El pozo de la nieve de Nava del Rey

Jesús Anta
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Se trata de uno urbano, que se distingue de los que se construían en las laderas sombrías de las montañas para almacenar la nieve que caía en invierno, y así poder bajarla a las poblaciones en primavera

Nava pretende que su Pozo de la Nieve sea declarado BIC - Foto: Jonathan Tajes

Corría el año de 1745 y, como venía siendo tradicional, el Ayuntamiento de Nava del Rey tomó el acuerdo de que el primer día de Pascua se ofreciera a la población el refresco acostumbrado y la libra de dulces, por lo que se hace saber al alojero que tenga preparados los vasos necesarios y que los barquillos sean más grandes.

Y es que en  Nava del Rey, población muy importante e industriosa entonces, hay un edificio que ningún otro municipio de Valladolid puede ofrecer alguno parecido: un pozo de nieve en perfecto estado de conservación. Tal singularidad ha hecho que el Ayuntamiento  haya iniciado el procedimiento para que el pozo de nieve sea declarado Bien de Interés Cultural. 

Se trata de un pozo de nieve urbano, que se distingue de los que se construían en las laderas sombrías de las montañas para almacenar la nieve que caía en invierno, y así poder bajarla hasta las poblaciones a partir de la primavera.

Una nieve, hielo en realidad, que tenía numerosas aplicaciones: terapéuticas, culinarias, para la elaboración de helados y refrescos, para conservar alimentos, etcétera. Durante siglos, sobre todo a partir del XVI, el almacenamiento y comercio de la nieve tuvo gran importancia incluso para la Hacienda Nacional, y especialmente para los reyes, que cobraban pingues ingresos  por hacer concesiones administrativas con exclusividad a algunos comerciantes de la nieve.

Del pozo de nieve de la Nava (así llaman los propios navarreses a su población), ya hay noticias al menos desde el siglo XVII. Parece que su origen es concejil, aunque durante años lo tuviera en explotación la cofradía de las Ánimas del Purgatorio, del que obtenía ingresos para sus obras pías,  de tal forma que la Iglesia llegó a censarlo como de su propiedad, aunque está perfectamente acreditada la titularidad municipal. El Ayuntamiento en 2011 acometió una completa restauración del edificio, lo que permitió que pueda ser visitado por el público como un atractivo exclusivo de la ciudad (Nava del Rey, Medina de Rioseco y Valladolid son las tres poblaciones vallisoletanas que tienen concedido el título de ciudad).

El interior sin duda resulta sorprendente pues no es fácil hacerse idea de cómo es desde el exterior. Se trata de un edifico de ladrillo prácticamente cuadrado de 9 metros de lado construido en ladrillo, con un pozo de piedra que en su borde tiene 7  metros de diámetro (abajo es más estrecho) y otros 7 metros de profundidad, con dos desaguaderos al exterior en el fondo del mismo. Se encuentra junto a un pequeño lagunejo (llamarlo lavajo es tal vez más acertado) del que seguramente se cogería el hielo que se formaba en invierno para llenar el pozo.

Actualmente, acostumbrados a utilizar hielo fabricado con métodos industriales, es difícil hacerse a la idea de cómo serían las costumbres de abastecimiento, explotación y venta del hielo que se almacenaba en este gran pozo: el hielo tenía que suministrarse todos los días del año y a los enfermos incluso por la noche si era necesario. Y, además, a un precio fijado por el Ayuntamiento para evitar los abusos por parte del vendedor que se había comprometido a tener siempre hielo disponible, fuera invierno o verano.