Félix Merino, un ídolo con poca suerte

Jesús Anta
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Falleció en el sanatorio del Perpetuo Socorro de Madrid el 8 de octubre de 1927, a los 32 años, tras haber sido corneado en Úbeda. La mala suerte le acompañó hasta más allá de su muerte: el furgón que trasladaba su cadáver se incendió

Félix Merino, un ídolo con poca suerte

El diestro Félix Merino  fue una auténtica figura del toreo en su época. Acaso el primer gran matador de la historia del toreo vallisoletano. Arrastraba numerosos incondicionales que incluso le seguían cuando toreaba en otras plazas que no fueran la de su ciudad natal. 

Mas, es difícil encontrar un caso de tan mala suerte de quién conoció los mayores aplausos, pero también las peores críticas, inoportunas cogidas, una muerte inesperada e incluso un accidentado traslado de su cadáver. 

Félix Merino Obanos nació en Valladolid el 25 de febrero de 1894. Y falleció en sanatorio de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Madrid el triste día  del 8 de octubre de 1927, a los 32 años, tras haber sido corneado en Úbeda, pero nada apuntaba a que la cogida produjera el desenlace de tuvo: el médico que lo atendía vaticinó que en quince días estaría de nuevo toreando, había estado charlando con sus amigos y había enviado mensaje a sus padres para que no se preocuparan pues su vida no corría especial peligro. Está enterrado en el panteón familiar del cementerio del Carmen, de Valladolid.

Félix Merino, un ídolo con poca suerteFélix Merino, un ídolo con poca suerteSin antecedentes familiares en el mundo del toro, pronto destacó entre los maletillas  vallisoletanos  y  se vistió por primera vez de luces, como novillero,  en abril de 1914 en la plaza de toros de Valladolid. Su trayectoria como novillero fue francamente exitosa y destacaba por faenas de infarto: cuando lanceaba se metía entre las patas del toro, se echaba encima de los cuernos y metía sus rodillas en el mismo hocico del astado. Calificado de valiente, sufrió terribles cogidas que parecían presagiar lo peor, pero en más de una se levantó y arreglándose el traje continuó la faena sin perder la cara a los toros en ningún momento. Apuntaba, sin duda, una larga y exitosa carrera.

Tomó la alternativa el 16 de septiembre de 1917 en Madrid, con José Gómez  ‘Joselito’ como padrino y Juan Belmonte como testigo. Dicen las crónicas que fue una alternativa un tanto forzada por el empresario pues algunos maestros dudaban de su madurez. Aquella primera corrida como matador no fue precisamente gloriosa, pero todo hacía presagiar que alcanzaría un puesto privilegiado entre la torería.

Mas, sus éxitos  comenzaron a declinar con temporadas de pocas y un tanto deslucidas corridas, lo que hizo que los empresarios fueran olvidándose de su nombre, hasta el punto de que en 1925 solo contabilizó dos corridas y Félix terminó por renunciar a la categoría de matador para volver a registrarse como novillero, en cuya nueva faceta reapareció en Madrid en mayo de 1926.

La mala suerte de Félix le acompañó hasta más allá de su muerte: el furgón que trasladaba su cadáver desde Madrid comenzó a incendiarse a la altura de San Rafael, sin que los ocupantes del vehículo ni quienes acompañaban en otros vehículos se percataran. Tuvo que ser la Guardia Civil la que advirtiera del hecho. Con mantas y otros precarios medios apagaron el fuego entre todos, no sin que algunas personas sufrieran quemaduras y que incluso se sacara la caja del furgón para evitar que ardiera. No obstante, una vez sofocado el fuego, el furgón, mal que bien, pudo seguir su camino hasta llegar a Valladolid.

 


 

El homenaje que no pudo ser

El traslado del cadáver desde la casa mortuoria (la vivienda de sus padres –Víctor e Isabel-, en calle Santa María) hasta el cementerio del Carmen fue multitudinario, pues además de ser un famoso personaje,  su padre era un conocido industrial y la familia tenía numerosas amistades, pues gozaba de una acreditada trayectoria: hacían frecuentes aportaciones para el sostenimiento de comedores escolares y del Hospicio Provincial, amén de hacer sus aportaciones para socorrer a víctimas de inundaciones y otras desgracias, que en aquellas épocas se paliaban con las consabidas suscripciones populares. El 15 de octubre de 1927 se celebró un festival taurino en Valladolid para recaudar fondos destinados a construirle un mausoleo. Es el caso que no debieron alcanzar los dineros para tanto y el asunto quedó en hacer un busto, realizado por el famoso escultor JM.Oteiza, pero tampoco llegó a ejecutarse, y el modelo en escayola fue regalado a la familia. En la imagen principal del artículo se reproduce el busto. La foto está tomada del blog Arte en Valladolid, de Javier Baladrón.