Una calle con nombres propios

Jesús Anta
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La calle en la que se ubica la Feria de Valladolid lleva el nombre del primer director de la I Feria Regional de Muestras de Valladolid, que se celebró en 1965

Una calle con nombres propios - Foto: Jonathan Tajes

En 1965, cuando la Huerta del Rey solo era un proyecto, en aquel barrio  abrió sus puertas la I Feria Regional de Muestras de Valladolid. Su primer director fue Ramón Pradera Orihuela. Ramón Pradera había sido presidente del Real Valladolid entre los años 1951 y 1958. Era hijo de Manuel Pradera,  propietario del mítico Cinematógrafo Pradera -Teatro Pradera- que comenzó sus proyecciones en 1904, y padre de Ramón Pradera Leonardo, destacado director y realizador de Televisión Española y de otras cadenas televisivas, como Antena 3 (¿quién no recuerda Farmacia de Guardia o El Precio Justo?).

Pues ese Ramón Pradera Orihuela, personaje emprendedor y popular, miembro de una saga muy ligada a Valladolid es el que da nombre a la avenida que al otro lado del Pisuerga, es un punto de referencia en la vida de la ciudad.

El recinto de la Feria de Valladolid, en realidad un centro de congresos,   puede acoger una variada actividad que no se limita solamente a la feria anual de muestras, pues  sus naves y servicios sirven para las más diversas ferias, simposios y conciertos. Unas instalaciones que se completan con un Auditorio que permite llevar a cabo desde representaciones teatrales a mítines políticos.

Junto a la Feria están las dependencias de la Cámara Oficial de Comercio e Industria y las del Instituto Nacional de Estadística.

Algún restaurante, hoteles, sala de fiestas y diversas cafeterías contribuyen a hacer de la calle una especie de centro de negocios, que ofrece la cara del Valladolid moderno y contemporáneo. Una calle que en su momento también fue punto de atracción en la vida cultural vallisoletana cuando en ella se erigía el Teatro Valladolid, que más tarde fue sustituido por el Auditorio aunque con una orientación  bastante distinta (el Teatro Valladolid formaba parte de aquellos recintos que ofrecían desde  espectáculos infantiles a conciertos musicales y representaciones  teatrales que en la década de 1970 se calificaban de alternativas). 

Frente a la Feria, además de un aparcamiento disuasorio que invita a no meterse con el vehículo en el casco histórico, se ha dotado de servicios esenciales un estacionamiento  de auto caravanas que trata de cubrir la demanda creciente de este tipo de instalaciones en las ciudades.

Mas, algunos otros puntos de interés tiene la amplia avenida, en la que no falta arbolado y zonas ajardinadas que contribuyen a darle un aire amable: se trata de la Escuela Internacional de Cocina Fernando Pérez, que junto con el edificio de la Parroquia Vírgen del Henar, conforman la plaza de la Siega.

Fernando Pérez fue un hostelero muy querido que heredó el negocio de sus padres,  que amplió con nuevos locales,  y que modernizó la profesión. De hecho se le considera el impulsor del sector hostelero de Valladolid cuando estuvo al frente de la Asociación de Hostelería.  Alcanzó cierta notoriedad incluso a nivel nacional, pues cuando era presidente de los hosteleros  se puso en marcha la Feria de Día y promovió los concursos de pinchos. Ambas cosas en alguna medida han cambiado el concepto de los bares y han creado un modelo de actividad en el que se han inspirado otras ciudades españolas.

El edificio de la parroquia carmelita Virgen del Henar se construyó en el año 2000 con todos los atributos arquitectónicos propios de los recintos religiosos contemporáneos. Destaca su fachada de piedra blanca y la cubierta de madera. El templo, de muy agradable aspecto, está firmado por el arquitecto Elesio Gatón. Recientemente fallecido, ha trabajado especialmente (aunque no solo)  en edificios religiosos, tanto en obra nueva, como en rehabilitación, como es el caso de la recientísima limpieza y restauración  del interior de la iglesia  de la Antigua. No son fáciles este tipo de intervenciones arquitectónicas pues se trata de actuar en edificios singulares.

La avenida, sobre la que se asoma en su tramo final el edificio Duque de Lerma, desemboca en el desagüe del Canal de Castilla que rinde sus aguas al Pisuerga tras pasar por debajo de la antigua fábrica de harinas la Perla. Ahora este enclave, antaño dedicado a huertos, es un parque que no se debe dejar de pasear, decorado con murales que evocan los tiempos en el que el Canal de Castilla era un lugar industrioso y concurrido.