Osoro pide fieles "revolucionarios", pero "no de pandereta"

Ical
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El arzobispo de Madrid clama durante el Sermón de las Siete Palabras contra una economía sin "moral" que impide lograr un trabajo "decente y estable"

Osoro pide fieles "revolucionarios", pero "no de pandereta"

El cardenal y arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, llamó hoy a los fieles vallisoletanos a ser "revolucionarios", pero "no de pandereta", e ir contracorriente frente a la cultura de lo provisional en un mundo "donde todo aparece como relativo", donde se predica que "lo importante es disfrutar el momento y no comproementerse con las personas". "Sed artesanos del futuro y profetas de la bondad de Dios", dijo,.

Osoro fue el encargado de pronunciar en una mañana gris el Sermón de las Siete Palabras en la plaza Mayor de Valladolid este Viernes Santo en el que la lluvia dio una tregua a la Semana Santa de la ciudad, declarada de Interés Turístico Internacional.

En su intervención abogó por la cultura de la vidaexpresó su rechazo a una economía “que no tiene moral”, que margina a las personas y que solo ve “cuentas y ganancias”, y defendió el derecho que Dios ha otorgado al hombre de contar con un “trabajo digno”, que le permita alcanzar el bienestar y realizarse. Por ello, pidió buscar las fórmulas para que todos los seres humanos logren un empleo “decente y estable”.

En ese sentido, Carlos Osoro animó a construir una convivencia entre los hombres con principios, a buscar el gozo con conciencia y dar valor al sacrifio. Además, abogó por una educación que haga hombres con valores y carácter, “sin cadenas”, “libres”, “sin yugos”, que compartan el “pan con los demás”.

También, criticó una ciencia sin humanidad y reclamó que se ponga “totalmente al servicio de la persona”. “Se trata de no sucumbir a la idolatría de la exaltación del paradigma tecnocrático dominante, unilateral y ayuno de ética. Dejar lo que pertenece al reino de los medios y de los instrumentos en su lugar, y defender el primado de los fines y el orden de los valores”, dijo.

El cardenal, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez; el alcalde de Valladolid, Óscar Puente; el presidente de la Diputación, Jesús Julio Carnero; la ministra de Industria y Turismo, Reyes Maroto; y la dirigente ‘popular’ Isabel García Tejerina, entre otros, asistieron a esta celebración religiosa, que siguieron también un gran número de embajadores y mandatarios.

Por motivos climatológicos solo siguió desde la plaza Mayor el paso de la séptima palabra, ‘En tus manos encomiendo mi espíritu’, para evitar que una posible llovizna dañara el resto del patrimonio escultórico.

Perdón y paraíso

En relación a la primera palabra “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, Osoro dijo que incluyen tres “ejes” que deben estar presente en la humanidad. Advirtió de que no existe “curación verdadera sin perdón” y que éste “siempre rehabilita” y destacó la “belleza” de la reconciliación, que recordó implica “solidaridad” y que trae “paz y desarrollo”. Además, remarcó, como dijo el papa Francisco, que la “misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la iglesia”.

“Para nosotros la belleza del perdón, de la reconciliación y de la misericordia, tienen un rostro, no son ideas, contemplamos lo que significan y contienen en la persona de Jesucristo”, expresó.

En cuanto a la segunda, “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”, aseguró: “Aquel que me ama hasta dar su vida por mí y por todos los hombres, está cerca de mí. Y lo está, en todas las situaciones; por eso, en la profundidad del corazón reina una alegría que es más grande que todos los sufrimientos”.

“Si apostamos por servir, vivir y hacer vivir, tendremos siempre la palabra oportuna en la boca, hablaremos verdad, aconsejaremos desde quien es consejero y maestro y decidiremos con los modos y maneras que quien decidió crear amorosamente todo lo que existe”, sentenció.

Por ello, siguiendo la “caricia” de Dios pidió “dar respuesta de amor en todas las situaciones” de la vida; realizar una entrega personal; vencer la violencia en el mundo con amor; buscar la reconciliación entre los hombres, “sabiendo que el amor es más fuerte que el odio”; no olvidar que el hombre es “mendigo” y tiene “sed de amor” y “amar a Jesús, como “corazón de la vida cristina”. “Convertirnos al amor es pasar de la amargura a la dulzura, de la tristeza a la alegría”, dijo.

Madre

Con la tercera, “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu madre”, Osoro remarcó que se presenta a María como la “primera morada” de Dios. “Acoged a María como el regalo más grande que se hizo a los hombres de parte de Dios”, exclamó. Así presentó un primer “retrato” de ella, que asegura muestra a todos que “hacer un mundo distinto no es un sueño irrealizable, es posible”. Por ello, aseguró que hay que abrirse a la vida, a todas las realidades.

También destacó que Cristo creó la “cultura del encuentro”, en la que los seres humanos logren el “respeto absoluto a todos los derechos fundamentales”. “Tenemos que salir con obras y palabras. Hay que decir a la gente que nos encontremos por el camino, lo mismo que hizo María nada más recibir la noticia de que iba ser Madre de Dios, que iba a dar rostro humano a Dios. Ella salió, pero salió a servir. Salgamos corriendo como María a prestar un servicio a los demás”, dijo.

Además, Osoro señaló que salir de los propios planteamientos para entrar en los de Dios y acogerlos es lo que hace “ver este retrato de María”, que como madre de todos enseña a las personas a “caminar” para vivir como un solo pueblo, a escuchar para edificar sobre roca y realidad y no sobre arena. También remarcó que los fieles deben dejarse sorprender por Dios, pues él siempre camina al lado, pese a las dificultades.

Abandono y misericordia

La cuarta fue “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Ante la muerte que representa el “fondo del abismo”, “la inimaginable profundidad de la angustia”, remarcó que la misericordia cobra una “imperiosa” necesidad, sobre todo, ante una humanidad que “tiene profundas heridas y que no sabe como curarlas, dado que no son solamente enfermedades sociales, heridas por la pobreza o la exclusión, y el descarte, sino por tantas esclavitudes nuevas, donde el relativismo hiere profundamente a la persona, pues todo parece lo mismo y todo parece igual”.

De esta forma, abogó por pasar de “buscar el placer sin conciencia a costa de lo que sea, a buscar el gozo con conciencia” y “de un culto sin sacrificio alguno”, a otro en el que la persona sea la que se ofrece “enteramente”. Además, recordó que como decía el papa Juan Pablo II, “el hombre no puede vivir sin amor”.

En la quinta, “¡Tengo sed!”, el cardenal recordó que el señor llama a sus discípulos a una misión fundamental, sin la que aseguró “el ser humano no puede vivir”. “Nos ha dicho seréis mis testigos. Hemos de estar disponibles para esta tarea”, agregó. Instó a vivir con amor y verdad y a ser testigos del evangelio pues recalcó: “El hombre tiene sed y hambre de Dios”.

“Otro mundo es posible. Dios quiere transformar el mundo con nuestra conversión”, para lo que planteó construir una comunidad misionera, predicar con obras y palabras e invitar a seguir a Jesucristo con la “seducción”, como lo hacían los primeros cristianos.

“Todo está cumplido” fue la sexta palabra del Sermón, con la que Osoro invitó a cursar tres asignaturas de “libre configuración”, como son la reflexión sobre el vacío espiritual, la importancia de la vida familiar y la adhesión a Dios. “Hay que ser testigos del Señor, hombres y mujeres de experiencia de encuentro con él. Esta es la gran noticia que se tiene que conocer”, dijo.

También llamó a cursar el “silencio para oír lo que importa”, así como a practicar el diálogo con Dios, “ora y escucha la palabra de Dios”. Ésta es la “escuela” en la que para él se aprende la “cultura del encuentro”. De esta forma, insistió en la necesidad de concentrarse en lo esencial para realizar la misión de la oración, la fe y el testimonio. “La presencia de un testigo de Jesús se advierte rápidamente. No habla de sí mismo, todo él habla de Cristo”, dijo.

En este momento, abordó la última palabra, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, con la que reclamó que se defienda con fuerza los derechos humanos y que se utilice el perdón como el instrumento para alcanzar la paz. “La eliminación y el olvido de Dios, crea abismo en el interior del hombre. Produce una ruptura en su existencia”, dijo y recordó que la Iglesia sabe cómo lograr la salvación que ofrece el Señor.