Imelda Rodríguez

Punto cardinal

Imelda Rodríguez

Especialista en Educación, Comunicación Política y Liderazgo


Aquellos que sirven

16/10/2021

Saber hacer lo pequeño es el primer indicio del liderazgo, porque quien sabe detenerse aquí es capaz también de construir lo grande. Aunque las cosas más sencillas son las que más cuesta detectar. Esto sostiene el escritor japonés Haruki Murakami, quien ha demostrado con su trayectoria que prestigio y éxito son compatibles. Eterno favorito, este año tampoco ha ganado el Nobel de Literatura. Me da la impresión de que le preocupa poco, quizás por tener la costumbre de centrarse solo en lo importante.  Bendita capacidad. También la de haber hecho camino desde la sencillez, el imponente valor de las figuras decisivas. Comenzó a escribir por honestidad con los demás y consigo mismo, creando personajes que saben dirigir a otros hacia la esperanza y dejando finales abiertos para que el lector pueda despertar su pensamiento crítico, el contrafuerte real de la libertad. Esa que tanto anhelan los habitantes de todas las épocas, los que siempre han reconocido el poder en la autenticidad. Una autenticidad que se tiene o no se tiene. Luego está, claro, quien te puede ayudar a gestionarla, pero de poco sirve manipularla porque la mezquindad tiene las patas muy cortas. Precisamente, sobre autenticidad, política y poder hablo en mi nuevo libro, que se titula 'Imagen Política. Modelo y método'. En esta obra quiero compartir con ustedes cuál es el liderazgo determinante en esta nueva era post pandemia, basado en la autenticidad que tanto define a los que sirven. 
En servir estaban también centrados los guerreros samuráis, que compartían apellido con Murakami, cuyo significado etimológico es «aquellos que sirven».  La sencillez es la primera manifestación del servicio y una expresión permanente de calma, compromiso, sacrificio, escucha, entrega, ternura y resultados. Casi nada. Estos son los que, ciertamente, están preparados para llevar el timón, en cualquier ámbito y en todas las circunstancias. Son perfiles donde abunda la coherencia, que es más que una habilidad para llegar a acuerdos puntuales. Es una voluntad de atención al que piensa distinto y de dulce cooperación, con beneficios rotundos para los más débiles. Y todo articulado desde la verdad. Fíjense en lo que se afanan algunos consultores políticos en conseguir que los candidatos a los que asesoran desprendan química, haciéndoles pasar, en muchas ocasiones, por quiénes no son, algo que termina pasando factura. Porque donde no hay autenticidad, jamás se sostiene el poder. Los asesores sólidos no fuerzan nada, tan sólo lo detectan, lo impulsan y lo comunican. Saber distinguir el terciopelo de la lija es fundamental para las sociedades actuales. Y para eso hay que abrir bien los ojos, aunque a veces escueza. 
Reclamemos la autenticidad, en todos y en todo. ¿Por qué vamos a tener miedo a desear lo que nos pertenece? Y nos pertenecen los buenos gestores, las buenas personas al frente de nuestros ideales, de nuestras incertidumbres, de nuestro talento, de todos nuestros sueños. No es sencillo de lograr, pero sí es posible. Se trata de escoger acertadamente, distinguiendo lo auténtico de lo que no lo es. Estamos en un momento decisivo para ello, porque la población está agotada de esta especie de crispación en cinta que nunca termina de parir. Murakami decía que no pretendía que los lectores comprendieran sus metáforas, ni el simbolismo de su obra. Su intención era que se sintieran como en los mejores conciertos de jazz, cuando los pies no dejan de moverse por debajo de las butacas, mientras van marcando el ritmo. Así fluyen los líderes, en cualquier ámbito. Así nos conmueven, así encajan con nuestras emociones, así nos impactan, así nos ayudan a salir de la tormenta. La autenticidad es el himno de aquellos que sirven. 

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