La pista del Traspinedo más bailongo

M.B
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Los hermanos García Herrero, Mabel, Raquel, Julio César, Carlos y Gustavo, nos abren las puertas de Los Doce Arcos, donde manda el pincho de lechazo

Gustavo García Herrero, en las brasas de Los Doce Arcos. - Foto: Jonathan Tajes

En Traspinedo se baila. Eso es así. Y el que ha estado alguna vez en sus fiestas o en algunos de sus locales, puede dar fe de ello. Hace no tantos años se hacía en la Pista, que es como se conocía a la discoteca donde hoy se ubica el Mesón Los Doce Arcos. Hablamos de principios de los años 80. Porque si uno echa la vista aún más atrás, este ya emblemático establecimiento hostelero del municipio de la comarca de Tierra de Pinares se encuentra en lo que en su día fue una gran huerta con noria de agua incluida: «Que aún mantenemos y saca agua». 

Así que primero fue huerta, luego discoteca... y desde finales de los 80 es uno de los restaurantes de una localidad donde manda el pincho de lechazo.

En 1985 pasó a manos de Cesáreo García y María Isabel Herrero, y de sus cinco hijos, Mabel, Raquel, Julio César, Carlos y Gustavo. Cesáreo, natural de Urueña, había trabajado en el sector, llegando desde abajo a ser director del hotel Imperial. Primero se quedaron con la conocida como la Pista, y unos años más tarde, se decidieron por añadir el restaurante. «A mi padre le atraía el tema de la hostelería y es algo que estuvo en mente desde los inicios», recuerda Mabel.

Así que debajo de la Pista se encuentra el mesón, sujetado por unos cuantos arcos... ¿cuántos? «Hay doce... bueno realmente hay más pero el resto son decorativos», confirma Carlos sobre el porqué del nombre del restaurante que mantiene la parte alta del local y la discoteca, aunque en estos tiempos aún cerrada por la marcha de la pandemia: «Aquí hacíamos muchas cenas con baile y es algo que nos pregunta mucha gente... que cuándo volveremos a abrirla. En Traspinedo la gente es muy bailonga».

El negocio, cien por cien familiar, hoy con los cinco hermanos al frente, tiene un santo y seña en el pincho del lechazo, como no puede ser de otra forma en Traspinedo. Con Julio y Gustavo a los mandos de las brasas de sarmiento, uno de los principales secretos del éxito de este producto, como bien dejan claro en Los Doce Arcos, es «la calidad». «Hay que contar con una buena materia prima, seleccionarlo bien y mezclarlo, que no esté demasiado prieto ni demasiado suelto... luego ya está la brasa y el asador», apunta Mabel mientras Gustavo se encarga estos días de la mano de obra con el fuego y las brasas: «Cuando viene alguien de fuera y les explicamos, a veces toca mostrarle cómo son los pinchos para que vean cómo están ensartados».

Porque en este restaurante hay muchos clientes de Valladolid y de la Comunidad, aunque raro es el fin de semana que no se encuentren de fuera... «Hace poco de México», recuerda Mabel. Con una capacidad, antes de la pandemia, para 160 comensales en la parte del mesón y otros tantos en una amplia terraza que, en parte, ha sido su salvación estos meses, Los Doce Arcos abre en verano todos los días de la semana para las comidas y casi todos para las cenas: «Solemos descansar un día pero en muchas ocasiones depende de las reservas. En invierno sí cerramos las noches salvo que haya encargos».

Y precisamente por encargo se pueden encontrar, además del siempre listo pincho de lechazo (por 17 euros), entrecot, solomillo, rape o merluza. «Aquí tiene mucho éxito la ensalada, de lechuga, tomate y cebolla, que dentro de poco será de nuestra huerta; con sal, vinagre y aceite, acompañando al pincho. También las croquetas caseras de jamón, los calamares, la sopa castellana o la morcilla de Traspinedo. Por supuesto el queso... y un entrante típico de aquí, con espárragos, calamares y gambones», relata Mabel de memoria sobre algunos de los platos de la carta. Eso sí, en la brasa solo se preparan pinchos. Y en los postres... la tarta de piñones, la de queso, el flan de huevo, nueces con nata... todos caseros... Todos en la Pista que más se baila de Traspinedo.