A Sánchez se le mueve el tablero

Pilar Cernuda
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Al presidente no le sale ni una a derechas y, además, sigue sin fiarse de su socio, Pablo Iglesias, cuyo partido vive sus horas más bajas

A Sánchez se le mueve el tablero - Foto: FRANCISCO SECO / POOL

En apenas siete días, a Pedro Sánchez se le ha movido el tablero de tal manera que el guion que había diseñado para los próximos meses se le ha venido abajo: acabar la legislatura en coalición estable con Podemos, aunque teniendo en cuenta la alta probabilidad de que pocos meses antes del final Pablo Iglesias decidiera romperla para sacar así rédito electoral. 

Las peligrosas perspectivas actuales sobre el futuro económico y sus graves consecuencias laborales, las pensaba solventar el presidente con las importantes ayudas de la Unión Europea, 140.000 millones del Fondo de Recuperación, de los que 77.000 serían transferencias directas y el resto préstamos a devolver. A esa situación esperanzadora contribuía la convicción del presidente de Gobierno de que la vicepresidenta económica Nadia Calviño tenía los voto asegurados para ser elegida nueva presidenta del Eurogrupo, lo que la obligaría a ser muy estricta con los dineros españoles, pero también suponía contar con una voz relevante en el foro económico más importante de la UE. 

Para rematar el escenario en el que Sánchez creía moverse con seguridad pues el viento le era favorable, Ciudadanos se consolidaba como seguro apoyo de legislatura, mientras que el PP no acababa de arrancar como un sólido y fuerte partido de oposición, una alternativa de Gobierno. 

Esa situación, que permitía a Sánchez mantener la eterna sonrisa que para muchos resulta irritante, se ha venido abajo en los últimos días. El tablero se ha movido de forma impensable y las fichas han enredado y envenenado los sueños del presidente. Le ha dolido especialmente que el PSdeG ha sido superado con creces por el BNG en las elecciones últimas, con un agravante que jamás manejó Sánchez como posible: Podemos no ha conseguido un solo escaño en el Parlamento gallego y también se ha desplomado en el País Vasco, donde los socialistas sin embargo mantienen el tipo y podrán repetir la fórmula de coalición con el Gobierno que presidirá Urkullu. Siguiendo con las malas noticias, Ciudadanos tampoco consiguió escaño en Galicia y si lo ha hecho en el País Vasco ha sido porque iba en coalición con el PP. El partido de Arrimadas sigue con su fuga de militantes, por lo que su apoyo al Ejecutivo queda muy devaluado a pesar de sus 10 diputados. 

Los problemas con Podemos empezaron antes de conocerse el resultado de las elecciones gallegas y vascas. Y, contra todo pronóstico, la figura cuestionada, seriamente cuestionada, es la del líder de la formación, que ha protagonizado un oscuro caso en torno al robo, o supuesto robo, del teléfono móvil de una antigua asesora, Dina Bussenhalm, que retuvo Iglesias una vez que le fue entregada la tarjeta del móvil por el propietario del grupo Zeta y que devolvió meses después a Bussenhalm aparentemente dañada a propósito. 

Durante las últimas semanas se ha producido un goteo constante de datos que agravaban la situación, hasta el punto de que en el propio Gobierno hace tiempo que se escuchaban voces que planteaban la necesidad de romper la coalición o al menos reestructurarla reduciendo el poder de Iglesias, porque el asunto Dina estaba tomando un cariz que no solo perjudicaba al vicepresidente segundo, sino a la imagen de todo el Gabinete. 

Pablo Iglesias no suavizó las cosas sino que, por el contrario, sacó a la luz su peor imagen, la más intolerante, arremetiendo contra los medios de comunicación de forma exacerbada, hasta el punto de que el propio Sánchez y varios de sus ministros tuvieron que pronunciarse a favor de la libertad de expresión para neutralizar las posiciones del dirigente de Podemos.

Además, en el seno de Podemos empezó a cuestionarse la idoneidad de Iglesias para mantenerse al frente del partido y, a la vista de los resultados de las elecciones vascas y gallegas, esa idoneidad se ha cuestionado aun más, con declaraciones muy duras por parte de quienes formaron parte de la ejecutiva en tiempos pasados y fueron desplazados al no ser suficientemente incondicionales de la pareja Iglesias-Montero. 

 

Relaciones tirantes

No ayuda al buen clima las relaciones tensas de Iglesias con parte del equipo de Sánchez, sobre todo las de Calvo, Calviño, Planas, Maroto y Escrivá –aunque este último ha hecho el intento de acercar posiciones- y además se ha abierto una brecha en el propio grupo de Podemos, con tensiones abiertas entre Iglesias y la titular de Trabajo Yolanda Díaz, a la que algunos miembros destacados consideran la persona adecuada para sustituir a Iglesias al frente del partido. Una solución que daría tranquilidad a Sánchez, que a pesar de las declaraciones públicas sigue sin fiarse de Pablo Iglesias aunque, en contraprestación, tampoco Iglesias se fía de él.

A todo esto se suma la polémica en torno al Rey Don Juan Carlos y sus cuentas opacas en Suiza, un asunto que afecta gravemente a la imagen de un Monarca que provocaba admiración unánime incluso entre los republicanos, y que ahora se convierte en ariete de Podemos, independentistas y de un sector destacado de socialistas que propugnan la reforma constitucional para abolir la Monarquía y presionan a Felipe VI para que tome medidas contra su padre aún más drásticas que las tomadas durante el último año. Sánchez se ha puesto de perfil ante ese asunto tan serio y tan incómodo para el presidente, lo que ha dañado su imagen institucional porque a un presidente de Gobierno, de cualquier gobierno, se le exige que defienda la Constitución. Puede hacerlo sin que eso signifique que respalda a un Rey Don Juan Carlos que atraviesa la peor etapa de su biografía. Biografía plagada de situaciones muy difíciles.

El pasado jueves, después de cuatro meses, se reunió el comité del Gobierno que coordina la convivencia entre los ministros del PSOE y de Podemos. El paréntesis se debía al confinamiento por el coronavirus, pero en el mundo político se tiene la seguridad de que esta convocatoria era indispensable para aclarar la situación de incertidumbre y reconducir las tensiones que se viven en el Consejo de Ministros.