necesitan un tiempo para llegar a completar su adaptación? ¿Cuál debe ser el papel de los padres en los días previos a volver a poner las mochilas en la puerta y dirigir a sus hijos hacia la siempre cruda rutina? ¿Y los profesores, es mejor que sean benévolos y no pongan deberes los primeros días o quizá es más efectivo un aterrizaje más... abrupto? ¿Y las extraescolares han de ser pocas y al gusto de los chavales o muchas y al encaje horario de la conciliación familiar?

Las preguntas se agolpan en la cabeza de los padres mientras se pasan las últimas tardes previas al inicio del curso enfrascados entre rollos de forro y celo, pegatinas de nombres y revisión de estuches, mochilas, ropa... Para entonces ya se habrán pagado esos relucientes libros, que es casi lo peor, pero los adultos resoplan y sus hijos les emulan por una vuelta al colegio que en muchos casos resultará un tanto traumática, aunque, como todo, el tiempo acabará curando la herida; siete días, aproximadamente.

«Hay niños que están deseando volver y otros que lo llevan peor. Unos que al segundo día ya ni se acuerdan de las vacaciones y otros que lo pasan peor y les cuesta más. Todo varía en función de los niños, de sus personalidades, de aquellos a los que le gusta mucho estudiar, por ejemplo...», explica la psicóloga del Área Educativa del Colegio de Psicología de Castilla y León, Lola Jiménez, quien sitúa en esos siete días de media el tiempo que suele durar la ‘depresión’ post verano de los menores. «Ellos necesitan esos días de adaptación, ya que pasan de estar con libertad de horarios y con actividades de ocio, a tener que volver a las rutinas... Unos será en más días y otros en menos, porque todo depende de la edad y del niño. Generalmente lo peor es hasta los siete años», apunta.

La receta para que lo superen con soltura pasa por tratar de hacer ese aterrizaje en la rutina del modo más progresivo posible, adaptando los horarios, las comidas, los hábitos... a la normalidad venidera. También incluyendo a los menores dentro de actividades familiares vinculadas con la vuelta al cole, como comprar o forrar los libros o preparar la ropa o el material escolar. Si aún así, no afrontan con optimismo la idea de regresar a las clases, el consejo de los profesionales pasa por «tratar de recordar los momentos divertidos o felices del curso pasado», así como por «establecer expectativas» que les haga «entrar con motivación». Hay veces que es un quiero y no quiero, porque «por un lado, les apetece volver al cole y a ver a sus amigos, pero también saben que eso implica la vuelta al trabajo, al esfuerzo...», detalla Jiménez, quien no duda de que la receta siempre pasa por el «diálogo», el «sentido común» y llegar a «pactos» con ellos para, por ejemplo, establecer a qué extraescolares se apuntan. «Los padres tienen que ser los guías, pero siempre es mejor que cuenten con los niños es en las decisiones que les afectan», añade.

«En la mayoría de los casos, con esas pautas y con la aplicación del sentido común por parte de los padres, los niños pueden hacer esa transición sin problemas», resume.

Pero hay veces en que no todo se soluciona con la supervisión paterna, con ese «sentido común» al que se refiere la psicóloga. Hay situaciones que «se salen de lo normal» y «no pasa nada porque se busque la ayuda de un profesional» para gestionar esas vueltas al cole que puedan llegar aliñadas por viejos episodios de acoso escolar, por ejemplo: «Si el niño tiene un rechazo a volver al colegio por algo en concreto, es aconsejable afrontar incluso antes del inicio de las clases».

La psicóloga se refiere también a los casos de fracaso escolar, «que hace que su autoestima esté muy baja», y a cualquier otra situación que genere a los menores «mayor ansiedad de lo que debe suponer la vuelta a la rutina», ante lo que Jiménez abogaría por «acudir a la consulta de un psicólogo, para que les ayuden, al niño y a los padres», porque, según detalla, «hay veces que el problema ya no es solo de los chavales, sino también llega a los propios adultos, que saben que hay una situación que causa ansiedad a su hijo y que les genera a ellos esa misma ansiedad y, al final, se la transmiten».