Imelda Rodríguez

Punto cardinal

Imelda Rodríguez

Especialista en Educación, Comunicación Política y Liderazgo


Las piedras que no se tiran

16/07/2022

Son varios los políticos que cuando quieren proyectar solidez y control, ante graves crisis, citan en sus discursos a Winston Churchill. Sus asesores creen que así ganan centímetros en altura política. No es mal recurso, si luego se acompaña de hechos poderosos, claro. Churchill fue un estadista auténtico. Tenía cualidades poderosas, como una determinación descomunal y una honestidad a prueba de bombas. Y esto es mucho decir en los tiempos que corren. «Nunca llegarás al final de un viaje si te paras a tirar piedras a cada perro que ladre», solía recordar a sus colaboradores. Es un símbolo potente de la realidad política actual. Porque parece que algunos líderes de partidos están obcecados con detenerse a tirar esas piedras, como si trataran de espantar fantasmas todo el tiempo. En ocasiones, no sabemos muy bien a qué conduce su furia, pero ellos siguen tirando piedras en el camino, porque en esa confusión fundamentan su supervivencia política. Juegan todos los números a mostrarse como los disidentes, los que van en contra de todo y de todos, los que jamás son capaces de llegar a ningún acuerdo porque los culpables son siempre los que están enfrente. Así no se puede concebir la política. No la concebía así Churchill, ni Mandela, ni Merkel, ni ninguna de las grandes mujeres y hombres que han pasado a la posteridad por arrimar el hombro para construir. Por eso me parece poco útil socialmente la forma en la que el partido socio del gobierno de Castilla y León está enfocando la revisión de los acuerdos del diálogo social, una piedra angular de estabilidad en esta Comunidad. Intentar justificar una posición ideológica pretendiendo atornillar un proyecto tan sólido es una maniobra arriesgada, incluso, para el propio partido que la impulsa. Tiempo al tiempo. Porque uno no puede ponerse a ladrar por ladrar, ya lo decía Churchill. Las formas son importantísimas en política, y hay que practicar la serenidad y el sentido común para tener más opciones de atinar. Los mejores dirigentes son los que actúan con una firmeza capaz de aglutinar la conformidad de todos aquellos que están involucrados -y son vitales- para solucionar un asunto. Dar golpes de efecto es fácil, y comunicativamente muy llamativo, pero no es lo más eficaz. De hecho, cuando se actúa desde la lógica, pocas veces se hace saltar por los aires lo que otros han construido con esfuerzo, voluntad y resultados probados. 
Liderar es influir para que el consenso ocurra. Lo demás, es marear la perdiz por capricho. Me preocupa que esta dinámica sea la habitual en el partido socio del gobierno del PP y creo que su presidente debería ser más firme a la hora de frenar estos aspavientos. Porque lo que se espera de un gobernante es que haga lo correcto. Y que nunca ceda, ni en lo grande ni en lo pequeño, algo que también sostenía Churchill. Esta es la autoridad real. Y germen, incluso, del éxito electoral. Como lo oyen. Los nuevos tiempos son de los que lideran desde la coherencia, la compasión y la acción. Y no tengo ninguna duda de que estas figuras decisivas son las que reclamarán los votantes, especialmente los más jóvenes. Ya sucede, de hecho. Es un error tremendo creer que fabricar conflictos continuamente es una forma de liderar el contexto político y de marcar territorio. Los grandes líderes actúan en silencio y, cuando hablan, es para dar tranquilidad mediante decisiones contundentes. No tiran piedras a diestro y siniestro, sino que reconcilian y ofrecen certidumbre. Propongo que exijamos, sin descanso, políticos de valor. Los hay, claro, pero se echan en falta unos cuantos más. Valor para activar medidas innovadoras que promuevan el bienestar, especialmente de los más débiles. Valor para generar confianza en los que tienen posiciones contrarias y así sentar las bases de la transformación social. Valor para rechazar la discordia, que niega la convivencia, para apuntalar la estabilidad social. Porque la crispación ya no es asumible, porque las sociedades, las empresas o los mercados no lo resistirán mucho más. Los líderes esenciales, hoy, son los que guardan en sus bolsillos las piedras que deciden no tirar. Los que combinan el debate, la acción y los resultados para desatar todos los nudos de esta época de incertidumbre. No olvidemos que es la concordia el mérito que ha convencido a las distintas civilizaciones. Y el atractivo que nuestros jóvenes desean descubrir en los políticos. Necesitamos guerreros, sí, pero para que reparen las grietas. La grandeza y la esperanza política está en las piedras que no se tiran.