Un rincón con mucho sabor en Simancas

M.B
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Begoña San José nos abre las puertas de El Rincón del Tío Míchel, donde el pincho de pollo, las costillas ibéricas y los lomitos a la parrilla son los productos estrella

Begoña San José, en la parrilla de El Rincón del Tío Míchel. - Foto: Jonathan Tajes

Quizá, o sin el quizá, sea el rincón más conocido de Simancas. Y eso que la cercana localidad a la capital cuenta con un buen puñado de atractivos... empezando por el Archivo General, pasando por el puente medieval y acabando por la misma villa y sus calles, entre otros. Pero el rincón del que hablamos es uno con mucho sabor. Lleva tres décadas haciendo de la parrilla su mejor embajador. Con Begoña San José a los mandos. Y ya con relevo garantizado, con sus hijas, Begoña y Susana, y su yerno, Félix Torres.

El Rincón del Tío Míchel está cerca de cumplir 30 años en su misma ubicación, en la calle Archivo, 2, de la villa simanquina. Aunque sus orígenes van un trienio más atrás, cuando Begoña junto a su entonces marido y su cuñado se decidieron a abrir un restaurante en la localidad: «Arrancamos en El Mirador, un poco más abajo de la Plaza (de Simancas). Allí éramos un restaurante más al uso, con un comedor muy grande, bodega y capacidad para celebraciones, como bodas o comuniones». Unos años más tarde se trasladaron y dieron una vuelta de tuerca al negocio.Se encontraron con un local más diáfano, tipo nave, y se decidieron por la parrilla y las brasas: «Conocíamos bien el producto que queríamos trabajar, la carne». Y así surgió el actual Rincón del Tío Míchel, que mantiene el nombre del ex de Begoña, conocido como el Rincón o incluso solo Míchel.

Ampliaron la zona de la parrilla en aquellos inicios y comenzaron a introducir aquellos productos que hoy ya son estrella, como el pincho de pollo, las costillas ibéricas o los lomitos.

«La clave de la parrilla es encender el fuego una hora o una hora y media antes y que la leña sea de encina. Luego, ya con las brasas, se va haciendo la carne de forma muy lenta, para que quede jugosa y rica», asegura Begoña, en mitad de una jornada de faena, que ahora en verano arrancarán los jueves en horario de tarde-noche. Viernes noche, sábado y domingo, todo el día, completan su horario de apertura, aunque tras la pandemia y la última vez que pudieron abrir, se decidieron a hacerlo también los viernes al mediodía. Incluso tuvieron algún producto para llevar: «Sobre todo porque la mayoría de nuestra clientela es fija y muy conocida, y en algunos casos nos han pedido, pero es complicado porque aquí todo es a la brasa».

Junto a sus tres estrellas, está el chuletón de buey, el conejo, el pincho de lechazo, las chuletillas o el churrasco, todo con ese inconfundible sabor a la parrilla. «Aquí la gente ya sabe a lo que viene, sota, caballo y rey», bromea Begoña, mientras apunta también a las ensaladas, el queso, el jamón, el chorizo, la morcilla, las setas, la panceta, los revueltos o las tortillas. «Si alguien que no nos conoce viene y nos pregunta por un menú, siempre le decimos que una ensalada y un pincho de pollo para dos es perfecto», responde, sin olvidarse de su referente, las costillas de cerdo ibérico, con su salsa Begoñita, cuyo secreto se queda entre las paredes de un local para medio centenar de comensales en su interior y otro medio en una terraza dentro, para el verano. La pandemia les hizo estar cerrados casi nueve meses, un palo duro en un negocio cien por cien familiar. Y más en su caso, que no tenían la terraza acondicionada para esa apertura. Ahora han vuelto con fuerza y con las brasas dispuestas. Con Begoña a los mandos del fuego junto a su yerno, y sin idea de cambiar su filosofía. El producto, el sabor y el precio (el pincho de pollo, las costillas o los lomitos tienen el mismo, 13 euros) son sus secretos: «Trabajamos con reservas y sobre demanda. Así siempre sabemos lo que necesitamos. Salvo el chuletón, que viene de Galicia; y las costillas, el resto es de Valladolid. La materia prima es muy importante».

Simancas tiene muchos rincones, pero pocos con tanto sabor.