El semáforo nutricional

María Albilla (SPC)
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El NutriScore, etiquetado que se prevé implantar en España en el primer cuatrimestre de este año para distinguir si un producto es sano o no, levanta ampollas en sectores como el olivarero o el ibérico

Del rojo al verde en cinco sencillos pasos para saber si un alimento es saludable o no... Esta es una explicación simple, muy simple, de qué es el NutriScore, pero no es oro todo lo que reluce. Merece la pena profundizar en qué se esconde detrás de este semáforo que, previsiblemente, se incorporará durante el primer cuatrimestre de este año en forma de etiqueta frontal en miles de productos al alcance del consumidor en cualquier lineal del supermercado.

Lo cierto es que el objetivo que persigue la introducción de esta etiqueta es loable: intentar combatir las altas tasas de obesidad y las enfermedades que van de la mano de una mala alimentación y que, con un simple vistazo al empaquetado, se sepa la calidad nutricional de dicho producto. Pero algo pasa con ello cuando el sector olivarero se ha levantado contra él... porque de lo que nadie tiene dudas ya es de que el aceite de oliva virgen extra es oro en la escala de alimentos saludables.

Entonces, ¿qué sucede? Primero, la teoría. El logotipo tiene cinco colores asociados a letras que describen cinco calidades nutricionales, del verde oscuro para la calidad óptima (letra A) al rojo (letra E) para la peor. Se basa en un algoritmo, un sistema de puntos que se atribuyen en función de la composición nutricional por cada 100 gramos o 100 mililitros de producto. Por un lado, se valora los aportes nutricionales positivos (proteínas, fibra dietética y porcentaje de frutas, verduras, leguminosas, frutos oleaginosos y aceites de oliva, nuez y colza) y por otro los considerados negativos (calorías, grasas saturadas, azúcares simples y sodio). La puntuación final resultante se sitúa entre -15 (mejor calidad nutricional) y +40 (peor calidad nutricional).

Ahora, la práctica de los casos más confusos. Si se evalúan positivamente la presencia de frutas y verduras, fibra y proteínas y negativamente la presencia de azúcares, grasas saturadas y sal, así como las calorías, un refresco de cola light obtiene una letra B (verde claro), mientras que el aceite de oliva tendría una C (amarillo). Otro ejemplo. Ese mismo refresco comparte la puntuación B con la leche entera, cuando el valor nutricional del primero es nulo. Igualmente se penaliza a las aceitunas por ser altas en sal, frente a, por ejemplo, unos zumos envasados que un nutricionista jamás recomendaría.

Lo cierto es que NutriScore es una buena idea, pero falta afinarla. De hecho, Francia y Bélgica, por ejemplo, han hecho modificaciones en el algoritmo para que sus quesos no salgan mal parados, lo mismo que sucede en España con el ya nombrado aceite de oliva que, finamente, tampoco entrará en este etiquetado frontal. «Pedimos que se quitara de la categoría C al aceite de oliva porque lo ponían a la misma altura que el aceite de colza y es una grasa vegetal, pero es cardiosaludable», decía la consejera de Agricultura de Andalucía, Carmen Crespo.

A raíz de esto, otros sectores, como el de los productos ibéricos, han demandado igualmente que se les excluya del semáforo, ya que suelen salir mal parados con las letras D (naranja) o E (rojo). 

«Está claro que el producto ibérico no puede ser catalogado con una D o una E. Pedimos que se revise la nota si nos obligan a estar dentro de NutriScore, pero la idea inicial es que no se aplique al jamón ibérico», explican desde la Asociación Interprofesional del Cerdo Ibérico.

Sin embargo, aquí viene de nuevo el ejercicio práctico. La recomendación de consumo de embutidos es que se tomen de una manera esporádica, pero si mañana usted va a hacer la compra y ve una de caña de lomo que viene etiquetada como 100 por 100 carne de ibérico y tiene una D y al lado hay una bandeja de fiambre de cerdo cuyos ingredientes son (textualmente) carne de paleta de cerdo (55 por ciento), agua, fécula, proteína de soja, sal, dextrosa, azúcar, estabilizantes (E-451i, E-407), aroma, antioxidante (E-316), conservador (E-250) y colorante (E-120) y también tiene una D de color naranja... ¿Cuál cree que sería la opción más saludable?

Buscar las diferencias

Uno de los problemas que se achaca a este etiquetado es que podría blanquear ciertos productos ultrapocesados, de ahí que buena parte de la industria del sector esté de acuerdo en su implantación, y que no diferencia entre la calidad nutricional de los productos. No se puede poner a un yogur griego (leche entera, nata, leche en polvo desnatada, fermentos lácteos una C, igual que a una sopa de sobre: pasta (41 por ciento) (sémola de trigo duro ), jarabe de glucosa, sal marina, extracto de levadura, zanahorias (2,9 por ciento), cebollas (1,8 por ciento), puerros (1, 2 por ciento), perejil, aceite de girasol, cúrcuma, macis, hojas de apio, pimienta. 

La aplicación del NutriScore será de carácter voluntario para las empresas que decidan llevarlo, a falta de que la normativa europea establezca su obligatoriedad. No cabe duda de que es una herramienta intuitiva que puede disuadir al consumidor de adquirir cientos de alimentos malsanos al verlos con una letra E, pero también es cierto que desde su germen ha estado acompañado por la polémica debido a sus disonancias.