La mujer que se enfrenta a Pedro Sánchez

Pilar Cernuda
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La lucha que mantiene la presidenta madrileña con el jefe del Ejecutivo ha engrandecido su figura, incluso entre los que no comparten su ideología política ni su gestión de la pandemia

La dirigente regional, Isabel Díaz Ayuso, durante un Pleno de la Asamblea de Madrid - Foto: Emilio Naranjo

Hace apenas dos años era una auténtica desconocida. Incluso en Madrid, donde ha desarrollado toda su carrera política, como diputada regional y viceconsejera de Presidencia y Justicia del Gobierno de Cristina Cifuentes. Estudió periodismo, que ejerció desde dentro de la política, como asesora de prensa en el Ejecutivo de Esperanza Aguirre. Cuando Pablo Casado la eligió candidata a la Presidencia del Gobierno de Madrid, provocó conmoción: su nombre no figuraba en ninguna quiniela, porque aparentemente no contaba con el perfil necesario para enfrentarse a los adversarios de peso que presentaban otros partidos. Sin embargo, desde el primer momento, estuvo convencida de que estaría al frente del nuevo Gabinete. 

Le costó el acuerdo con Ciudadanos porque Ignacio Aguado se resistía a estar subordinado a una presidenta a la que consideraba con escasa experiencia y currículum, pero finalmente se avino a las indicaciones que le llegaban desde la sede nacional y accedió a ser vicepresidente, consejero de Deportes y portavoz del Gobierno madrileño. No han sido fáciles las relaciones entre ellos, les separaban no solo cuestiones ideológicas y de proyecto, sino los respectivos egos. De hecho, en la Casa del Reloj de la Puerta del Sol, sede del Ejecutivo autonómico, la sensación es que son más difíciles las relaciones personales entre Ayuso y Aguado que las de ésta con el inquilino de La Moncloa, Pedro Sánchez.

Ayuso se ha hecho un nombre gracias a la confrontación que mantiene con Sánchez y su Gobierno. Una lucha implacable que no gana, pero que ha engrandecido su figura para un sector de madrileños que, aún sin compartir su ideología y su estrategia contra la pandemia, admiran la fortaleza que demuestra ante el acoso de un líder del PSOE que quiere conquistar el Gobierno de Madrid a cualquier precio. Ayuda que las políticas de Sánchez, que han provocado rechazo casi generalizado por su alianza con fuerzas inconstitucionales, que además imponen su criterio y con una amenaza de quiebra en las cuentas públicas que da pavor, haya provocado simpatía hacia la mujer que le hace frente.

Suele decir Ayuso que su fuerza es su equipo. Con la excepción de Aguado, que pretendía crear un Ejecutivo de Ciudadanos dentro del Gobierno madrileño, aunque se ha encontrado con dos o tres consejeros de su partido que apoyan a la presidenta. Consiguió la presidenta lo que parecía imposible, que el exjuez Enrique López aceptara ser consejero de Justicia e Interior. Un fichaje importante que Casado aprovechó para incorporar después a su propio equipo.

También está satisfecha Ayuso del trabajo de otros consejeros, sobre todo, por lo delicado de la situación que vive España, con el equipo de Sanidad, dirigidos por profesionales de la medicina y epidemiólogos que, en los encuentros con los colaboradores de Illa, han demostrado que conocen el terreno que pisan mejor que los que ocupan cargo en el ministerio de Sanidad. 

Las predicciones

Esos expertos han puesto en marcha una iniciativa que asombra a sus interlocutores: los análisis que el Canal de Isabel II realiza diariamente a las aguas fecales que, estudiados detenidamente por profesionales y con los logaritmos correspondientes, son capaces de predecir cómo va a ir la curva de afectados por el covid en los dos días siguientes. Salvador Illa suele darlos por no válidos, pero se ha podido comprobar que acertaban en sus pronósticos.

En el equipo de Ayuso tiene un papel destacado Miguel Ángel Rodríguez, MAR, su jefe de Gabinete. Un personaje polémico al que miran con recelo algunos de los consejeros por su enorme influencia, y detestan los adversarios de la presidenta. Ayuso le conoció personalmente cuando fue elegida candidata a la presidencia, pero sabía mucho de él porque su trabajo de fin de carrera fue sobre el papel de MAR como responsable de comunicación del PP y de Aznar cuando fue jefe de Gobierno. Ayuso le llamó el mismo día que fue elegida candidata para pedirle ayuda en su campaña electoral, y luego le ofreció ser su jefe de gabinete. 

MAR no deja a nadie indiferente y ha asesorado de forma inteligente a la presidenta, pero también le ha causado problemas por su fuerte carácter y porque cuando se marca un objetivo, en este caso favorecer a su jefa, arremete contra quien se le ponga por delante. Sin embargo fue importante su papel en un hito que ha sido clave para Ayuso: la reunión de las banderas con Sánchez.

Ayuso había escrito varias cartas al presidente pidiéndole una cita para hablar sobre la situación sanitaria de Madrid, sin éxito. Hasta que hace tres semanas, MAR recibió una llamada de Iván Redondo en la que le decía que Sánchez estaba dispuesto a acudir a la Puerta del Sol para reunirse con la presidenta. No fue difícil fijar la fecha, pocos días después de la llamada, y Redondo acudió a la sede del Gobierno madrileño para tratar con él los detalles. Lugar de la cita, asistentes, sillones y posterior rueda de prensa. Fue idea de Redondo llevar las banderas, que a MAR le parecieron bien porque recordaban las reuniones de las instituciones europeas.

El clima fue bueno, Ayuso había advertido que lo que trasladara a Sánchez en la reunión a dos lo explicaría después en la rueda de prensa conjunta y anunciaron la creación de unos grupos de trabajo presididos por el ministro Salvador Illa y por Ignacio Aguado.

Como gato panza arriba

La sorpresa fue que ese acercamiento entre La Moncloa y La Puerta del Sol apenas duró tres días: se produjo una reunión de los negociadores sobre la situación de Madrid y, al finalizar, Aguado anunció que habían llegado a un acuerdo. Ayuso le desmintió en cuanto conoció el contenido del supuesto pacto y, además de provocar un nuevo conflicto entre la presidenta y su vicepresidente, también el ministro de Sanidad mostró una cara distinta a la habitual, de contención y moderación, para enseñar desde entonces las uñas a la presidenta, a la que aparentemente exige más que a cualquier otro dirigente regional que presenta peores cifras contra la pandemia que las de Madrid. Fueron dramáticas hace pocas semanas, las peores de España, pero han ido mejorando precisamente cuando Illa decidió apretar aún más la cuerda.

Sánchez hace cuanto está en su mano, y más, para intentar que Ayuso no llegue al final de la legislatura. La lucha es a muerte y, en esa batalla, Ayuso no está saliendo mal parada. Es tan clara la maniobra de desprestigio contra su persona, son tantos los escollos que le ponen desde La Moncloa, tan burda la campaña en la que la presentan como una política simple incapaz de afrontar una situación de máximo riesgo como la que se está viviendo, que para una parte no menor de la opinión pública Ayuso está apareciendo como una política que se defiende como gato panza arriba; transmite además que su prioridad es proteger los derechos de los madrileños frente al cerco que le ponen Sánchez y su ministro Illa.

Su fuerza está en que no se deja ganar, ni por La Moncloa ni por Aguado. Ayuda al movimiento de cierta simpatía hacia su persona que el Gobierno central está tomando decisiones que conmocionan incluso a quienes dieron su voto al PSOE, y que jamás pensaron que iba a abrazar causas abiertamente inconstitucionales como las que defiende Podemos. 

La batalla por Madrid continúa y es implacable. Hace unos días la estaba ganando Sánchez y pocos creían que Ayuso pudiera llegar a completar la legislatura. Hoy, es difícil predecir el futuro. Aguanta y, además, las políticas del Ejecutivo central no colocan al presidente precisamente en un pedestal.