«La que más información tenía de María era su nuera»

A. G. Mozo
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El jefe de la investigación del crimen de la Circular afirma que la banda tuvo que contar con datos «precisos» sobre las costumbres de la víctima y no duda de que «esa información para el asalto viene del entorno de María, sin ningún género de dudas»

Declaración del jefe de la investigación del crimen de la Circular, identificando los pantalones que llevaba uno de los detenidos.

No señaló a nadie, ni siquiera a la nuera de María Aguña a la que llegaron a tomar declaración como investigada –y que fue exonerada–, pero el jefe del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional dejó claro en la sexta jornada del juicio por el crimen de la Circular no solo la implicación de los seis acusados, sino que alguno de ellos tuvo que obtener datos extremadamente «precisos» sobre las costumbres de la víctima para cometer un asalto que terminó siendo mortal y que esto solo pudo llegar de alguien del núcleo más cercano de la víctima. Es más, el inspector que dirigió la investigación desveló que «gran parte de la investigación estuvo copada por el tema del acceso a la vivienda», así como en el origen de esa información previa que facilitó la organización del robo: «La identificación de los presuntos autores fue más o menos rápida, pero empleamos mucho tiempo en saber cómo fue el acceso. La información es absolutamente necesaria, más allá de que haya llaves o no, y esa información para el asalto viene del entorno María, sin ningún género de dudas», sentenció el instructor de estas diligencias.

Esa información a la que se refirió el investigador era no solo que hubiera grandes cantidades de dinero –«eso podía saberlo más gente, porque es una familia dedicada al tema de ganado», puntualizó–, sino, sobre todo, en lo relativo a las medidas de seguridad que adoptaba Aguña en cualquier visita que recibía: «Yo conocía a María, porque en 2011 había sufrido un intento de robo por cuatro personas que se hicieron pasar por policías y a los que llegó a morder para zafarse de ellos. A raíz de este asalto fue reforzando progresivamente la seguridad de la casa, la puerta, la ventana… y unos dispositivos de alarma, con sensor en puertas y ventanas (magnéticos), así como de movimientos (volumétricos)», explicó este testigo-perito, quien apuntó que estudiaron el patrón de uso de la alarma, que «se activaba sobre las ocho o las nueve de la noche, la de las puertas, y no la desconectaba hasta que salía de casa, que no era todos los días y siempre activando los dos dispositivos, por lo que la conclusión fue que María vivía prácticamente enclaustrada».

NO ABRÍA NI A SU NIETA

«Todo el mundo nos decía que, dada la forma de ser de María, era imposible que María hubiera abierto la puerta a un desconocido. Una hija nos llegó a decir que cuando iban a comer con ella, tenían que llamar previamente, asomarse y luego ya abrirles la puerta. Incluso a una nieta no la abrió un día porque iba con una amiga», desveló el jefe del Grupo de Homicidios.

Por todo ello, los investigadores se plantearon tres posibilidades para explicar cómo había sido el acceso, toda vez que ni puerta ni ventanas habían sido forzadas: «Que alguien desconocido hubiera llamado a la puerta y le hubiera abierto, pero lo veíamos muy improbable. Que alguien del entorno hubiera puesto la cara para que ella hubiera abierto la puerta, pero era algo que se nos representaba como improbable. O que se hubiera accedido con llaves», resumió el investigador. «Los hijos nos dijeron que todos en algún momento tuvieron un juego de llaves y nosotros encontramos cuatro juegos de llaves. De todas las llaves se podían hacer copia, pero la del portal había que hacerlas en Oñate y quedaban registradas, con lo que podían tener llaves de la vivienda, pero no del portal», detalló.

Este especialista policial efectuó una descripción pormenorizada de la situación en que se encontraron la vivienda de la plaza Circular y a una María Aguña a la que los ladrones sorprendieron «empezando a desayunar» –no que hubiera abierto la puerta ella, tal como manifestaron dos de los sicarios, autores confesos del asalto–, a la que ataron y amordazaron mortalmente, y a la que dejaron con un ojo amoratado y con señales (sangre) de golpes en la boca.

El piso, como ya habían relatado antes otros policías, estaba «muy registrado» y con signos de «una búsqueda frenética», supuestamente, de una llave que no encontraron los delincuentes y casi ni los agentes, a pesar de que la nuera les indicó dónde podía estar: «Cristina fue también la que nos dijo que comprobáramos si la caja fuerte estaba abierta, que si era así ella podía saber quién había sido, pero como estaba cerrada no concretó nada más», detalló el inspector, quien aclaró, en todo caso, que no hubo contactos telefónicos entre la nuera y el teórico cabecilla en los días previos al crimen, a pesar de que sí que parecía haber una relación más allá de lo profesional: «Fue ella la que nos dijo que había estado cenando en una ocasión en casa de Rubén en Sotoverde», apuntó el testigo, quien aseguró, de todos modos, que ella era la que más sabía de María: «De los que estuvieron viviendo con ella, la que más información tenía sin ninguna duda era Cristina. Y las otras dos hijas hacía mucho tiempo que no vivían con la madre».

El instructor de las diligencias policiales ahondó en cómo fueron identificando a los seis delincuentes. Primero a los tres sicarios (Anton, Gabriel Kamenov y su cuñado Gabriel Krasimirov) y luego al presunto conductor (Emil), al lugarteniente (Arso) y al teórico cabecilla (Rubén). «Se pidieron las imágenes de hasta 30 cámaras», apuntó para destacar la tenaz investigación que se fue completando a través de los vídeos de seguridad de los establecimientos de la zona, de ese tique de la ORA del aparcamiento de la Scénic de Emil Artinov, de los perfiles en redes sociales de los sospechosos, del tráfico de llamadas, de la geolocalización de los móviles…

LA IDENTIFICACIÓN DE EMIL, CLAVE

El jefe de Homicidios destacó algunos momentos clave del proceso de investigación para identificar a los implicados, sobre todo a partir de la identificación de Emil a través de aquel tique de la ORA: «La tarde del 16 de octubre, Emil fue identificado por una patrulla de Policía Nacional en la plaza Circular en compañía de otro ciudadano búlgaro llamado Arso. Ese mismo verano, Emil fue identificado por la Guardia Civil en La Mudarra cuando circulaba en un vehículo de otros súbditos búlgaros, uno de ellos, Gabriel Kamenov. Todos estos nombres se van añadiendo a la investigación y empezamos a investigar sus redes sociales, que empezó a dar frutos sobre todo en el caso de Kamenov que en una foto portaba un jersey y unas zapatillas muy parecidas a las de uno de los sospechosos. Junto a él estaba Krasimirov, con un pantalón vaquero muy característico que también coincidía con el que llevaba el individuo de la caja, además de unas zapatillas idénticas».

Ya tenían tres nombres sobre la mesa, incluso tangencialmente, el de Arso. Pronto entraría en la ecuación Anton, gracias a una llamada de Emil la mañana de los hechos y a la foto del perfil del Whatsapp del acusado con la cara tatuada.

«Hicimos un estudio completo del tráfico de llamadas y el posicionamiento de todos ellos. También de los miembros del núcleo más cercano a María porque teníamos claro que habían tenido que recibir una información muy precisa, sí o sí»: «Sin ir más lejos, por la hora elegida, porque hubiera sido más fácil entrar a las cuatro de la mañana, pero, claro, a esa hora está activada la alarma. Había que esperar a que María se hubiera levantado y la nuera, que había vivido con ella, nos dijo que cuando su suegra se levantaba abría su habitación y sacaba la almohada», detalló.

Por ello, trataron de buscar conexiones entre miembros de la familia y los sospechosos. «Encontramos cuatro relaciones, pero no eran directas, aunque en todas estaba Arso. La primera fue a través de Rubén Alonso Rocher, que tenía relación con Arso y también con Cristina, la nuera de María», si bien explicó que luego también aparecieron otros vínculos indirectos del hijo, de un nieto y de una sobrina de María, siempre con Arso de por medio, que fueron descartando caso a caso. «Buscábamos alguien que hubiera aportado información sobre las rutinas de María, pero Jesús, el hijo, desconocía por completo las rutinas de María. La que sí tenía información era Cristina», aseveró nuevamente.

EL CABECILLA

Poco a poco, todo se dirigió hacia Rubén, convertido pronto en el teórico cabecilla del asalto mortal a María Aguña: «El 16 de octubre, un repetidor capta los teléfonos de Rubén, Arso y Emil en Covaresa, y luego se les sitúa en Torrecilla de la Abadesa, una localidad donde la familia de Rubén tiene propiedades. Luego regresan a Valladolid y a las seis y media de la tarde son captados por un repetidor ubicado en la calle Cervantes, que da cobertura a la plaza Circular. A esas mismas horas, Emil y Arso son identificados por una patrulla en la zona. Esa misma noche hay una comunicación a tres bandas y luego se produce una llamada de Emil a Kamenov y seis llamadas de Emil a Anton».

El jefe de la investigación detalló al jurado que los teléfonos de Arso y Rubén permanecen en la plaza Circular durante los 15-20 minutos que duró el fallido asalto y que todos juntos se van de la zona: «A las 13.16 salen de la casa, a las 13.17 se activa el teléfono de Kamenov y hace una llamada a Emil, mientras Arso le intenta llamar. Luego Emil llama Arso y, poco después, comprobamos como la Scénic de Emil y el Smart que utilizaba Rubén abandonan la plaza Circular con 28 segundos de diferencia. Finalmente, tenemos los teléfonos posicionados de Arso, Rubén y Emil en un repetidor del polígono San Cristóbal y ahí sabemos que también están Kamenov, Krasimirov y Anton, porque así nos lo declaró luego Arso». «A partir de este momento, tenemos indicios más que suficientes para creer que estas personas están relacionadas con el robo y muerte de María Aguña, y se efectúan las detenciones y los registros», finalizó el jefe del Grupo de Homicidios de la UDEV, quien añadió que, una vez arrestados, el ADN y las huellas confirmaron la presencia de los tres presuntos sicarios en el lugar del crimen.