La perpetua caza del visón americano

Juan López (Ical)
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Medio Ambiente considera "imposible erradicar" la presencia del mustélido invasor y trabaja en evitar la expansión del mamífero "más agresivo" para el ecosistema autóctono

La perpetua caza del visón americano

Miguel Delibes, que además de uno de los mejores escritores en lengua castellana era un gran conocedor de todo lo rural, aseguraba que “el caso del visón americano ilustra sobradamente la dificultad de luchar contra las invasiones biológicas en un mundo globalizado y complejo”. Tras varias campañas de capturas de este mustélido de aspecto entrañable, pero también uno de los mamíferos “más agresivos” para el ecosistema autóctono, técnicos de la Consejería de Fomento y Medio Ambiente admiten la “imposibilidad de erradicarlo” en Castilla y León, donde se ha establecido por su fácil adaptación, con una población estimada en todo el norte peninsular de entre 40.000 y 50.000 individuos, alimentada principalmente por sabotajes a granjas, achacados a grupos animalistas y liberaciones fortuitas no intencionadas.

Por eso, se trabaja en evitar su expansión y mantenerlo en cifras estables año a año, un programa que tiene su éxito, entre otras zonas, en las lagunas de La Nava, en la Tierra de Campos palentina.

Enrique Gómez, técnico de la Consejería, acompaña a un equipo de Ical durante una jornada matinal entre juncas, arroyos y miradores, donde se encuentran escondidas las jaulas de balancín con un huevo de gallina como cebo, trampas para la caza del visón americano (Neovison vison). Se apresa una media de 25 al año, lo que eleva la cifra a más de 300 en los últimos 15 años, desde que empezó este programa de capturas.

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“Pueden parecer pocos, pero hemos demostrado que es la cifra que nos permite mantenerlos a raya, estabilizar su población. Al menos no crece más, que es ya un logro. Es el máximo al que podemos aspirar. Su presencia ya es definitiva en un territorio tan extenso”, admite con cierta resignación, ya que asegura que es una especie sin predador natural por encima de él en la cadena alimenticia. Únicamente el ser humano puede hacer algo. “Es uno de los trabajos más impotentes, porque sabes que lo haces para que no vaya a más, no para acabar con él”, argumenta. Los trabajos sirven para evitar su expansión, no desplazar a otra fauna, restar ataques a nidos, huevos y pollos e impedir la transmisión de enfermedades.

“Ha quedado claro que no es una especie amiga en este territorio, sino agresiva. Es un todoterreno. Hemos soltado al peor animal posible”, alerta Gómez, quien cita también, aunque no lo equipara, al cangrejo americano o la malvasía americana, una especie de pato “que estaba acabando con el autóctono a pasos agigantados”. “Se hibridaba con las hembras y las crías nunca eran fértiles, con lo que la especie desaparecía. Hasta que los mejores tiradores olímpicos vinieron a La Nava...”, rememora.

Dos retos

La perpetua caza del visón americanoLa perpetua caza del visón americano

Existen dos objetivos a corto plazo: impedir su entrada en el ecosistema acuático del conjunto de lagunas de La Nava, Boada y Pedraza (sólo en la primera de ellas hay 18 trampas), para defender las colonias de aves, pues las garzas imperiales y las cigüeñuelas han incrementado hasta un 70 por ciento su población desde que arrancaron las capturas, ya que la posibilidad de ataques a sus nidos es ahora inferior.

El segundo reto es evitar su expansión hacia el norte, a la Montaña Palentina, donde los daños ecológicos sobre especies autóctonas podría ser dramático, como el causado, por ejemplo, al desmán ibérico. De hecho, ya ha desplazado al visón europeo en comarcas de Soria y Burgos, al que torpedea su alimentación y reproducción, y le ha enviado directo a la lista de especies en peligro crítico, la categoría más amenazada, entre los que se encuentra también el urogallo cantábrico. No se conoce su presencia aún por encima de los 1.300 metros de altitud.

La facilidad del visón americano para su adaptación, su rápida reproducción dos veces al año, en este tiempo y en otoño, con camadas de entre cinco y seis crías, convierten a esta especie en escurridiza. “Ahora sabemos, a diferencia de hace tiempo, que cada territorio, cada tramo de arroyo, está ocupado por dos parejas, una para el día y otra para la noche”, anota Gómez, quien relata que han probado varios métodos de trampeo, pero finalmente han establecido un modelo alternativo, importado del Reino Unido, por el que las jaulas permanecen abiertas durante siete días mientras no ‘pique’ ningún individuo, y se cierran otros cinco, para “evitar que se acostumbren”.

En numerosas ocasiones, los agentes encargados se encuentran con el visón, al que hay que tratar con “prudencia” dada su agresividad, pues “te puede morder o sacar la garra”. Otras veces, los trabajadores se dan de frente con otra realidad, pues quienes entran en la trampa son jinetas, erizos, garduñas, nutrias, armiños, urones, turones e incluso pájaros, como el rascón, liberados inminentemente. También se han topado con un “expediente x”, como así lo definen irónicamente, “con una jaula cerrada, sin huevo y sin presa”.

Sociedad “hipersensible”

Gómez, acompañado de los agentes medioambientales José Tomé y Alfonso Pajuelo, advierte de que la “hipersensibilidad” de la sociedad respecto a los animales, incluidos los más perjudiciales para nuestro entorno, ha provocado un cambio de procedimientos incluso para su sacrificio. “Cuando los tenemos, dentro mismo de la jaula, a la que entran con el cebo o por simple curiosidad, los adormecemos con CO2. Más tarde se incineran”, relata. Incluso, añade, les han llegado peticiones de gente “para que los individuos cazados sean trasladados a Norteamérica”.

Su presencia no se ciñe sólo al espacio rural. El agente José Tomé recuerda que ha capturado algún ejemplar en el casco urbano de Palencia, alertados por ciudadanos que creían “haber visto una nutria”. Además, relata el caso de una pareja de cisnes (también especie alóctona), que anidaba bajo el Puente Mayor de la capital palentina, y fue depredada por otro visón americano. Advierte de que el Pisuerga, en el tramo urbano de Valladolid, cuenta con numerosos ejemplares, donde perjudican notablemente a las ratas de agua, un animal “de alto valor ecológico”.

En todo caso, de cada captura se realiza un seguimiento epidemiológico y biométrico para conocer el sexo, su longitud, peso, edad o si está preñada en caso de ser hembra. “Este dato es importante en función de la época del año, pues nos permite trabajar a futuro con conocimientos más exactos para su captura y el éxito es mayor para mantener estable la población, ya que evitamos que nazcan más individuos”, sostiene Enrique Gómez.

Sin embargo, se encuentran con otra dificultada añadida de una especie que parece nacida para complicar la evolución natural del ecosistema autóctono. Y es que explica que las hembras presentan una gestación “con implantación diferida del óvulo”, lo que significa que el período de gestación es variable y “permite adaptar su ciclo reproductivo de las poblaciones a un periodo de máxima disponibilidad de presas”.

Todo comenzó en Segovia

A pesar de que la llegada del visón americano a las lagunas de La Nava data de principios del siglo XXI, “donde se notaron los efectos a la fauna acuática”, señala Gómez, todo comenzó en una granja peletera del Espinar, en Segovia, donde se produjo un escape a finales de los años 50. Ello conformó la población más antigua y la que más poder de expansión ha tenido, pues se halla actualmente en las nueve provincias de Castilla y León, además de Madrid, norte de Extremadura, La Rioja, Cantabria y Álava.

Luego llegaron boicots de grupos animalistas, quizás inconscientes del daño que estaban provocando alrededor. Sucedió en una granja en Lubia (Soria), con la liberación de un millar de ejemplares, de los que se pudieron capturar en las primeras horas, por su desorientación, a casi 800. También en Orense. En La Coruña, un ciclón en 1984 recibió parte de la culpa, en las proximidades del río Mero, pues entre sus muchos destrozos facilitó a un buen numero de visones americanos escapar de las jaulas.