Objetivo: unir a la Humanidad

Sara Borondo
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Hideo Kojima propone tender puentes entre las personas dentro y a través del juego. Hay que jugarlo para sentirlo

Death Stranding no es un juego de acción, no es un juego de disparos, es un juego diferente, tanto que no se puede encuadrar en ningún género ni hay nada que se le parezca. Hideo Kojima, el creador de Metal Gear Solid, se quedó en una posición difícil cuando se fue  de Konami en 2016 y formó Kojima Productions desde cero con la idea de crear juegos sin las restricciones creativas que tuvo durante décadas. Sony decidió apostar por el proyecto y poco a poco hemos ido viendo distintos vídeos de la nueva obra de Kojima, que sale ahora en PS4 y en verano lo hará en PC, sin entender muy bien de qué se trataba. 
Incluso ahora cuesta explicarlo. La acción transcurre décadas después de que sucediera una catástrofe conocida como Death Stranding que cambió el mundo tal como lo conocemos. De la Humanidad quedan algunos núcleos desconectados. La labor del protagonista, Sam Porter Bridges, será conectarlos llevando paquetes con lo que necesitan. Dicho así suena aburrido y parece que se trate de un simulador de mensajero, pero actúa la magia de la interactividad que es propia de los videojuegos, y es que Kojima consigue que sea divertido ese ir y venir. Hay que ajustar la carga y los materiales que lleva Sam para que no le desequilibren y pueda con ello ya que el personaje se cansa con el peso, y también hay un componente de supervivencia ya que hay que tener cubiertas sus necesidades físicas. 
Tras haber preparado los encargos, hay que superar partes del recorrido difíciles: el terreno puede hacer que Sam caiga por una pendiente o un río se lo puede llevar, es increíble hasta qué punto importa la orografía y cómo actúan sobre el avance de Sam, y aquí es donde entra un multijugador también innovador que recuerda al de Dark Souls. No hay otros jugadores a la vista, pero sí se ve su trabajo, el recuerdo de su paso por el juego, un puente que haya creado alguien, una cuerda a la que asirse cuando Sam es arrastrado por la fuerza del agua. Se puede dar un me gusta a esos recursos que otros hayan dejado y ayudar también a los que vengan después y recuperar sus cargas o incluso compartir vehículos y dejar avisos sobre lo que hay en ese punto. «Kojima» quiere unir a las personas dentro y a través del juego.
En el trayecto Sam deberá hacer frente también a  enemigos como las Mulas, antiguos porteadores que han enloquecido, y aquí es donde habrá algo de acción , aunque es el punto más flojo del juego. Más importantes son los encuentros con los EV, seres invisibles y peligrosos.
No podían faltar las kojimadas, rarezas como tener que usar la sangre del protagonista para fabricar bombas, el hecho de orinar para conseguir objetos medicinales o el uso de los nonatos BB.
La vida, la muerte, las relaciones entre las personas… todo eso está dentro de Death Stranding, se tratan temas complejos y controvertidos que hacen referencia incluso a la situación política mundial. Todo ello es convincente gracias a unos personajes carismáticos y con fuerza a los que dan vida grandes actores como Norman Reedus, Mads Mikkelsen, Léa Seydoux o Troy Baker. Además de ellos hacen aparición en el juego directores de cine como Guillermo del Toro o el presentador estadounidense Conan O´Brien. El uso del motor Decima creado por Guerrilla para Horizon Zero Down permite tener un mundo bellísimo en el que se ve hasta el mínimo detalle. Visualmente el juego es una barbaridad.
Pero nada de todo esto describe cómo hace sentir Death Stranding al jugador, cómo resulta atrayente el ir con los paquetes y superar el entorno, descubrir una historia magnífica y desear perderse en ese mundo. Hay que jugarlo para sentirlo.

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