"Quiero envejecer como la señora Fletcher, escribiendo crímenes"

María Albilla (SPC)
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La prestigiosa escritora vuelve a la carga con 'La cara norte del corazón' y asegura que después de asomarse al alma de un asesino es inevitable que después compruebes que está bien cerrada la puerta de casa

"Quiero envejecer como la señora Fletcher, escribiendo crímenes" - Foto: Jesús Diges

Dolores Redondo lleva seis años convertida en una suerte de reina Midas de la literatura nacional. Lo que escribe se convierte en oro. Así sucedió con la trilogía del Baztán y lo mismo se repitió con Todo esto de daré, novela con la que logró el Premio Planeta. Ahora, recupera el personaje de Amaia Salazar para meterse en la piel de un aniquilidor, un hombre que mata a familias enteras aprovechando catástrofes naturales, en este caso, durante el huracán Katrina de 2005 en Nueva Orleans. Respirar el mismo aire que su asesino en serie y pensar y sentir como él le ha llevado incluso a tener pesadillas mientras dormía.

Prometió más historias de Amaia Salazar y cumple con La cara norte del corazón. ¿Se lo pedía el cuerpo o ha sido por aclamación popular?

¡Me lo pedía el cuerpo desde que terminé la trilogía del Baztán! Como escritora tenía otras necesidades, quería explorar otras formas de escribir, personajes, escenarios... pero estaba deseando volver con Amaia.

Indaga en la parte más oscura de los corazones humanos, ¿qué ha encontrado en ella?

Todos tenemos una parte de nuestro corazón que es más inaccesible. Es como la cara norte de las montañas, más sombría, más oscura, por la que solo unos pocos escaladores se atreven. Pues nuestro corazón es igual. Todos guardamos algún secreto, alguna cosa que duele especialmente y dejamos que muy poquitos se asomen ahí. 

En la novela esto es algo metafórico porque se refiere también al conocimiento que Salazar y Dupree tienen de la parte más oscura del alma humana.

En esta nueva entrega mantiene a Salazar, pero cambia, y mucho, el tiempo y el escenario. ¿Qué le lleva hasta el desastre que causó el huracán Katrina en 2005 en Nueva Orleans (Estados Unidos)?

Esta puede ser una lectura portal para quien quiera adentrarse en la trilogía, pero a quienes ya la hayan leído no les va a extrañar que el escenario ahora sea Nueva Orleans. Fui dejándoles pistas...

Pero, en realidad, lo que me llevó allí es el total abandono en el que las autoridades dejaron entonces a los ciudadanos en un país del primer mundo donde era relativamente fácil hacerles llegar la ayuda. Les trataron como población de segunda clase. Eran pobres y negros. Seguro que hubiera urgido más de haber estado en otra ciudad o hubieran formado parte de otra clase social.

Ha sacado su vena reivindicativa.

Mis novelas tienen ADN negro y en ellas siempre hay denuncia social, crimen, parte oscura del ser humano... pero son mestizas porque también tienen antropología, mitología, Historia o la pertenencia a la familia, muy importante para mí.

Lo que deja claro es que se siente bien escribiendo bajo la lluvia.

Muy bien. Cuando has nacido en el norte y vives en un entorno en el que es una constante, te das cuenta de que lo has hecho casi todo bajo la lluvia. Has vivido, crecido, jugado, ido al colegio, salido de fiesta... me he enamorado bajo la lluvia, me he casado... Siempre está presente. Es un escenario natural para mí.

El caso que investiga Amaia bebe de un personaje real: John List. ¿Cómo supo que esa no era una historia sino la historia para el libro?

Pues llegué a ella viendo como aficionada un documental sobre comportamiento criminal. Me llamó la atención la crudeza de los crímenes, pero sobre todo su perfil de comportamiento. Me lo guardé porque me marcó y cuando estaba construyendo el carácter de mi asesino, que no es List sino solo una recreación, sí tome ese perfil de comportamiento. Y tengo que decir que ha sido una parte bastante escabrosa meterme en la cabeza de alguien así y reconstruir los días previos a que diera muerte a su familia. 

En la novela lo que he hecho ha sido construir los 18 años en los que la Justicia no pudo dar con él porque no firmaba sus crímenes. No quería ser atrapado, no reta a la Policía ni deja una marca típica de los asesinos en serie... Él pensaba que salvaba sus almas. 

¿Y cómo ha sido entrar en el FBI?

A mí, lo que es puramente ficción, no me cuesta escribir. Lo más difícil en este caso ha sido, por un lado, recrear lo que el asesino realmente había hecho. Los pasos que iba dando antes de matar. La parte del FBI es como cualquier otra de investigación, al final tienes que buscar asesoría sobre todo lo que no sabes. En este caso, he buscado desde fuentes de cardiología, que han sido importantísimas, hasta conceptos de investigación y criminología. Tampoco pretendo ser una periodista de sucesos. Soy escritora y me acerco a todos estos campos, pero desde la literatura, claro.

Hay una cosa de la que estoy muy orgullosa y es que cuando entregué esta novela a mi editora norteamericana me dijo que no solían gustarles las historias sobre el FBI que hubieran escrito europeos porque, en general, no eran muy creíbles. En este caso, no se lo pensaron dos veces, adquirieron los derechos y la van a publicar allí.

El Katrina, de todas formas, coleó mucho tiempo después en EEUU.

La novela toca una herida abierta. Todo lo que sucedió allí supuso juicios con el Gobierno, que terminó siendo responsable civil subsidario por la mala construcción de los diques de contención, se culpó a varios policías de abatir a tiros sin justificación a varios individuos... Era un tema muy complicado.

La inspectora Salazar salta el charco y, con ella, van sus fantasmas y también Elizondo, que es un escenario más de la novela. 

Efectivamente. Elizondo está muy presente desde la primera página con una experiencia que vive cuando Amaia es una niña. Estuvo perdida en el bosque 16 horas y lo que pasa en aquel bosque en mitad de una tormenta le va a marcar para siempre. Hasta ese momento no se da cuenta de que es una víctima, pero esa misma noche se empieza a perfilar la mujer que va a ser. 

¿Ese sexto sentido que tiene es el nexo que comparte con Dupree?

Es algo que les hace reconocerse inmediatamente cuando se ven. Me encanta que uses la idea de un sexto sentido porque hay un momento que él le dice a Amaia que este es una capacidad que se desarrolla solo cuando antes has visitado el infierno y eres capaz de reconocer a los que transitan por allí.

No vendría mal algo de sexto sentido para verlas venir en la vida...

La tía Engrasi habla de que muchas veces sentimos la llamada del sexto sentido, que tenemos esa sensación de que algo va mal, pero nos hemos acostumbrado a no hacerle caso. La vida que llevamos ha hecho que esos instintos de cazador los hayamos perdido en pos de la tranquilidad. Tenemos que aprender a escucharlo y prestarlos atención porque casi siempre tienen más información de lo que parece.

De hecho, las corazonadas forman también parte de la trama. ¿Cuál ha sido la última por la que usted se ha dejado llevar?

No puedo revelártela porque forma parte de la novela que estoy escribiendo ahora mismo, pero ha sido muy fuerte y yo procuro dejarme llevar. Todos deberíamos dejarnos llevar, ¡tú misma también!

¿Qué diferencia hay entre la Amaia que va a Estados Unidos y la que luego vuelve a Navarra?

Amaia en esta novela tiene solo 25 años y es, pues como era yo a los 25 años. Tiene mucha fuerza, mucho ímpetu, mucha seguridad y la sensación de que el mundo va muy lento para lo rápido que quiere ir ella. A veces siente el deseo de zarandear a los demás. Aprender a tener paciencia es fundamental para avanzar. También va a aprender a fiarse y a escuchar más a la voz de su corazón.

Usted vive en Navarra, cerca del valle del Baztán que eligió como escenario de su trilogía. ¿Cómo lo ha visto cambiar en estos años gracias a sus libros?

Pues de una manera muy positiva y alegre. Estamos hablando de que cuando yo me empecé a documentar era el año 2008, en plena crisis económica. El pueblo tiene unos 3.000 habitantes y el valle 7.000, aproximadamente. Había mucha gente que había sido muy feliz allí, pero se tuvo que ir por cuestiones de trabajo... En 2013, cuando se publicó la primera novela, no estaba mucho mejor, pero me alegra que ahora haya aumentado tanto el turismo y que haya algún comercio más, que otras personas no se tengan que ir, que haya más camareros en los bares o dependientes en las tiendas. Esto es siempre bueno y me siento agradecida porque no es algo mío, lo han hecho los lectores.

Lleva seis años frenéticos con la trilogía rompiendo moldes, el premio Planeta con su siguiente novela, películas entre medias y ahora otro título que apunta maneras. ¡Parece estar dispuesta a romper cualquier techo de cristal!

Llegaré hasta donde me dejen los lectores. He escrito toda mi vida y seguramente seguiría haciéndolo aunque no me hubieran publicado El guardián invisible. Seguiré escribiendo hasta que me muera porque es como yo cribo la realidad. Las cosas que ocurren a mi alrededor las tengo que escribir para que tengan sentido para mí. Quiero hacerme viejecita como la señora Fletcher, escribiendo crímenes.

¿A pesar de que sus historias le llegan a causar pesadillas?

De cualquier manera. Si leer te puede causar un mal sueño, imagínate escribirlo, que es vivirlo. Es muy potente. Es inevitable que las historias calen en ti, tanto las divertidas como las horrorosas y que después de asomarte al alma de un asesino, si es que la tuviera, compruebes que está bien cerrada la puerta de casa.

Dentro de nada se estrena Legado en los huesos en el cine. ¿La ha visto ya? ¿Qué le parece?

A este ritmo de Rolling Stone de cada día una ciudad, cada noche un concierto no hay manera. El día de la presentación de este libro me invitaron a verla en el laboratorio con Marta Etura, Imanol Arias y Leonardo Sbaraglia y no pude ir. Tampoco al festival de Sitges... pero creo que me están preparando algo especial para verla yo sola en una sala.