Una obra indispensable

Sara Borondo
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Ellie se convierte en personaje jugable y llega para romper moldes

La historia de Joel y Ellie en The Last of Us es de las más recordadas de PS3. Un mundo en el que la Humanidad corre el peligro de desaparecer a causa del hongo cordyceps que provoca terribles mutaciones en sus víctimas es el escenario en el que vive Joel, un contrabandista maduro y desencantado tras la muerte de su hija al que se le encomienda la tarea de proteger a Ellie, una adolescente clave en el futuro de la raza humana. En ese duro entorno en el que había que defenderse tanto de los seres afectados por el cordyceps como de distintos grupos de humanos va creciendo una relación paterno-filial entre los dos protagonistas que llegaba al corazón de los jugadores. 

Siete años después, en los momentos finales de las producciones exclusivas de PlayStation 4, llega The Last Of Us Parte II para continuar la historia pocos años después de donde terminó el primer juego. El cambio de personaje jugable conlleva algunas modificaciones en las mecánicas de juego: Ellie es menos fuerte físicamente que Joel pero es más ágil, es capaz de esquivar en el combate y con ella el sigilo es importante para avanzar en un juego básicamente lineal; suele ser más fácil intentar esquivar a los infectados o a enemigos humanos que enfrentarse a ellos. The Last of Us Parte II absorbe al jugador en un mundo consistente en el que prima la ley del más fuerte, con una violencia dura. En un entorno tan hostil dominan las emociones más intensas tanto en el amor de Ellie hacia Dina como en sus deseos de venganza. En este caso, esa violencia tan fiera es parte de las herramientas que utiliza el estudio para sacudir al jugador.

La libertad y el voto de confianza que Sony ha dado a sus últimas superproducciones ha proporcionado a los videojuegos un impulso tecnológico y narrativo extraordinario; no hay más que recordar lo que han supuesto God of War de Santa Monica Studio, Horizon Zero Down de Guerrilla Games o Death Stranding del estudio independiente Kojima Productions a los que ahora se suma The Last of Us Parte II del siempre impecable Naughty Dog. Se suele decir que los juegos indies son los que innovan porque arriesgan, pero con todas esas producciones Sony ha dado un paso al frente en nuevas narrativas y enfoques.

Resulta difícil hablar de la grandeza de un videojuego sin poder mencionar algunos de los elementos que lo hacen especial, como en este caso, porque su capacidad para sorprender al jugador es uno de sus valores. The Last of Us Parte II brilla en el apartado técnico, en la jugabilidad, en la ambientación... no hay apartado en el que la calidad no sea la máxima, pero donde el juego realmente destaca es en la narrativa, en lo que cuenta y cómo lo cuenta, en los terrenos a los que lleva al jugador. Los dos juegos de la serie se unen por saltos temporales, con analepsis en las que se va conformando ese prisma que es la historia de The Last of Us, y conversaciones que son menos superficiales de lo que parece.

La excelencia que es el sello del estudio se salta la mayoría de convenciones y rompe límites. La diversidad sexual no se convierte en un rasgo distintivo del personaje, sino que se muestra con naturalidad. El estudio también ha incluido opciones para que puedan jugar aquellos que tengan severa deficiencia visual. Son detalles bastante más relevantes de lo que pueda parecer a simple vista que revelan el interés de Naughty Dog por crear un juego propio de su época y también marcan un camino de futuro.