Del 'Sanjo' al Manzanares

M.B
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Chus Landáburu pasó del colegio San José a debutar en Segunda con el Pucela en 1972. Jugó en el Barça y el Atleti. Vive en Valladolid desde 2007 y colabora con dos Onegés

Un domingo jugué con los juveniles en el San José y al siguiente debutaba en Mestalla con el Real Valladolid». Tranquilo, sereno, con un discurso relajado, Chus Landáburu recuerda perfectamente su primer encuentro como profesional, su debut con el Real Valladolid. Fue en Segunda A, en Valencia ante el filial del club ché el 7 de mayo de 1972, entrando en el descanso por Segura cuando el marcador reflejaba un 2-0 en contra. El encuentro acabó así.

Esa campaña, la 71-72, con 17 años, jugó otros tres encuentros más, todos como titular. En el Real Valladolid estuvo cinco temporadas más antes de hacerse un nombre en la máxima categoría. De tierras castellanas se fue al Rayo, luego al Barcelona para acabar en el Manzanares, en el Atlético de Madrid, llegando a ser internacional cuando jugaba como culé.

«Esa época la recuerdo con mucho cariño, con muy buen recuerdo. El Valladolid tenía un equipo de gente maja, que me acogió de maravilla... yo era un crío y mi mundo se había limitado al internado del colegio y el pueblo. Era el hermano pequeño de Astraian, Pérez García, Llacer, Docal... de gente que iba a ver jugar cuando era pequeño», señala Landáburu,

Porque Jesús Landáburu Sagüillo había nacido 17 años antes en Guardo (Palencia), viniendo cuando tenía 8 como interno al colegio San José. Allí jugó hasta juveniles, cuando el Pucela llamó a su puerta. Primero entrenando los jueves en el típico partidillo y de la noche a la mañana debutando en Segunda: «Fue alucinante. Era para mí inimaginable. Me gustaba jugar pero no tenía en mente hacerme profesional». Eso sí, sus padres pusieron una condición: «Estudiar una carrera. Entré en la Universidad y empecé Ciencias Físicas».

En 1977 le llamó el Sevilla, llegó a firmar un contrato, pero el club hispalense puso como excusa una hipotética arritmia para no ficharle: «Creo que fue una excusa para echarse atrás». Así que se fue el Rayo, donde debutó en Primera. «Y de ahí al Barça, donde estuve 3 años. En el 82 volví a a Madrid, esta vez al Atleti, hasta el 88», recuerda. Ganó una Copa y una Recopa en Barcelona; y una nueva Copa y una Supercopa con el Atlético, donde fue titular indiscutible sus seis campañas allí. Aunque su final no fue el ideal.

«Deportivamente finalicé muy bien la 87-88, con muchos partidos... pero acabé en Magistratura, demandando al Atlético por un año más de contrato», recuerda tras ser despedido en aquella época por Jesús Gil junto a Arteche, Quique Ramos y Setién.

Con 33 años decidió dejar el fútbol. Quería seguir viviendo en Madrid y ya tenía hijos (dos chicas, un chico y ahora ya cinco nietas y un nieto). Empezó a trabajar en una empresa de Consultoría, DTI, de unos profesores de ESADE, donde hice un Máster en Barcelona; y allí ha estado hasta jubilarse. Porque Landáburu, además de jugar, nunca dejó de estudiar. Se licenció en Ciencias Físicas en la especialidad de Cálculo Automático, e hizo un Máster de dirección de empresas en la ESADE de la Ciudad Condal.

En 2007 regresó a Valladolid, donde reside desde entonces y donde colabora con Entreculturas y Red Íncola. Aunque asegura que no suele ir al José Zorrilla: «Ahora lo veo por televisión. Lo que de verdad me gustaba era jugar, no entiendo de tácticas».

Protagonista con el papa en ‘La sabiduría de los años’

Chus Landáburu ha sido noticia esta semana, junto al también vallisoletano Miguel Boronat, psiquiatra jubilado, por ser uno de los personajes del libro ‘La sabiduría de los años’, en el que 84 hombres y mujeres de todo el mundo comparten sus experiencias de vida, en una propuesta del Papa Francisco, con la colaboración de Loyola Press. El exfutbolista cuenta cómo la primera vez que un entrenador decidió no contar con él, en el Barcelona, respondió «como un niño pequeño que se enfada y decide no comer». La segunda vez que le ocurrió, ya en el Atlético, asegura que se esforzó «el doble», en vez de «enfurruñarse». «Cuando me lo propuso José María Rodríguez Olaizola, estuve encantado de participar en el proyecto, quedé en pensar un tema y se lo conté. Mi experiencia gustó y ya luego que me contestara personalmente el papa fue todo un detalle», comenta Landáburu.