"Bach es como un lego"

Javier Triana (EFE)
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Infancia como niño prodigio, madurez como pianista de reconocimiento mundial, apariencia de estrella del pop y conversación amigable, Lang Lang presenta su visión de las 'Variaciones Goldberg' del compositor barroco

"Bach es como un lego" - Foto: ROMAN PILIPEY

La publicación de su nuevo trabajo, las Variaciones Goldberg,  ha chocado frontalmente con la pandemia y le ha obligado a cancelar decenas de conciertos. Por eso, el pianista chino Lang Lang (Shenyang, 1982), que  lleva más de 20 años dedicado al estudio del compositor barroco alemán Johann Sebastian Bach, se tendrá que conformar con apenas tres recitales en Alemania en marzo, uno de ellos, eso sí, junto a la tumba de Bach en Leipzig.

Ahora, en consonancia con los tiempos, pasa la mayor parte de la jornada atendiendo a los medios por videoconferencia. «Tengo que conectar con mis seguidores internacionales, así que no hay problema. Pero es duro: 12 horas hablando (cada día) no es tarea fácil. Como ves, tengo aquí té, café y peras para mantenerme espabilado», explica sentado al piano, en el pequeño estudio que ha habilitado para atender a la prensa.

 

¿Recuerda su primer contacto con las Variaciones Goldberg?

La primera vez las escuché de Glenn Gould. Tocaba unas Variaciones Goldberg que sonaban muy interesantes. Era una interpretación muy seca, casi de clavecín. Y su interpretación me superó y pensé que quizá debiera tocar esta pieza yo también.

La pieza es una melodía fácil al principio (la toca durante un par de segundos). ¡Pero es una ilusión! Porque es muy, muy difícil de tocar.

De niño, mi profesor me enseñó mucho barroco, pero de adolescente no interpreté mucho a Bach, me iba más el estilo del romanticismo.

Así que hace unos años empecé a aprender más sobre música barroca y empecé a interpretar más a Bach en los conciertos para intentar hallar el sonido de un Bach ideal, no del Bach de la infancia. Un sonido ideal y maduro.

Entonces, ¿Bach suena distinto según vas creciendo?

¡Sí! Bach y Mozart son los compositores que más cambian. Cuando eres un niño, crees que Bach es como jugar con los Lego, con una voz distinta aquí, otra voz allá... y tú las combinas... es como un juego mental.

¿Un juego mental? Pero en teoría esta obra se compuso para facilitar el sueño...

Sí, la compuso para el diplomático ruso Keyserling (que tenía problemas para conciliar el sueño), y puso a Goldberg, su mejor alumno, a tocárselas en días alternos. 

Pero esto no es una pastilla para dormir. ¡Yo he intentado dormir con esta pieza! Y en los primeros cinco minutos me fue bien, pero luego de repente te despierta (toca una parte contundente mientras gesticula un súbito despertar).

Y después me volví a dormir (toca un pasaje más lento, mientras cabecea con los ojos cerrados) y luego... (toca otra parte animada y abre los ojos de repente). Así que siempre te terminas despertando.

¿No ha dormido bien en los últimos 20 años de estudio entonces?

La verdad es que no... Esta obra no es fácil. A veces me provoca miedo; otras, dolor... no es sencilla.

Es una obra muy especial por su diseño, es como diseñar una pirámide de Egipto. Treinta variaciones con una simetría perfecta y nueve cánones como cuerpo principal. Así que de alguna forma todo está perfectamente encajado, pero todo se repite.

¿Cómo ha ido evolucionando su relación con Bach a lo largo de todos estos años?

Me encanta Bach, pero no lo entendía. Lo veía más como un ejercicio mental, para tratar de dividir tu mente y crear una estrategia, para intentar ser más inteligente. Pero una persona inteligente no tiene por qué ser un pianista emocional: son dos cosas distintas.

Y cuanto más aprendía de Bach, más cuenta me daba de que es la persona más emocionalmente complicada. No es solo alguien que juega con tu mente. Estaba equivocado. Siempre sentí emociones más obvias con Chopin, Liszt, Rachmaninov... Pero entonces descubres que hay otro tipo de emociones. Y Bach tenía ambas.

Imaginemos que Bach entra ahora mismo por la puerta que tiene delante y le pilla tocando sus Variaciones, ¿qué le diría?

(Tartamudea un par de segundos antes de lograr arrancar). Bueno, más bien, ¿¡qué no le diría!? Él me diría muchas cosas. Yo dejaría de tocar y le pediría: «¿Puede tocar para mí?». Y después yo diría: «¡Esto es lo que siento!». Me daría un infarto...

Después de tanta investigación y tanta práctica, el momento del lanzamiento se ha estrellado contra una pandemia que le ha obligado a cancelar todos sus conciertos, ¿cómo se siente?

Tuve que cancelar todos los del extranjero, pero hice unos pocos en China, para mantener los dedos calientes, aunque no a plena ocupación, sino como al 30 por ciento. Pero esta obra me ha dado verdaderos ánimos para seguir durante este momento tan complicado. Así que por eso quiero compartirla y lanzarla ahora para mi audiencia en todo el mundo, para que no se sientan solos.

Podría traducir a música la situación actual en el mundo, con la pandemia?

Claro, veamos... Me gusta usar este movimiento lento para sentirlo (comienza a tocar la ‘variación’ 25 con los ojos cerrados).

¿Echa de menos la normalidad?

Estoy deseando que vuelva. Para nosotros, el momento más importante es el directo.

No importa lo punteros que sean nuestros teléfonos o los conciertos que se retransmitan por internet: nada reemplaza a una actuación en directo, porque unes los corazones de todos en la misma sala. Y entonces los llevas de viaje, todos respiramos al unísono y navegamos en el mismo barco.