La semilla de la inquietud

Óscar Fraile
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La actriz y dramaturga María San Miguel nos revela sus diez lugares favoritos de Valladolid

La semilla de la inquietud - Foto: Jonathan Tajes

Teatro Calderón. Con «seis o siete años» comenzó a ir a este teatro de la mano de sus padres para ver espectáculos de todo tipo. Muchos de ellos para adultos. Ella no siempre quería ir, hasta el punto de que en ocasiones deseaba que la grúa se llevase el coche familiar. Pero allí se inició su relación de amor con el teatro. «El momento que me emocionó mucho, hasta el punto de decidir que yo quería hacer eso, se produjo viendo el inicio de Peribáñez y el comendador de Ocaña, montado por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, cuando las actrices y actores accedieron al patio de butacas cantando y bailando», recuerda. A sus 14 años experimentó por primera vez la emoción que le sigue produciendo el hecho teatral. Más de dos décadas después ha vuelto a sentarse en esas butacas, pero ahora como nominada al premio Max de teatro al mejor espectáculo revelación por Viaje al fin de la noche.

Lago del Campo Grande. Muchas veces tuvo que superar el miedo que le daba subirse a la barca de Luis Gallego Martín, ‘El Catarro’, pero lo hacía porque merecía la pena escuchar las historias que contaba: «Por entonces me parecía que el lago era muy grande y el paseo en la barca, muy largo». Allí también acudía con sus padres a ver a los pavos reales. «Es un animal que me sigue fascinando, aunque ahora me da un poco más de miedo porque tiene muy mala leche», dice.

Chocolatería El Castillo. El local ubicado en la calle Montero Calvo se convirtió en un dulce refugio al que acudía con su abuela Manuela, natural de Tudela de Duero. «Me llevaba a comer chocolate con churros cuando era pequeña, por eso me emociono mucho siempre que paso por allí», asegura. Cada visita a El Castillo era «un acontecimiento».

Bar Penicilino. No podía faltar en esta lista el mítico bar, sobre todo si se tiene en cuenta que fue fundado por su tatarabuelo. «Es el lugar que enseñaba a los que venían de visita a Valladolid; por ejemplo, mis compañeros del grupo de teatro de la Universidad Carlos III cuando estuvimos de gira por toda Castilla y León con Las rutas de La Barraca, porque me parece un sitio muy identitario de la ciudad», opina.

Café El Minuto. Un espacio «confortable» donde María se siente «a gusto». Allí dio sus primeras entrevistas a los medios como profesional de la interpretación. «Era donde siempre quedaba con los periodistas porque es un sitio muy acogedor, el típico lugar donde me puedo pasar horas trabajando y leyendo porque te hace sentir como en casa», señala.

Plaza de Federico Wattenberg.  Una visita recurrente junto a su madre durante toda la adolescencia. «Me parece un sitio muy tranquilo y hermoso, y yo soy una gran amante de la belleza», asegura. Y desde los 15 años se viene emocionando con este mágico lugar.

Calle Ruiz Hernández. Allí estaba ubicada hace años la sede del PSOE de Valladolid. «Probablemente, la primera parte de recuerdos que tengo de mi infancia relacionados con Valladolid, hasta los ocho años, tiene que ver con esta calle, porque ahí estaba la sede del PSOE y yo iba con mi madre a buscar a mi padre que, aparte de ser militante, tenía un cargo de representación política», explica. Todavía se recuerda corriendo dentro de la sede junto a un cuadro «medio roto» del Guernica. «Mis visitas a Valladolid empezaban y acababan en Ruiz Hernández y me emociona mucho ese recuerdo porque tiene que ver con los valores que me han inculcado mis padres», dice.

Cines Mantería. Cuando era pequeña iba allí con su madre a ver «todas las películas de Disney» y a partirse de risa con El robobo de la jojoya, de Martes y 13: «Ahora la veo y... es malísima». También iba mucho al Manhattan y al desaparecido Cine Coca.

LAVA. Allí hizo la primera residencia artística del Laboratorio de las Artes en 2012. «Pasamos mucho frío y el coordinador de entonces nos lo hizo pasar fatal», recuerda. Ese trabajo fue el germen de Proyecto 43-2, la primera entrega de la trilogía Rescoldos de paz y violencia. Y allí volverá el 14 de febrero, para poner en escena esas tres obras  con una compañía de la que también forma parte el actor y director vallisoletano Pablo Rodríguez.

Bar Colombo. «Cuando mi padre estaba ingresado por un cáncer fui allí a comer con mi madre durante dos meses, y acabamos estando como en familia porque nos sentíamos acogidas dentro de la situación emocional que estábamos atravesando», asegura.