Francisco Muro de Iscar

MUY PERSONAL

Francisco Muro de Iscar

Periodista


Soberbia "infantil", odio maduro

30/01/2023

Tal vez, como dice Manuela Carmena, no reconocer los graves errores cometidos en la tramitación de la ley del solo sí es sí sea "soberbia infantil". Si son niños, que dejen de joder con la política, como diría Serrat. Porque también es demostración de ignorancia. Y engaño, porque se ocultó al Parlamento el informe del Ministerio de Justicia que reconocía errores técnicos en el proyecto, se ignoró otro del Poder Judicial que anunciaba que se reducirían las penas de muchos condenados y también los avisos de abogados en el mismo sentido. Fue soberbia, y no infantil, la actitud del entonces vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, que acusó de "machismo frustrado" al que era ministro de Justicia y, ahora, magistrado del Tribunal Constitucional por criticar lo que estaba mal hecho. Es, además, arrogancia dolosa, porque hasta ahora los promotores de la ley y el Gobierno que la aprobó y los partidos que la votaron no han reconocido estos graves errores que han llevado a la calle a dos docenas de violadores y abusadores y ha rebajado la pena a casi trescientos más. Es desvergüenza porque nadie ha asumido ninguna responsabilidad política y algunas han osado culpar a los jueces hombres --no a las mujeres juezas-- de lo que ha producido su incompetencia. "La naturaleza de los hombres soberbios y viles", escribió Maquiavelo, "es mostrarse insolentes en la prosperidad y abyectos y humildes en la adversidad". Ahora el Gobierno dice que va a rectificar. Tarde y con el daño causado ya irreparable.

Si la "soberbia infantil" es muy peligrosa cuando la practican adultos que gobiernan personas y dinero, mucho dinero, el odio en nuestra sociedad es maduro, nada infantil y no sólo en la política, donde se ven espectáculos indignos y lamentables. También causa daños irreparables. Lo demuestran el asesinato del sacristán de una parroquia de Algeciras y las reacciones que ha provocado a un lado y a otro, demonizando creencias o minusvalorando el hecho por ser en una iglesia católica o culpabilizando a la inmigración. También el escrache a Isabel Díaz Ayuso en la Universidad Complutense, "el templo de la tolerancia y la libertad de pensamiento" donde se le llamó "asesina" y "cucaracha" y se gritó "que lástima que tu madre no abortara". El odio está en cualquier escrache se produzca contra quien se produzca. Y está también en muchos debates televisivos y en el deporte, donde cada domingo se insulta gravemente a jugadores por el color de su piel o se cuelga en un puente la figura ahorcada de un jugador de fútbol. El odio está en muchos ciudadanos que no dudan en multiplicar los bulos respecto de esas personas que cruzan el estrecho arriesgando su vida, y dejándola allí en muchas ocasiones, para huir de la pobreza, la guerra, la persecución o la muerte para buscar un futuro digno que casi nunca se produce.

El odio sólo engendra odio y jamás ha construido nada positivo. "El odio llega un día y se queda por generaciones", dijo Guillermo Fernández-Vara, presidente de Extremadura, siguiendo lo que dijo Sartre: "Basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera". Hay que desterrar el odio y la intolerancia de la política, se ejerza donde se ejerza, pero sobre todo de lugares como el Congreso de los Diputados o el Senado, que son el espacio donde los ciudadanos esperan el encuentro, el debate y el acuerdo en la búsqueda del bien común. Pero también hay que desterrarlo de los colegios y las Universidades, de las familias, de los campos de fútbol, de las televisiones, de la calle, de la exclusión del otro. Todavía seguimos distinguiendo al otro por el color de su piel, por su ideología, por sus creencias, por su sexo, por su origen o por sus inclinaciones. En el fondo, los que odian no han aprendido a respetarse a sí mismos y por eso no son capaces de respetar a los demás. Quienes lo siembran hoy arrastran a todos, pero también acabarán probándolo. O terminamos con el odio o el odio terminará con nosotros.