La reina del firmamento

Maricruz Sánchez (SPC)
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La Luna está presente en los mitos, la religión, la poesía y la ciencia, como fiel reflejo del anhelo del hombre por descifrar sus misterios

La reina del firmamento

Cuentan quienes lo han pisado que el polvo lunar huele a pólvora. Esa sustancia se llama regolito, es como tierra suelta con pequeñas rocas, y no es apta para el cultivo de plantas. Además, a todos los astronautas del Apolo 17 les produjeron alergia los restos que de ella quedaban depositados en suspensión en sus trajes, una vez se los quitaban dentro del módulo espacial. Pero nada de eso ha impedido, en la obsesión que desde el origen de los tiempos ha tenido el hombre por conocer los secretos del satélite, que en nuestro planeta haya más de 382 kilos de regolito recogidos en nueve lugares de su superficie. Quizá porque, si el Sol es para la humanidad el Astro Rey, la Luna se erige como su consorte; una dama de hipnótica belleza que resulta irresistible.

La doctora en Astrofísica Eva Villaver, dedicada al estudio de cómo se apagan lentamente las estrellas más comunes y cómo estas muertes afectan a sistemas planetarios como el nuestro, tampoco ha podido escapar al embrujo del satélite terrestre. Así lo plasma en su libro Las mil caras de la Luna (Harper Collins), un trabajo en el que reflexiona sobre las batallas encarnizadas entre realidad y fantasía que inspira el cuerpo celeste, o las leyendas que alimenta, protagonizadas por brujas y lunáticos. Elementos que, como las rocas lunares, los calendarios, las mareas y las proezas tecnológicas llevaron a una docena de privilegiados a ver sus huellas eternizarse sobre el polvo de su superficie.

Villaver afirma que la reina del firmamento nos fascina porque, en realidad, es un reflejo de nosotros mismos: podemos explicar la gravedad que nos ata a ella, pero aún no entendemos del todo el miedo y la emoción que es capaz de despertarnos. Y es que, la Luna marca el ritmo de la Tierra, estabiliza su eje de rotación y ordena el reloj biológico. Está presente en los mitos, en la religión, en la poesía y en la ciencia. Es territorio de conquista y de imaginación y, ante todo, un objeto capaz de fascinar y emocionar a partes iguales.

El octavo continente. Los científicos defienden que la Luna podría convertirse en un lugar con bases permanentes y habitables por personas. Una especie de octavo continente en el que habría que lidiar con la creencia de que ejerce una poderosa influencia en el comportamiento de las personas, además de temor. 

El miedo a la oscuridad llevo al hombre a refugiarse en cuevas y a inventar el fuego. Y de la mano, llegó el culto al resplandeciente cuerpo celeste de dimensiones cambiantes. Esa metamorfosis es, en realidad, una ilusión. Otro truco más de la reina de los cielos.