Pablo Álvarez

ZARANDAJAS

Pablo Álvarez

Periodista


La espada de Damocles

16/10/2020

Cuenta Cicerón que allá por el año 300 antes de Cristo, había un rey llamado Dionisio que se sentía sumamente infeliz y cuando uno de sus aduladores, de nombre Damocles, le reprochó su actitud por la suerte que tenía de vivir a cuerpo rey (nunca mejor dicho), éste le ofreció disfrutarla él mismo. Entonces dio orden a sus criados de que le agasajaran y le dieran todo lo que pidiera. Damocles, estuvo encantado con tantos lujos hasta que se dio cuenta de que, sobre su cabeza, Dionisio había ordenado colgar una espada sujeta con un finísimo hilo. Desde ese mismo momento, no pudo estar tranquilo solo pensaba en la debilidad de la cuerda que sujetaba esa afilada arma.
Hoy esa espada de Damocles la podemos llamar coronavirus. Yo prefiero el nombre de bicho. El riesgo de contraer tan grave enfermedad y más aún, el miedo a contagiarla a nuestros seres queridos, nos atenaza y no nos permite vivir con libertad. Si esta actitud la llevamos al ámbito de comunidad, el miedo al confinamiento y a las restricciones que fijan las autoridades sanitarias nos aterrorizan y nos inmoviliza como sociedad.
Cuando comenzó toda esta pesadilla, allá por el mes de marzo, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decretó el estado de alarma por un periodo de 15 días, nos parecía un mundo, pero al menos teníamos una referencia. Dos semanas. Luego vinieron otras dos, y otras dos… y así dos meses que con carácter general todos respetamos.
Pasado ese tiempo, nos hablaron de esa nueva normalidad y creímos que la penitencia de estar dos meses encerrados en nuestras casas y sentir de cerca los golpes de esta dichosa pandemia, pensamos ya era el momento de recuperar nuestras vidas y en cierto modo ya nos sentimos inmunes. A la vista de la evolución, nada más lejos de la realidad. El bicho ha vuelto a golpear y vuelve a hacerlo con más fuerza.
Cada día nos despertamos con miedo de qué nos limitarán hoy. Nos robaron el mes de abril y nos acordamos de Sabina. El final del verano del Dúo Dinámico nunca llegó porque nunca percibimos esa sensación de haber vivido un estío normal. Ahora el otoño lo atravesamos con el corazón en un puño y ni pensar quiero en unas navidades en las que no podamos juntarnos más de seis a la mesa.
Lo peor de todo es que hemos perdido la esperanza, la ilusión de que todo esto pase algún día. No vemos la luz al final de este túnel. Al menos, Damocles vivía agasajado y con todos los lujos. Aquí, en cambio, ya no sabemos si tenemos más miedo al virus o a la regañina que nos caerá en la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno. Además de perros, apaleados.
Ánimo.