El otro goleador del 3-8

M.B
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Mami Quevedo jugó en el Real Valladolid más de un centenar de encuentros en Primera entre 1994 y 1998. Se retiró en el Cádiz en 2004 y después de sacarse el carné de entrenador ha estado de ayudante de Goyo Manzano en el Mallorca y en la Liga china

Quevedo, con la elástica del Real Valladolid. - Foto: D.V.

Mami Quevedo ha vivido cuatro años en China, como segundo entrenador de Goyo Manzano. Aunque él es de Cádiz, jugó de centrocampista y pasó por el equipo de la Tacita de Plata, por el Atlético, el Sevilla y el Rayo... además de por el Real Valladolid. En China estuvo en el Beijing Guoan, el Shanghai Shenhua y el Guizhou Hengfeng Zhicheng, de 2014 a 2018. Aunque mucho antes pasó por Zorrilla. Llegó en 1994 y se fue en 1998. Le costó entrar en la dinámica del club porque venía de dos operaciones, pero vivió alguno de los mejores años, con la clasificación para la UEFA incluida. «Del Pucela me quedo con el año en el que nos salvamos con aquel 3-8 en Oviedo. Marqué 3 goles... los otros 5, Peternac», apunta.

José María Quevedo García, más conocido como Mami Quevedo, nació en Cádiz el 1 de junio de 1969. Empezó a jugar al fútbol en su barrio, en el Calpisa, y con 13 años entró en las categorías inferiores del Cádiz. Ya en la campaña 88-89 llegó al primer equipo y allí se quedó hasta 1993. De aquella cantera salieron, entre otros, Kiko Narváez y Moisés Arteaga. Con Kiko llegó al Calderón, firmando por tres temporadas. En la primera fue operado de las dos rodillas, algo que le hizo salir.

«Me llamó mi representante y me dijo que había más opciones. La que más me gustó fue la de Valladolid», recuerda hoy en día sobre su llegada a Zorrilla. Fue dura, por aquello de las lesiones: «Me costó adaptarme. Quizá fue uno de los peores años de mi carrera». Jugó 16 partidos junto a González, Cuaresma, Belodedici, Nilson o Urban, con Espárrago, Pepe Moré, Fernando Redondo y Antonio Santos de entrenadores. «Bajamos pero se arregló en los despachos», apunta.

El otro goleador? del 3-8El otro goleador? del 3-8El siguiente año, con Benítez y Cantatore, fue mejor. Tanto que jugó 38 partidos, anotando 13 goles, entre ellos los tres del Tartiere. «Ya habíamos hecho una buena temporada y con Cantatore acabamos en UEFA», señala, reconociendo que fue de lo mejor de su carrera y, por supuesto, de Valladolid.

El siguiente año hubo movimientos. Echaron a Cantatore y llegó Kresic. Y a él le señalaron como cabeza de turco al final del año o, al menos, así se sintió. Solo jugó 23 partidos (13 de inicio) y en verano de 1998 se fue al Sevilla. Cerró un ciclo de blanquivioleta con 106 partidos en Primera (25 goles), más 10 de Copa (2 goles) y 3 de UEFA.

«Hice muchas amistades allí. Me gusta la gastronomía y la gente de Valladolid», reconoce. Y vuelve de vez en cuando, sobre todo por encontrarse con Goyo Manzano. Tampoco olvida a Charo, la madre de la novia de su compañero Martín, que les acogió como una madre y les dio de comer muchas jornadas.

Tras el Sevilla llegó el Rayo Vallecano -su mujer, Cristina Tárrega, vivía en Madrid- para cerrar su ciclo de jugar en su Cádiz: «Tenía una lesión de pubis y me arrepentí de ir a mi casa y no poder dar lo que quería». Tras dejar el fútbol en 2004, se tomó un tiempo de descanso, hasta que le convencieron para sacarse el carné de entrenador, haciéndolo junto Manolo Sánchez y Fernando Hierro, entre otros. Al poco le ofrecieron ir de segundo con Manzano. Comenzó en el Mallorca media temporada para irse cuatro años luego a China: «Fue una experiencia maravillosa y aprendí mucho. Jamás pensé que iba a aguantar como técnico». 

A Zorrilla quiere volver, aunque asegura que, hasta el año pasado en un Tottenham -Manchester City (al que fue con su hijo), no había pisado uno como aficionado desde su retirada.

Marcó el penalti que dio la UEFA

Además de marcar 3 de los 8 goles del Tartiere, fue el protagonista del penalti que dio la clasificación matemática para la UEFA en la temporada 96-97. «Estábamos en el vestuario y dije que si había un penalti lo lanzaba yo. Cantatore me comentó que no. Jugábamos con el Hércules, tuvimos muchas ocasiones pero sin suerte. Nos pitaron un penalti, nadie lo quiso tirar, cogí el balón y, por suerte, lo marqué», recuerda. Fue el 1-0 del triunfo definitivo para la UEFA.