El 'loco' del toro rojo

Diego Izco
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El piloto de Red Bull quedó segundo en el Gran Premio de Arabia Saudí y estalló contra los comisarios. - Foto: AFP7 vía Europa Press

El genial Vincent Minelli dirigió 'Lust for life' en 1956 y en España la tradujeron como 'El loco del pelo rojo' (la vida de Van Gogh), porque 'Lujuria por vivir' era algo demasiado explícito para superar la censura.  
La película del Mundial'21 de Fórmula Uno se dirige sola y no necesita traducción, pero ya tiene el premio al mejor actor principal, suceda lo que suceda el domingo en Abu Dhabi: Max Verstappen. En ambos casos, tipos de sangre caliente moviéndose a contracorriente, genios brillantes con todo en contra menos su enorme talento, maravillosos locos neerlandeses viviendo a toda velocidad. 
Cuando Max termina una carrera tiene el gesto perdido en el vacío. Como si acabase de rellenar un lienzo imposible, unos 'Lirios' enredados sobre un asfalto a 50 grados o una 'Noche estrellada' en la que pilotaba su RB16B como un kart por las curvas de Yeda. De una forma temeraria, casi suicida, Verstappen es el encargado de llevar un punto de locura a un deporte que, para el gran aficionado, llevaba ya tiempo atrapado en tanta normativa, seguridad y burocracia que solo faltaba ver a los monoplazas ir sobre raíles. 'Mad Max', líder del Mundial más apretado de la historia, es pasión y arrebato, algo más controlado esta temporada: cuando llevas un vehículo de 800 kilos a 350 kilómetros por hora, la frialdad es clave. 

 

Velocidad de cuna

Verstappen, siempre al borde de la sanción, siempre dándolo todo en cada metro de cada circuito, forja ese carácter rebelde de la mano de su padre Jos, expiloto omnipresente en los boxes, capaz de abroncar en público a su hijo sobre algún error de pilotaje. También su madre, Sophie Kumpen, le inyecta aceite en vena: fue piloto y karter. Max tenía que amar la velocidad a la fuerza: con solo siete años ganó el campeonato belga de karts (clase 'Mini') y repitió al año siguiente ganando las 21 pruebas. Arrasó en su escalada hasta que con 16 años (2013) se proclamó campeón del mundo de KZ1, la categoría más alta del karting.   
Las constantes exhibiciones le valen para que los 'grandes' se peleen por él, hasta el punto que rechaza una oferta de Mercedes para unirse al Red Bull Junior Team. Seis días más tarde, Verstappen es confirmado como uno de los pilotos de Toro Rosso (junto a Carlos Sainz) para 2015: con 17 años y 164 días se convierte en el piloto más joven en iniciar una prueba de Fórmula Uno, superando en casi dos años el récord de Jaime Alguersuari.  

 

De 5 a 1.000

Si los 'atletas' de Red Bull hacen piruetas a dos ruedas sobre crestas a 4.000 metros de altura o se tiran en caída libre desde una avioneta para entrar y salir de la boca de un volcán, Verstappen es la perfecta imagen de marca de la franquicia. Un pilotaje agresivo y audaz, a veces imprudente, que añade picante a un deporte con olor a estancado. «Max pilota como si todavía estuviera conduciendo un kart, tan rápido en las curvas como si no le importara lo que suceda», dijo Toto Wolff (Mercedes). Cuando le quitaron el 'juguete' (Toro Rosso) y le dieron el volante del RB12 en mayo de 2016, lo primero que hizo el niño, recién estrenada la mayoría de edad, fue ganar el Gran Premio de España. «La batalla entre Hamilton y yo es buena para la Fórmula Uno», sostiene.  
Esa batalla ha tardado en llegar (Verstappen fue tercero en 2019 y 2020), pero ha sido rabiosa esta temporada, en la que han protagonizado accidentes brutales como el de Monza o decisivos como el del pasado domingo en Arabia Saudí, cruces de declaraciones subidas de tono, insultos... Tal vez Verstappen era el toque de locura que el 'Gran Circo' necesitaba. 

ARCHIVADO EN: Max Verstappen, Fórmula 1