En la rutina del pianista vallisoletano está presente un piano y una mesa, y asegura que transita de uno a la otra. «En estas semanas difíciles, no es mi actividad lo que ha variado, sino la preocupación por tantas personas enfermas, con dificultades en la familia, en su trabajo. Todo eso me rodea como una atmósfera de la que no puedo separarme». Comienza cada mañana con Bach y después estudia los programas de los conciertos que se han aplazado. «Tengo mucha ilusión con uno de ellos, el dedicado a Miguel Delibes en su centenario». Desde que comenzó el confinamiento, graba en vídeo la lectura de un poema y lo comparto en sus redes sociales. «Decía Dámaso Alonso que los libros abrigan. Creo que con la voz, en especial ahora, las palabras se vuelven más cercanas». Además, apunta que su madre tiene un problema grave en la vista, por lo que la lectura le acerca a ella, ahora que solamente puede verla a través de la pantalla, y ella a él desde el teléfono de su hermano Álvaro. También da clase a sus alumnos del conservatorio a través de las plataformas digitales. «Les siento cerca y creo que ellos a mí». Además, lee y escribe. «El año pasado comencé un diario en el que me dirijo a Pedro Aizpurua. Es una buena compañía, su memoria, mientras esperamos que se disipen el dolor y la incertidumbre».