"Hemos vuelto a revalorizar las artes"

María Traspaderne (EFE)
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Como una metralleta ideas, símiles, anécdotas, chascarrillos y reflexiones difíciles de condensar, el gurú Emilio Duró es un economista y asesor de éxito convencido del potencial humano. Un hombre que solo busca una sola cosa: ayudar a ser más feliz

"Hemos vuelto a revalorizar las artes"

Emilio Duró roza los 60 años y lleva media vida dedicado a buscar las claves de la felicidad. Es empresario, consultor y, sobre todo, alguien que engancha con su pasión al contar las debilidades del hombre, los caprichos de la vida y todas esas cosas que se tienen al alcance de la mano y que ayudan a sentirse mejor.

Desde su piso de Madrid dice una y 1.000 veces que él no es nadie para dar consejos, habla de su paternidad tardía y de cómo se dio cuenta de que vivir en 600 metros cuadrados no le hacía feliz, y confiesa que este confinamiento le ha servido para muchas cosas, como redescubrirse jugando a las cartulinas con su hija de 12 años y llorando como ese niño que tenía olvidado. Y está seguro que después vendrá un mundo «más humano» porque, por mucho que se hable de tecnología, estamos todos deseando darnos un abrazo.

¿Qué tal hemos reaccionado ante la pandemia?

Pandemias ha habido siempre. Antes estábamos todos asustados por una crisis económica, pero es que dos meses antes era porque no llovía... el ser humano siempre ha tenido problemas y siempre nos hemos fijado en lo que nos falta. Una situación como esta deja huellas a todos y, aunque se van olvidando, la única forma de salir es enfocando el presente. Yo intento ser muy optimista, al menos de cara al exterior. De cara al interior lloro como todo el mundo y hay días que no me levantaría.

¿Se puede ser optimista bombardeados de noticias de fallecidos, debacle económica y pobreza?

He aprendido muchas cosas en la vida. La primera, que de todos los planes que he hecho, no se ha cumplido ninguno. La segunda, es que hay tantas realidades como personas que las miran. Eso significa que la realidad no existe, depende de tu forma de pensar. Y el que crea que va a vivir sin cruces, lo tiene claro. Todos tendremos cruces y la única fórmula de salir de ellas es, como dice el Papa Francisco, con una sonrisa. Ser positivo es la única alternativa, pero aún seguimos teniendo medios en los que solo se potencia lo negativo: las muertes, las tragedias, los destrozos. Si llenas la mente de pensamientos positivos, tu vida cambiará; si la llenas de pensamientos negativos, también cambiará.

Tras dos meses encerrados en casa 24 horas, ¿el confinamiento ha sido una oportunidad para conocernos más y mejorar?

No tengo ninguna duda, pero para eso tenemos que haber ayudado a otras personas e ir a los básicos. ¿Y cuáles son? Primero, no quejarse, porque la queja mira al pasado y no se puede cambiar. Segundo, la resiliencia, no rendirse. La gente que triunfa es la que tiene un sueño, que es hacer la vida maravillosa a los demás, y cuenta con tal pasión que no se rinde. Y luego la humildad. Todo lo que tengo me ha sido dado, tengo la obligación de devolverlo. 

Duró se explaya, cree que el confinamiento ha supuesto lo que llama un intermezzo: la suerte de poder estar un tiempo contigo mismo, con tu gente y replantearte la vida. Y habla de la evolución del hombre y de la nueva sociedad que se está forjando este siglo, cuando las máquinas trabajan por nosotros mientras intentamos encontrarle sentido a la vida. «Hay más depresiones que nunca y más bienes que nunca». «Hemos vuelto a revalorizar las artes, la música, el baile, la pasión, todo en lo que una máquina no nos puede ganar».

En estos meses se ha podido ver mucha solidaridad, ¿es algo pasajero o va a permanecer?

El ser humano es muy egoísta y hacemos lo que nos da más placer. Aquel sanitario que se ha dejado la vida y ha conseguido salvar a una persona siente mucho más placer que el que no lo ha hecho. Al final el ser humano vive por amor. Estoy seguro de que aquellos que han descubierto lo rentable que es ser bueno, que la vida es generosa con ellos, no van a cambiar. La bondad es algo que, una vez la pruebas, no se quita. La maldad sí. 

¿Qué le diría a los que han perdido su trabajo?

Que no se abandonen, que pongan una disciplina férrea de hábitos, que hagan deporte todos los días, que no se quiten horas de sueño, porque el 80 por ciento de las preocupaciones se van durmiendo, y que se alimenten bien. Lo segundo que les pediría es que toquen, abracen, sientan, se hablen en positivo, se reúnan con gente que les quiera. Que tengan algo por lo que luchar. Por ejemplo, si tienen un hijo, que se pongan delante su fotografía y digan: «no me voy a hundir por tí». Y que se llenen la mente de conocimientos que les puedan ayudar.

Y las empresas, ¿cree que cambiarán después de todo esto?

Nadie va a admitir una empresa que no sea sostenible. El problema no es la COVID-19, es el cambio climático. Y nadie va a trabajar en un sitio donde no se sienta querido, disfrute y tenga un sentido de vida. Solo van a sobrevivir las compañías que vivan sobre una nalga. Cuando veas un pianista que está sentado, es que está muerto. O toca sobre un glúteo o no está vivo. 

¿Qué lecciones ha aprendido de esta crisis sanitaria y económica?

Que hemos estado discriminando por ideologías, por razas... y ahora nos pueden discriminar a nosotros por llevar el virus. ¡Eso es maravilloso! Otra cosa que he aprendido, porque también he tenido pérdida de trabajo, es tener empatía con aquella gente que no tiene nada y ver qué se siente cuando tú crees que jamás te pasaría. También, que me han dado todo el tiempo del mundo y no sabía cómo llenarlo. He tenido que descubrir a mis hijos, a mi esposa y cosas de mí que ni conocía. Y me he dado cuenta de una última cosa: de esto no se sale solo. Me he descubierto llorando viendo a un enfermero luchando. Me ha parecido encontrar otra vez a ese niño emocional que, no se por qué, la dureza del mundo me lo había hecho sacar. Pero este virus no ha sido bueno, se ha llevado a los mejores, a los que dejaron la vida por nosotros.

¿Visualice el mundo post COVID?

Estoy seguro de que va a ser un mundo más humano. Por mucho que hablen de tecnología, estamos deseando darnos un abrazo. Vamos a dejar de estudiar cosas por ser rentable. Hemos sobrevalorado la inteligencia e infravalorado la amabilidad. Mucho más importante que los conocimientos van a ser la ilusión, la pasión, la alegría, las ganas de hacer el bien. Ya no irás solo al médico que sepa más, vas a ir al más cariñoso, al que se preocupa por ti. Vivimos en el mejor de los mundos, con más riqueza que nunca. Tendremos que aprender a repartirla y quitársela a la gente egoísta, a la que es capaz de contaminar todo un mar porque le sale más barato el petrolero aunque se hunda.