Por donde pasaban las merinas

Jesús Anta
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Por donde pasaban las merinas

En 1960  Puente Duero, de mil habitantes, y articulado en torno a la calle Real, pasó a formar parte de la ciudad de Valladolid convirtiéndose formalmente en un barrio de la misma. Hasta entonces, según épocas, tuvo en ocasiones cierta autonomía que le permitió incluso elegir alcalde y reunirse en concejo,  aunque formara parte del alfoz de la villa vallisoletana. De hecho, los arreglos históricos de su puente, varias veces dañado por las riadas o, como otros muchos,  durante la Guerra de Independencia, estaban encomendados al Concejo de Valladolid.

Situado a 10 kilómetros de Valladolid, este barrio fue creciendo entre los pinares de Simancas, Antequera y Esparragal, de los que vivía la población, a uno y otro lado del río Duero. 

La  calle Real nace en la rotonda que, desde Valladolid, da entrada al barrio, y lo atraviesa completamente desde la carretera del pinar hasta el importante puente medieval que salva el curso del Duero. Es una calle muy ancha, como se corresponde a lo que en su día fuera cañada merinera. Está ajardinada en su parte central, con zonas de juegos infantiles, y el viario está organizado de tal manera que impida alcanzar a los vehículos altas velocidades.

El caserío tradicional  de la calle se ha ido sustituyendo por nuevas casas de una o dos alturas. No obstante, en la acera de los impares aún pueden verse humildes casas centenarias.

Hacia mitad de la calle se alza la iglesia parroquial bajo la advocación de Santa María de Duero. Su construcción data de 1889, y en realidad es un edifico que sustituyó a la iglesia anterior que fue destruida en 1860 por una de las grandes riadas del Duero. La torre tuvo un recrecimiento en la década de 1960. La iglesia preside una plaza que lleva  el nombre de Damián Tascón Prieto. Por lo que  se relata en el libro ‘Nuestras calles y sus personajes’, sabemos que Damián Tascón fue una persona querida en Puente Duero. Fallecido en 1985 a los 55 años, Damián destacó por la actividad caritativa. Atento a las personas más necesitadas,  presidió la delegación de Cáritas en el barrio y contribuyó a impulsar las fiestas patronales de Puente Duero que se celebran en torno a la Virgen del Duero el 8 de septiembre. 

En la primera rotonda de la calle, un monolito y una placa  recuerdan que hasta 1977 aquí estuvo el cementerio, que se trasladó a una parcela en el interior del pinar.

La calle se caracteriza por estar dispuesta a lo largo de un ramal importante de la Cañada Real Leonesa Occidental. Los rebaños, procedentes de Medina de Rioseco,  unos atravesaban Valladolid para buscar la Real Soriana y otros  continuaban hacia Valdestillas pasando por Puente Duero. Pero muchos,  en vez de atravesar Valladolid, iban directamente hacia Simancas para, también, ir a cruzar Puente Duero. De ahí el nombre de la calle Real.

El puente, al final de la calle, de probable origen romano pero de construcción medieval, también sirvió para el movimiento de viajeros que iban y venían a Valladolid desde Medina del Campo, Salamanca, Madrid o Sevilla.  El puente igualmente daba paso a los peregrinos de Santiago, que venían por el llamado Camino de Madrid, de ahí que en la reconstrucción contemporánea de los caminos se hiciera un albergue en Puente Duero y se acordara una variante que conduce los pasos hasta Valladolid, donde está la iglesia de Santiago Apóstol. Otra función de este puente era la de servir de contadero de las ovejas trashumantes, pues al estrecharse el rebaño para cruzarlo, los rabadanes aprovechaban para contar las cabezas de ganado y si alguna faltara, alguien de la cuadrilla se encargaba de volver a buscarla.

Todo este trasiego contribuyó a que la calle Real estuviera festoneada de mesones, tal como relata Juan Carlos Prieto en su libro sobre Puente Duero titulado ‘Moradores’. 

Las playas de Puente Duero, en ambas orillas del río,  fueron muy concurridas, incluso una de ellas   disponía de bar y de zona de acampada. Por la década de los 60 y 70, tal era la afluencia de gente en verano para disfrutar del aire puro del pinar y del baño, que llegó a conocerse como ‘beniduero’, aludiendo al popular Benidorm  mediterráneo.