La quinta ola cumple estos días dos meses con su desescalada entrando ya en la última fase después de haber superado la etapa más compleja, la que dejó las mayores ratios de contagio y un regreso a esa situación de transmisión comunitaria que estaba prácticamente olvidada. Es ahora cuando la batalla contra el coronavirus afronta un momento clave, pero no solo porque debe ir acercándose ya a los números de control del virus tras ocho semanas en ebullición, sino también porque se tiene que ir vislumbrando hasta dónde se puede hacer descender la ‘curva’ de la incidencia. Toda una incógnita para este tramo final de la desescalada en que se contará por primera vez con las vacunas como grandes aliadas, gracias a ese 73% de vallisoletanos con dos dosis, pero en el que irrumpe el hándicap de la celebración de las fiestas de Valladolid y de otros municipios (Laguna, Tordesillas, Medina...), con el evidente riesgo de rebrote en el epílogo de esta quinta fase.
Una ola que irrumpió durante los últimos días de junio, cuando el porcentaje de inmunizados estaba todavía por debajo del 40% y la tasa provincial de incidencia marcaba su mínimo en 322 jornadas, con esos 68 casos por 100.000 habitantes del 28 junio de 2021 (que igualaban los 68 registrados el 10 de agosto de 2020). El fin del curso y de la mascarilla en exteriores, así como el arranque del ocio estival provocaban una eclosión que multiplicaba la IA por 12 en solo 22 días. Así, el 20 de julio se establecía el pico de la quinta ola en aquellos 818 puntos que activaban todas las alarmas y obligaban a la Junta a la clausura de los locales de ocio nocturno y de todas las barras, así como al cierre de los bares a la una y media de la madrugada, tras dar por fracasadas las semanas previas de libertad horaria.
La ‘curva’ iniciaba entonces un descenso extremadamente lento y que todavía busca su valle, con la incógnita de saber hasta dónde va a poder bajar la tasa provincial de incidencia, un indicador que, junto el grado de saturación hospitalaria, marca las restricciones sociales con las que contener a este coronavirus de nombre SARS-CoV-2. La cosa en Clínico, Río Hortega y Comarcal de Medina está bajo control, en la franja de los 80-90 covid ingresados y en fase de descenso, pero tan lento como el que deja por el momento la foto fija epidemiológica. La IA 14 días se encuentra ya en 261 casos por 100.000 y si no hay cambio en el ritmo de caída, Valladolid no llegaría a bajar de 100 hasta la segunda mitad de septiembre, para quizá terminar el próximo mes con menos de 50 de incidencia, que es la ratio mínima fijada para dar por controlado este virus.
SEPTIEMBRE
Pero cualquiera de estos cálculos no pasa de ser mera teoría cuando se trata del covid, aún más si la proyección se encuentra condicionada por lo que pueda ocurrir durante las dos primeras semanas de septiembre, con una capital vallisoletana en fiestas y un programa que se ha retocado para evitar multitudes, pero que seguirá sacando a la calle a la ciudadanía en masa. El previsible aumento de la interacción social en el marco de la Feria y Fiestas de la Virgen de San Lorenzo amenaza por ello el éxito del final de la desescalada de esta quinta ola, como ya ocurrió en mayo con San Pedro Regalado y este agosto en Rueda y Peñafiel.
Las fiestas del patrón de la ciudad se resolvieron sin actividades, pero la simple coincidencia con un puente (el 13 de mayo fue jueves), aliñado además con el buen tiempo, llevó a un aumento de la vida social que frenó en seco la desescalada de la cuarta ola cuando se encontraba ya en 100 contagios por 100.000, para iniciar un rebrote en el que también influyó el decaimiento del estado de alarma, así como el final de las restricciones hosteleras que había en la capital, desactivadas unos días antes. Se vivió entonces una pequeña ola que casi devolvió la tasa de incidencia acumulada hasta el pico de la cuarta ola; y del que hubo que volver a bajar.
Valladolid vivirá sus ferias de San Lorenzo bajo las restricciones con las que ya se ha pasado todo el mes de agosto, tal como ha decidido la Junta para toda Castilla y León. Así, al menos hasta el 13 de septiembre se continuará sin ocio nocturno ni barras y cerrando a la 1.30, aunque con el evidente riesgo de que la fiesta se desplace a parques y casas.
Peñafiel y Rueda, por su parte, representan ejemplos más recientes de lo que puede ocurrir cuando se olvida que el covid-19 todavía está circulando y se quieren celebrar las fiestas patronales, incluso en esa versión que se ha denominado como ‘no fiestas’. Y es que estos dos municipios no perdonaron su cita con el 15 de agosto y en ambos han visto dispararse los contagios días después.
En concreto, Rueda ha pasado de reportar una IA 14 días de 80 a fecha 12 de agosto, a los 3.160 que recogía el último dato difundido, el de este domingo. Peñafiel ha saltado desde la tasa de 435 contagios por 100.000 habitantes que había antes del puente de la Asunción a los 1.246 actuales, si bien es cierto que registró peores cifras en la última fase expansiva de esta quinta ola, ya que llegó a 1.978 el 18 de julio.
REBROTES SIN FIESTAS
Aunque esas ‘no fiestas’ aparecen detrás de ciertos rebrotes, durante este verano también están detectándose fuertes incrementos de la incidencia en otras localidades sin ‘echar la culpa’ a la patrona de turno. Campaspero ha sido la que ha reportado una IA más elevada, al llegar a 2.924 el 5 de agosto, mientras que Mayorga alcanzó los 2.907 (el 20 de julio) y Medina de Rioseco, los 1.910 (el 27 de julio). De los grandes, Laguna marcó su pico en 727 en la tercera semana de julio y ahora está en 189; Arroyo llegó a registrar una IA 14 días de 720 a principios de agosto para descender en este momento hasta 209; y Medina del Campo se ha movido con más oscilaciones, con esos ‘dientes de sierra’ en los que el pico fue de 528 (2 de agosto) y el valle, de 215 (16 de agosto), y estar ahora en 509. En Valladolid capital, el 20 de julio se anotó una IA de 916 que ahora ha bajado hasta 243.
Contagios que, en general, van disminuyendo por casi todos los rincones de la provincia, pero a un ritmo mucho menor que en las otras grandes olas, lo que está dejando un repliegue muy lento. La segunda y la tercera ola alcanzaron su zona valle en un mes y medio, saltando, respectivamente, desde los 1.077 positivos por 100.000 habitantes del 12 de noviembre a los 113 del 30 de diciembre, y desde los 1.534 del 27 de enero a los 86 del 18 de marzo.
La cuarta ola tuvo su pico el 21 de abril en aquellos 179 de IA y no se topó con su valle definitivo (por el camino sufrió el rebrote del puente de San Pedro Regalado) hasta el día 28 de junio, cuando se sitúa la eclosión la quinta ola, con la incidencia en 68.
Una fase que tocó techo el día 20 de julio y ya lleva cinco semanas en descenso, pasando de aquellos 818 contagios por 100.000 del pico a los todavía 299 con los que se llega al último fin de semana de agosto.
Pero el gran objetivo que se le presenta a la desescalada de esta quinta ola es lograr lo del pasado verano, después de la primera ola y el confinamiento, cuando Valladolid se pasó dos meses y medio con una tasa de incidencia acumulada por debajo de 50 casos por 100.000, de las que 18 jornadas fueron en ratios inferiores a 10, incluso. Es decir, en una situación de control del virus que, además, ahora cuenta con el apoyo de una vacunación que tendrá a la práctica totalidad de la población diana (mayores de doce años) con las dos dosis antes de terminar septiembre.