El Rey reivindica el espíritu de reconciliación de 1978

SPC
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Don Felipe ensalza a la Carta Magna como el «gran pacto» de convivencia por su arquitectura territorial y pide seguir construyendo una España «en vanguardia, moderna y renovada»

El Rey reivindica el espíritu de reconciliación de 1978 - Foto: Zipi

El Rey reivindicó ayer, en el 40 aniversario de la Constitución de 1978, la «plena vigencia» de los valores que inspiraron la Carta Magna, particularmente el deseo de reconciliación, la voluntad de entendimiento y la vocación de integración, como «pilares esenciales» y «fuente de inspiración» de la convivencia. Eso sí, sin «olvidarlos ni desvirtuarlos», si bien animó a adaptar la vigente «manera de hacer» a una «España abierta a los cambios», con espíritu «crítico, pero siempre constructivo».

«El espíritu de reconciliación, porque la Constitución es un mandato permanente de concordia entre los españoles; la voluntad de entendimiento, a través de la palabra, la razón y el derecho; la vocación de integración, respetando nuestras diferencias y nuestra diversidad, y el ánimo, solidario y generoso, que edifica y cohesiona la fibra moral de nuestra sociedad», proclamó en su discurso en el Congreso de los Diputados. 

Ante los parlamentarios reunidos en una sesión solemne para conmemorar el 40 aniversario de la Ley de Leyes -en la que también estuvieron presentes los cuatro expresidentes del Gobierno con vida y los tres padres del documento que sobreviven, así como los Reyes Eméritos, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía-, Felipe VI subrayó que «la democracia está firme y plenamente consolidada» y defendió la «estructura territorial» amparada por la Carta Magna, por haber consolidado la más «profunda descentralización del poder político» de la Historia de la nación.

En todo caso, la España actual es «muy diferente de la de aquel 6 de diciembre de 1978» y «a lo largo de todos estos años se han producido en nuestro país equivocaciones, errores e insuficiencias», precisó el jefe del Estado, quien advirtió de la necesidad de «seguir construyendo», desde las respectivas responsabilidades de cada uno, «una nación en vanguardia, moderna y renovada».

«Una España abierta a los cambios que nuestra sociedad y, especialmente, las jóvenes generaciones merecen», continuó el Monarca, antes de añadir: «Hemos de sumar ese inmenso patrimonio de libertades, derechos y bienestar que hemos conseguido a la voluntad de ir adaptando y amoldando nuestra manera de hacer y de vivir la realidad de cada momento, con espíritu crítico, pero siempre constructivo».

Tras subrayar que la Constitución supuso «el mayor éxito político de la España contemporánea», un país «que no dejó pasar, en esta ocasión, el tren de la Historia», Don Felipe insistió en destacar el «espíritu integrador de la sociedad española», una «vocación» que, según precisó, «no supone uniformidad ni negar la pluralidad».

Esta vocación de integridad, puntualizó, significa «asumir y reconocer a todas ellas en una realidad nacional común en la que caben diferentes modos de pensar, de comprender y de sentir», recalcó, y ensalzó la «arquitectura territorial» dispuesta en la Carta Magna de 1978 -«la primera que no divide a los españoles, sino que los une, fruto del acuerdo y del entendimiento»-, que garantiza «el reconocimiento y protección de nuestras lenguas, tradiciones, culturas e instituciones». 

Convencido de que el «sentimiento constitucional» está «hondamente asentado» en España y de que la democracia «no tiene vuelta atrás en el sentir y las conciencias de los españoles», Felipe VI dedicó unas palabras a homenajear a las «víctimas del fanatismo y la sinrazón terrorista», al tiempo que rindió tributo a los exiliados y represaliados bajo el franquismo.

«La Corona está ya indisolublemente unida -en la vida de España- a la democracia y a la libertad», proclamó el Monarca al final de un largo discurso plagado de citas y elogios a los ponentes de la Constitución, que cerró con un «muchas gracias» en las cuatro lenguas cooficiales y en el que alabó a su padre, Don Juan Carlos, por su «determinante» impulso de la democracia, y también a su madre, la Reina Sofía, por su «apoyo permanente y comprometido». Unas palabras que se cerraron con una sonora ovación en el Congreso en reconocimiento, no solo a la labor del actual Soberano, sino también a la de su predecesor.