Una argolla de leyenda

Jesús Anta
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Jesús Anta nos revela parte de la historia de la plaza del Ochavo en la sección #Callejeando

Una argolla de leyenda - Foto: Jonathan Tajes

Roldán le dice a Sarmiento: «En Valladolid hay una placetilla que llaman el Ochavo; un ochavo es la mitad de un cuarto, un cuarto se compone de cuatro maravedís…» y así sigue haciendo divagaciones a partir del ochavo.

Sarmiento, atribulado por la palabrería que continuamente salía de la boca de Roldán, le dijo: «Dios me la dé (la paciencia) para sufrirle». 

Y tal pasaje es de la novela Los habladores, de Miguel de Cervantes. Un entremés sobre el que algunos críticos comentan que acaso la autoría fuera de Lope, o simplemente anónimo.Pues bien, una placa en la columna que hace esquina con la calle Lonja, nos indica que estamos en una de las plazas más interesantes de Valladolid. 

Surgida de la reconstrucción de todo el entorno de la plaza Mayor tras el pavoroso incendio de 1561, cuatro calles y cuatro chaflanes dan forma a la forma ochavada que ha terminado por dar nombre a la plaza. Una plaza que se abre en varias direcciones, hacia Rinconada (antigua plaza de la Red donde se vendía el pescado), hacia Fuente Dorada, por la citada Lonja, una calle que busca enlazar con la plaza Mayor y, sobre todo, la calle de la Platería que ofrece una perspectiva histórica y muy reconocible de Valladolid: la que nos muestra al fondo la iglesia de la Cruz. Algunos libros dicen de esta calle que en España fue la primera de trazado renacentista, aunque buena parte de las casas de su acera derecha la han desdibujado.

La plaza arrastra algunas leyendas, de entre las que sobresale que en ella estuvo el cadalso en el que ajusticiaron en 1453 a D. Álvaro de Luna y luego colgaron su cabeza de la argolla que cuelga del edificio que hace esquina con Platería. Nada más lejos de la realidad, pues demostrado está que se le cortó la cabeza en la actual Plaza Mayor, cerca del antiguo convento de San Francisco, y que su cabeza no fue expuesta al público.

Queda esta argolla, así como la cadena que cuelga de la fachada de enfrente, y la que hay en el edificio de Platería con Macías Picavea, como recuerdo de los varios lugares en los que se ataban los toldos de daban sombra a la solemne procesión del Corpus. 

El Ochavo, así llamada por los ocho lados que la componen, como la plaza Mayor y el resto de las calles del entorno, adquirió una forma regularizada que terminó con la vieja traza medieval de calles estrechas y plazas irregulares.

Las calles que en ella confluyen nos hablan del gran mercado que formaban la plaza Mayor, Fuente Dorada, el Ochavo y buena parte del resto de las calles. Tiendas y talleres que se refugiaban en los soportales que dan a todo este enclave un aspecto singular y atractivo: protegen del frío invernal, de las lluvias primaverales y otoñales, y del rigor solar en verano.

Especería es una calle que nos dice qué tipo de artículos se vendía en sus soportales, al igual que Lonja, la propia Platerías o la actual Vicente Moliner, que hasta 1962 se llamaba de Guarnicioneros. Fue Vicente Moliner Vaquero comerciante con tiendas en esta zona, y alcalde de Valladolid entre 1924 y 1926.

Mas, alguna otra reseña histórica nos deja el Ochavo: una placa en la embocadura de Vicente Moliner que dice, « Ayuntamiento de Valladolid dedica este recuerdo al P. Alonso Rodríguez S.J. Hijo Ilustre de esta ciudad en el III centenario de su muerte. Febrero 1916».

Se trata de un padre jesuita de segundo apellido Gayo que nació en una casa de este enclave en 1538 y falleció en Sevilla en 1616. Por tanto, contemporáneo de Cervantes. Destacó como escritor y por su defensa de la concepción virginal de María. Un asunto que tenía más miga que la mera discusión teológica, pues el asunto trascendió a la política (un curioso proceso que salpicó incluso a los debates en los ayuntamientos). Formador de novicios, era reconocido por sus escritos sobre Teología Moral, es decir, como enfrentarse a los casos contradictorios de conciencia.

Podemos añadir como curiosidad que en aquellos mismos años vivieron otros dos jesuitas en España que también respondían al nombre de Alonso Rodríguez.