La bomba Lukaku

Diego Izco (SPC)
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El fichaje más caro del verano no termina de ofrecer un buen rendimiento en su regreso al Chelsea

El ariete intentó congraciarse de nuevo con su afición en el encuentro disputado ayer en Stamford Bridge frente al Tottenham. - Foto: ANDY RAIN

Thomas Tuchel (Chelsea) es un técnico con una fuerte personalidad respaldada por su físico: desde sus 190 centímetros mira con gravedad e instala la idea en la mente del jugador. Pero ahora debe imponérsela a un tipo con una envergadura superior, Romelu Lukaku. Y en cuanto se ha producido la primera desavenencia («El míster eligió jugar con otro dibujo. No estoy contento con la situación, pero no voy a tirar la toalla (…). En el fondo de mi corazón espero regresar al Inter») ha estallado una bomba de 1,92 metros y 103 kilos en el corazón del campeón de Europa.

La comunicación de crisis del Chelsea ha vendido de emergencia la idea de la normalidad: «Lukaku se ha disculpado y está de vuelta en el equipo», aseguró el propio Tuchel. Sin embargo, a nadie escapa una situación mucho más grave que una simple pataleta… o 'no-tan-simple', teniendo en cuenta que al entrenador alemán no le tembló el pulso el pasado fin de semana y dejó a su fichaje estrella en la grada ante el Liverpool (2-2). El propio Lukaku reculó en sus redes sociales (y en las del club), escenificando una solicitud de perdón a la afición y al vestuario vestido con la camiseta del club.

De entrada, las declaraciones fueron un puñal al corazón del propio Tuchel. En verano, cuando la dirección deportiva 'blue' puso sobre la mesa hasta 200 millones para lanzarse a por cualquier delantero del planeta (los directivos soñaban con Mbappé, Haaland o incluso Harry Kane), el técnico de Krumbach sorprendió con una defensa casi enfermiza de Lukaku. 

Desaconsejó al francés con un informe horrible que él mismo elaboró como ex técnico del PSG y frenó el entusiasmo por Haaland: lo que necesitaban para asaltar la Premier era al gigantón belga.

Fue una decisión que no sentó bien en los despachos de Stamford Bridge. Lukaku estuvo en nómina del Chelsea de 2011 a 2014 y fue vendido (dado por imposible) al Everton; posteriormente, cuando los de Liverpool lo vendieron al United, el Chelsea tenía derecho de tanteo (por 25 millones menos de los que pagaron en Manchester)… pero los informes hablaban de una mala operación: Lukaku, se decía, era un futbolista poco ambicioso, de actitud indiferente, mal ganador. Sin embargo, Tuchel se había ganado sobradamente el derecho a decidir el 29 de mayo de 2021 en Oporto, cuando conquistó la Champions.

Así que en agosto del pasado año se confirmó el bombazo: el Chelsea invertiría 115 millones de euros en fichar de nuevo lo que 10 años antes le había costado 15 (los que pagó al Anderlecht). Fue el fichaje más caro del verano, igualando la cifra que el City puso sobre la mesa por Jack Grealish. Y con esa operación, el 'Monstruo de Amberes' se convertía en el futbolista que más dinero había movido en el último lustro: 275 millones (sin contar fichas o primas de fichaje) en tres traspasos, los 85 para pasar del Everton al Manchester United, los 75 para ir del United al Inter y esos 115 del último verano.

Si las grandes crisis son las que provocan los grandes desencuentros, no parece un momento especialmente dramático como para hacer estallar las bombas. Es cierto que el rendimiento de Lukaku no está siendo el esperado. Ha marcado siete goles en los 18 partidos que ha disputado, una media (0,39) inferior al 0,67 con el que ayudó a que el Inter de Milán terminase con el monopolio de la Juventus en Italia. 

Ya no es tan fundamental como parecía en verano para Tuchel: en la Premier solo ha jugado 13 de 21 encuentros (hay que añadir una pequeña lesión y un postivo por coronavirus). Pero también es cierto que el rendimiento del Chelsea está por debajo de las expectativas creadas en la brillante 20/21: está a 10 puntos del Manchester City en la Premier y fue segundo de grupo en la Champions después de dejarse el liderato contra pronóstico en la última jornada (3-3 ante el Zenit).